La vieja Europa es hoy un mar de contradicciones. Y es que la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas la tiene perpleja, quizá porque a estas alturas nadie esperaba una guerra tan cruenta a las puertas de la UE. En todo caso, Europa se juega su credibilidad, su ADN como defensora de valores como la libertad, la igualdad, la convivencia, la defensa de los derechos humanos, el sistema de bienestar… toda una cultura humanista cimentada durante décadas que nos diferencia de otras zonas del planeta que anteponen otros principios basados en consideraciones muy distintas. Así, la atrocidad de la guerra –cada día se conocen masacres más graves– nos llena de horror y nos empuja a actuar. Entre los ciudadanos se ha desatado una oleada de solidaridad que ha reactivado la fibra ética de esta sociedad; entre los dirigentes se ha agudizado el debate sobre las sanciones a imponer al régimen ruso. Y es aquí donde Europa se juega el ser o no ser. Su dependencia energética le obliga a elegir entre seguir comprando gas y petróleo rusos, aun sabiendo que de esa forma costea la invasión, o mantener esos valores y esa dignidad que la hace ser algo más que un referente económico. A veces mantener la cabeza alta y poderse reconocer en el espejo exige grandes sacrificios. Lo que está por ver es si esta Europa está dispuesta a asumirlos en defensa de sus valores fundacionales, aunque eso implique importantes renuncias. Nadie dijo que luchar por la democracia y la justicia fuera fácil.
El dilema de Europa
07 abril 2022 04:50 |
Actualizado a 07 abril 2022 05:01
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