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Fuego electoral

17 mayo 2023 18:45 | Actualizado a 18 mayo 2023 07:00
Juan Francisco Ferré
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Estalla la campaña electoral y se disparan las apuestas sobre ganadores y perdedores. Lo que está en disputa es la quemazón de los líderes políticos que tocan poder, o de los que anhelan tocarlo pronto, y el poder inflamable de los recién llegados. Sabemos a qué temperatura se queman los libros, pero no a cuál se quema un político. Unos hierven a fuego lento y otros se encienden como una cerilla. Mientras permanecen en activo, la combustión del cargo imprime sobre su imagen marcas indelebles. La democracia es un auto de fe donde arden candidatos y programas. Los líderes quemados sobreviven en un mundo que ya no quema libros. La mayoría de la gente los trata con indiferencia o desprecio.

El culto a los libros dejó hace tiempo de ser universal, aunque la prohibición, la censura y la quema de libros fueron legales durante siglos. Cuando Ray Bradbury publicó Fahrenheit 451 en 1953 entendía que el odio a los libros significaba un homenaje negativo a su poder liberador. Para instaurar un régimen totalitario de mentes homogéneas, fundado en el conformismo y la sumisión, era preciso erradicar el mensaje subversivo que los libros transmitían sobre la libertad de pensamiento y expresión como valor supremo de la cultura humana.

La maravillosa novela de Bradbury cuenta la historia de un hombre que trabaja como bombero quemando libros en una dictadura futura hasta que un día, por curiosidad, decide leer un libro y su inteligencia despierta. Desde entonces ya no puede parar de leer, un libro tras otro. Mientras su mente se expande y se aventura por los senderos del conocimiento y la imaginación, el mundo alrededor le parece opresivo y estúpido. Al final solo acepta la compañía de los hombres y las mujeres libres, que leen libros sin miedo y los memorizan para salvarlos del olvido y la destrucción. Esos hombres y mujeres libro constituyen una sociedad secreta de lectores libres que no soportan vivir en el mundo iletrado y televisivo de sus semejantes.

Hoy, inmersos en la banalidad absoluta de las redes sociales, esta fábula suena ingenua. Ya no vivimos en un tiempo que necesite quemar libros para matar su influencia. En el mercado libre los libros son una mercancía inofensiva y la lectura es una afición minoritaria cuyo peligro no inquieta a las mentes adormecidas. Su potencial disidente ha sido desactivado por décadas de mala educación y populismo mediático. Es hora de despertar. En un mundo de lectores inteligentes, muchos políticos actuales no serían elegidos.

Estalla la campaña y sabemos a qué temperatura se queman los libros, pero no a cuál se quema un político. Unos hierven a fuego lento y otros se encienden como una cerilla
Hoy, inmersos en la banalidad absoluta de las redes sociales, esta fábula suena ingenua. En un mundo de lectores inteligentes, muchos políticos actuales no serían elegidos
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