Durante las primeras elecciones de Margaret Thatcher, asistí en una pequeña escuela a uno de los mini encuentros de un candidato con su electorado. Charlaba con los vecinos, sentados en los bancos infantiles. Imagino que una escena parecida es la que reunía al diputado David Amess, de 69 años, con sus electores de Essex, el condado próximo a Londres que le reeligió para la Cámara de los Comunes durante 40 años.
Casado y con cinco hijos, era católico practicante y charlaba en una iglesia metodista con su auditorio, del que salió el joven que le apuñaló mortalmente.
Se ha destacado que era hombre de convicciones, favorable al Brexit, contrario al aborto y defensor de los animales. Y además, simpático. Una pérdida llorada por todo el espectro político.