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El paradigma de los Estados Unidos

07 julio 2022 19:07 | Actualizado a 08 julio 2022 07:00
Cándido Marquesán
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Para muchos los Estados Unidos es su referente político, social, económico y cultural. Es el país de la democracia, de los derechos humanos, que los exportan por todo el mundo; del sueño americano, de los avances científicos con prestigiosas universidades y premios Nobel, de la llegada a la Luna, de la NBA y de Hollywood. El apoyo a dictaduras, la invasión de otros países para «llevar la democracia», su extraordinario gasto militar a costa del social, su contribución masiva al calentamiento del planeta, su racismo y niveles insultantes de desigualdad les resultan irrelevantes.

Es el Estado más violento del mundo a nivel interno. Este año se han producido 309 tiroteos con víctimas. Hace unos días un individuo quiso celebrar el 246 aniversario de la Declaración de Independencia disparando a la concurrencia del desfile con un saldo de 6 muertos y 30 lesionados. Para el gobernador de Illinois, J. B. Pritzker, esos ataques constituyen «nuestra plaga singularmente estadunidense». A pesar de ello, la Suprema Corte de Justicia aprobó una resolución que permite a los gobiernos de los estados anular los pocos controles que existen para la adquisición de armas de fuego.

A nivel exterior es el más belicoso. El que más guerras ha emprendido en el curso de su historia, el que mantiene el mayor número de tropas fuera de su territorio y el que encabeza, con mucho, las cifras mundiales del gasto en armamento. Un pequeño recordatorio de sus actuaciones en política exterior. Derrocar a Mossadegh para imponer el tirano Reza Pahlavi en Irán; armar a los saudíes en contra de los progresistas árabes; apoyar a las dictaduras fascistas de Franco en España, Salazar en Portugal y de los coroneles en Grecia; usar a los fascistas de Europa occidental para montar el Gladio; apoyar al tirano Batista en Cuba, el apartheid en Sudáfrica, a la Rodesia racista (Zimbabwe); asesinar a Lumumba para imponer al tirano Mobutu; instalar la dictadura de Suharto; apoyar al dictador Pinochet para derrocar a Allende, a los generales asesinos en Argentina, al nazi Stroessner en Paraguay, a los dictadores Banzer en Bolivia y Duvalier en Haití; quitar a Bosch en Santo Domingo y a Zelaya en Honduras; armar a Bin Laden y a los talibanes en Afganistán; financiar y armar a la ‘contra’ en Nicaragua; invadir Granada; financiar a Mubarak en Egipto; apoyar y financiar los crímenes de Israel en contra de los palestinos; e invadir Irak... Todo justificado, ya que según Bush II su país ha sido destinado por Dios para realizar una misión histórica. En 2001 con una simpleza rayana en la estupidez dijo: «Me confunde ver que hay tanto malentendido de lo que es nuestro país y que la gente nos pueda odiar... Simplemente no puedo creerlo, porque yo sé cuán buenos somos. Tenemos que explicarnos mejor».

Pasemos a su política interior. En cuanto a su democracia ejemplar, don dinero es el principal elector, donde 158 familias, por supuesto multimillonarias, fueron los principales donantes en la campaña de demócratas y republicanos para ganar la Casa Blanca en 2016. Juan Williams, un analista político de Fox News Channel, escribió un artículo muy significativo. «Política, un deporte para multimillonarios”. Es más una plutocracia que una democracia.

Es un país muy racista. La actuación de la policía hacia la población negra es brutal, como en el caso del asesinato de George Floid. Pero ya viene de lejos. En su libro El origen de lo que nos divide Isabel Wilkerson cuenta un hecho ocurrido en los Estados Unidos el 19 de julio de 1935. Es en Fort Lauderdale, Florida. Hay una fotografía truculenta, accesible en la red. Aparece colgado tras ser linchado en un árbol el cuerpo de Rubin Stacy, de raza negra, con su mono destrozado y ensangrentado, lleno de agujeros con las manos atadas, la cabeza caída, asesinado por asustar a una mujer blanca. Según investigaciones posteriores, fue a pedir comida a una casa y al salir la mujer se asustó. En la fotografía asisten, como si fuera un espectáculo, niñas blancas de familias bien y se muestran sonrientes y felices. Los linchamientos formaban parte de un carnaval y atraían a miles de curiosos que eran cómplices de tal sadismo. Se avisaba a los fotógrafos y se instalaban imprentas portátiles para que los linchadores y el público se pudieran llevar una instantánea de recuerdo. Hacían postales de gelatina para sus seres queridos. Se convirtieron en un floreciente subdepartamento de la industria de postales. En 1908, los envíos crecieron tanto y estas prácticas eran tan repugnantes que la dirección general de Correos de Estados Unidos prohibió su envío, aunque la nueva ley no impidió que los blancos compartieran sus hazañas. Simplemente metían la postal en un sobre. La revista Time el 2 de abril del 2000 escribió: «Ni siquiera los nazis se atrevieron a vender souvenirs de Auschwitz».

Los hogares de la ciudad de Flint, con más del 60% de afroamericanos, estuvieron abastecidos con agua contaminada con plomo para ahorrar 5 millones, lo que provocó enfermedades y posible daño cerebral a los habitantes más jóvenes. El activista Michael Moore lo calificó de «crimen racial». «En otro país se le llamaría limpieza étnica». «Esto no hubiera ocurrido en ciudades de predominio blanco».

Es un país aquejado de profundas desigualdades. Un solo dato. En Nueva York 57.000 personas viven en las calles, los llamados homeless, un triste atractivo de la «ciudad de los rascacielos», donde la miseria contrasta con la reluciente riqueza y miles de personas, incluso niños y ancianos, carecen de una casa. Y no hablemos de la sanidad,

Y lo más grave, los valores que impregnan su sociedad. Michael Sandel, un norteamericano, en su libro Lo que el dinero no puede comprar. Los límites morales del mercado, de 2012 denuncia que allí se produjo el paso de una economía de mercado a una sociedad de mercado, donde todo puede comprarse o venderse. Refleja toda una casuística de esa invasión ilimitada del mercado a muchas actividades humanas. Una celda más cómoda pagando 82 dólares por noche. Derecho a emigrar por 500.000 dólares. Comprar el seguro de vida de una persona enferma de cáncer para cobrarlo al fallecimiento. Mas, veamos en el ámbito educativo. Chanel One transmitió mensajes publicitarios a millones de adolescentes. El programa de noticias de televisión, de 12 minutos y comercialmente patrocinado, lo lanzó en 1989 el empresario Chris Whittle, el cual ofreció a los colegios televisores, equipos de vídeo y conexión vía satélite, todo gratis, a cambio de emitir el programa todos los días y exigir a los alumnos que vieran los dos minutos de anuncios. En el 2000 Channel One fue visto por ocho millones de alumnos en doce mil colegios. Así pudieron anunciarse Pepsi, Snickers, Clearasil, Gatorade, Reebok, Taco Bell... Los alumnos aprendieron sobre nutrición con materiales de McDonald’s, o los efectos de un vertido de petróleo en Alaska con un vídeo grabado por Exxon. Procter & Gamble ofreció unos materiales sobre medioambiente explicando por qué los pañales desechables eran buenos para la tierra. Boletines de notas con el anagrama de McDonald’s, además de ofrecer a los niños con buenas notas una comida gratis en un McDonald’s. ¿Esto es lo que tratamos de imitar?

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