el COE mediante la participación de dos comunidades pirenaicas, Aragón y Catalunya,
no ha prosperado
postule por libre para 2034
¡Hola vecinos! Salvo un agónico acuerdo de muy última hora, cosa harto improbable, el Comité Olímpico Español dará carpetazo, hoy martes 21 de junio, al proyecto de candidatura conjunta Aragón-Catalunya para la organización de los Juegos Olímpicos de Invierno 2030. Si se alcanzara el agónico acuerdo de muy última hora, a mí me pillaría con este artículo ya redactado y enviado a la jefa de los artículos del ‘Diari’, Nuria Pérez, que no es mi prima Nuri y, como no tengo enchufe nepótico que valga, pues igual lo desecha por desactualizado, fuera de lugar y cansino. Lo entenderé. Siempre he sido muy respetuoso con las jefas. Con los jefes no tanto.
Ahí se quedan Sapporo (Japón), Vancouver (Canadá) y Salt Lake City (Utah, EEUU) compitiendo entre ellas. El proyecto europeo de Estado que respaldaba el COE mediante la participación de dos comunidades pirenaicas, Aragón y Catalunya, no ha prosperado. Catalunya ha requerido protagonismo. Aragón, reparto justo. Y no es solo que el plan no haya prosperado. Es que, de seguir enredando con el temita, acabaremos a boinazos. Un golpe de carpeta parece lo más razonable. La comunidad que lo desee, que se postule por libre para los Juegos de 2034. Para entonces, habré muerto.
postule por libre para 2034
El presidente Lambán ha sugerido que Alejandro Blanco -presidente del COE- acaso debería dimitir. La consejera de Presidencia de la Generalitat, Laura Vilagrà, ha tachado a Aragón de «anticatalanismo». Así en general. En mi modestia y sencillez, yo le rogaría que me excluyera del concepto, si us plau honorable consellera.
Catalunya se ha mostrado proclive a pactar una subsede olímpica en Sarajevo (Bosnia y Herzegovina), antes que ir a medias con los vecinos de al lado, donde vivimos los pumas, cabezudos como el busto de Felipe VI que ha mandado poner la lideresa Isabel Díaz Ayuso en la entrada de su presidencial sede de Madrid dentro de España. Están saliendo a la luz fragmentos de las grabaciones de las reuniones mantenidas en torno al proyecto. Lo dicho: carpetazo y tentetieso. Es lo mejor.
«Hay pocas cosas más escandalosas que un catalán y un aragonés a mal llevarse». No es mío. Es del escritor Javier Reverte (Madrid 1944-2020). A punto estoy de terminar de leer su obra póstuma, una divertida novela titulada ‘Hombre al agua’ (Plaza Janés) que os recomiendo si os gusta pasar 605 páginas encanados de risa por el módico precio de 22,90 euros. Fue escrita entre octubre de 1999 y agosto de 2019, y se editó en marzo del presente año. Es lo que tienen los grandes literatos: que cascan como todo quisque, pero te dejan un regalazo para que no les eches tanto de menos.
Una sinopsis, en este caso interesada, de ‘Hombre al agua’ esbozaría que, entre un grupo de enloquecidos insurrectos que se reúnen para conspirar contra el sistema establecido, se encuentran un catalán y un aragonés. Todos tienen nombres en clave. El catalán, ‘Millones’. El aragonés, ‘Quemacristos’.
Millones, antiguo banquero acaudalado y ahora presunto anarquista, inancia las actividades del grupo desde sus cuentas en Suiza. Se aloja en el hotel Palace de Madrid y abomina el cava. Solo soporta el champán francés.
Quemacristos, por su parte, es un cura párroco de barrio. Se considera a sí mismo como un infiltrado en la Iglesia católica, con el único afán de destruirla desde dentro. A ambos les une un afán secular: acabar con el peor de los males que azota el mundo, el capitalismo. Tan respetable objetivo es compartido de manera más o menos entusiasta por los demás miembros del grupo, célula, talde, comando, secta, en fin lo que fuere eso, dispuestos a sembrar el caos mediante el terrorismo más cutre que uno pueda imaginar.
Las peripecias de los insurrectos tienen un hilo conductor: que el catalán y el aragonés acaban siempre discutiendo en cada reunión secreta, en cada acción, en cada encuentro o desencuentro, cónclave o ceremonia iniciática y hay que separarlos para que no lleguen a las manos, que a menudo llegan.
Mantener la cohesión de un grupo, célula, talde, comando, secta o lo que fuere eso, resulta especialmente complejo cuando un aragonés y un catalán andan a boinazos, así sean cura y financiero, respectivamente, de la organización criminal anti sistema. No hay forma de que se pongan de acuerdo.
Millones y Quemacristos conforman en ‘Hombre al agua’ una metáfora que Javier Reverte no adivinó, ni de lejos, vinculada a una posible pero imposible candidatura a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030. Pero algo debía intuir, estoy seguro, desde su amplia visión del planeta Tierra, que recorrió de punta a punta convirtiéndose en el autor español más significativo de la literatura de viajes. Desde esa perspectiva tan certera y completa, Javier Reverte ya sabía que no tenemos remedio.
«La vida no procede por la asociación y la adición de elementos, sino por la disociación y la división».