Esta semana, después de la elección de Trump, los líderes europeos han aprobado la Declaración de Budapest sobre el Nuevo Pacto para la Competitividad Europea, no es solo un documento estratégico, sino un grito urgente por el cambio. Europa enfrenta desafíos complejos: fenómenos meteorológicos derivados del cambio climático como la DANA y un entorno geopolítico, tecnológico y económico que pone en peligro la competitividad europea. El reloj corre en nuestra contra y es por ello que entre otras medidas, como indica la declaración la solución no es más burocracia, sino una revolución de la simplificación.
Hace unos 5 años, indiqué que pedí implementar la inteligencia artificial para gestionar las ayudas de innovación y no tuve respuesta, entonces era previsión, ahora la transformación digital, es vital. Para revitalizar su competitividad, Europa debe simplificar y utilizar la tecnología y el talento humano para hacer las cosas de manera más efectiva. El uso de inteligencia artificial (IA) para automatizar procesos administrativos es esencial. Esta tecnología permite a las pymes gestionar informes y trámites de forma rápida y eficiente, liberando recursos para la innovación.
La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en un actor clave en la economía y sociedad europeas y por eso la geoestrategia europea está experimentando una transformación inédita debido a la gestión de los datos como un elemento esencial de competitividad. Recientemente he leído como este «espacio de datos digital europeo» se podría considerar como un nuevo «estado miembro» sin fronteras ni bandera, un «país digital 28» que revoluciona cómo los europeos crean, gestionan y aprovechan el conocimiento en cada rincón de la Unión, una Europa aumentada. La idea de una «Europa Aumentada» encuentra en la IA su eje fundamental ya que es un elemento esencial que está redefiniendo no solo la competitividad y el comercio, sino también la infraestructura digital, el acceso al conocimiento y nuestra autonomía estratégica.
Las plataformas de ventanilla única integradas y seguras son otro paso crucial. Un sistema digital que concentre todos los trámites, accesible en toda la UE, reduciría la carga administrativa y aumentaría la transparencia. Aquí, el blockchain puede jugar un papel transformador, garantizando la seguridad de los datos y la confianza en las transacciones, al tiempo que simplifica las verificaciones.
La clave de esta transformación es una actitud transigente basada en la confianza entre reguladores y empresas. Menos papeleo y salvaguardas de las propias competencias y más apoyo y servicio al cliente: las tecnologías de autoevaluación basadas en datos pueden ayudar a las pymes a cumplir normativas, sin pasar por procesos exhaustivos. Un marco regulador que facilite no asfixie, permitirá que las empresas y los propios ciudadanos respondan con agilidad a las oportunidades y los retos.
El reciente impacto de fenómenos extremos en España muestra la urgencia de sistemas ágiles y digitalizados. Una Europa más simple y eficiente puede reaccionar mejor, gestionando recursos y apoyando a quienes lo necesitan rápidamente.
La meta para 2025 de reducir los requisitos de información en un 25 % es ambiciosa, pero alcanzable con una estrategia tecnológica integral y colaboración. La «revolución de la simplicidad» es, en última instancia, un paso necesario para hacer de Europa no solo competitiva, sino resiliente y líder en innovación. Es momento de actuar, simplificar y liberar el potencial de un continente preparado para liderar.
PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, trepas, troyanos y trolls y rodearos SINERGENTES que siempre suman aptitudes, equipo y valores.