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Andaluz

01 diciembre 2024 20:08 | Actualizado a 02 diciembre 2024 07:00
Natàlia Rodríguez
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He tenido la suerte de topar con un documental que lleva por título ‘Las llaves de la memoria’. En él el profesor, músico y escritor cordobés, Antonio Manuel, explica el origen de las palabras que más asociamos a Andalucía. Por ejemplo faralaes. Según explica, el diccionario de la RAE, la etimología quiere que la palabra sea una derivada del francés de Farfalán como si en Versalles las mujeres vistieran de flamencas. En realidad, Antonio explica que viene del árabe farah, que significa alegría y lebs, que significa traje. Farah-lebs o lo que viene a ser faralaes, el vestido más maravilloso para todos los cuerpos de cualquier mujer que se usa para bailar y cantar. Y la palabra más huérfana: flamenco que viene del árabe morisco, no de Holanda. ¿Cómo se lo ocurre a la RAE decir una cosa así? Flamenco sería felamenkub. Menkub que es el excluido, seguramente también la palabra en el origen de mindundi. Fela-Menkub, el cante del marginado, del desposeído, del que ya no se reconoce en el espejo cuando se mira. Todas estas palabras a las que se le niega su origen y su identidad. Como huyendo de la realidad de lo que somos. La evidencia de vivir en un rincón del mundo donde el pasado tiene un peso fundamental para comprender el presente. Pero insistimos en negarlo. Como negamos nuestro pasado sefardí. Haciendo buenos los crímenes de hace 500 años.

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