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El poder del olfato

Los olores son tremendamente nostálgicos, porque a veces nos transportan a momentos ya vividos, a tiempos pasados que nos dibujan una sonrisa o nos humedecen los ojos

01 abril 2024 20:02 | Actualizado a 02 abril 2024 07:00
Maite Palacios
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Todo huele a nada, todo a huele a todo. En la memoria recóndita del cerebro, se halla el sentido más primitivo, el olfato.

Esa conexión entre la razón y el recuerdo que surge cuando un olor nos transporta al baúl de los recuerdos. El olor a café, el olor a tierra mojada, el olor de la comida favorita, el olor a pan recién hecho, el olor a fuego, el olor a mar, el olor del perfume favorito, el olor a hospital, el olor agrio o el olor a aquello que no nos gusta.

Todos y cada uno de esos olores los tenemos impregnados en nuestra memoria.

Y es que, aunque sea uno de los cinco sentidos, el olfato es uno de los que no se olvida. Es el único sentido que tiene vía directa hacia las áreas del cerebro implicadas en la memoria y las emociones. ¿A quién no le ha pasado entrar en un sitio y percibir el olor a perfume de alguien conocido?

Durante la pandemia, el covid dejó a muchos de los contagiados sin olfato. Fuimos conscientes de la importancia de respirar y percibir el olor de todo aquello que nos rodea

Automáticamente la fragancia nos transporta a esa persona, nuestra memoria coloca en la mente aquello que nos recuerda el olor.

Por eso, los olores tienen la característica de ser tremendamente nostálgicos, porque a veces, sin quererlo, nos transportan a momentos ya vividos, a tiempos pasados que nos dibujan una sonrisa o nos humedecen los ojos. Nos evocan todo aquello que creíamos que teníamos en el olvido.

Durante la pandemia, el covid dejó a muchos de los contagiados sin olfato. Fuimos conscientes de la importancia de respirar y percibir el olor de todo aquello que nos rodea. Porque muchas veces el poder detectar ciertos olores nos protege y nos puede ser útil como supervivencia pudiendo detectar olores que pongan en riesgo nuestra vida.

A lo largo de nuestra historia, el procesamiento del lenguaje se desarrolló mucho después que los olores, por eso en muchas ocasiones nos es difícil descifrar en palabras lo que un olor nos transmite. Así que en la mayoría de ocasiones, cuando describimos un olor, lo hacemos relacionándolo con alguna emoción o momento vivido.

Es cuando utilizamos adjetivos abstractos como huele a limpio, huele a mi infancia, haciendo uso de un lenguaje evocativo.

Los órganos de los sentidos nos abren las puertas al mundo y nos dan información de quiénes somos, dónde estamos y qué tenemos a nuestro alrededor. Cómo decía el Dr. Kata Mclean, la percepción olfativa humana contribuye a nuestra comprensión del mundo, porque el olfato nos vincula al comportamiento social y nuestro entorno.

No podemos subestimar el olfato, porque, aunque sea invisible, tiene un gran potencial y poder en la humanidad. Y porque los mejores recuerdos tienen olores. Si el mundo oliera diferente, ¿qué conexión emocional tendríamos con él?

¿Podríamos cambiar nuestra manera de ver el mundo si en determinados espacios percibiéramos un olor más agradable? La conexión olfato-emoción todavía tiene un largo camino por recorrer, porque en el olfato se esconde la memoria de muchas de nuestras emociones.

«El perfume es el arte que hace hablar a la memoria», Francis Kurkdjian.

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