No hay duda. Will Smith fue el gran protagonista en la gala de los Oscar celebrada en la madrugada del domingo al lunes. Y, lamentablemente, lo fue no tanto por obtener el premio como mejor actor por su interpretación en la película El método Williams como por la espectacular y sonora –aún retumba en los medios de todo el mundo– bofetada que le arreó al comediante Chris Rock, después de que este hiciera una desafortunada broma sobre la calvicie de su esposa, Jada Pinkett-Smith, ocasionada por una alteración autoinmune que la afecta emocionalmente. Poco después el actor volvió al escenario y dejó otro de los momentos que ya es historia en la entrega de estos prestigiosos premios: «Quiero disculparme con la Academia y quiero disculparme con todos mis compañeros nominados; este es un momento hermoso y no estoy llorando por ganar un premio. El amor te hace cometer locuras», zanjó Smith con el rostro envuelto en lágrimas. Antes que cualquier otra cosa, hay que aclarar que la agresión no tiene justificación alguna y es totalmente intolerable. Pero el suceso, más allá de su espectacularidad, llama a una reflexión. Y es que nos estamos acostumbrando, sobre todo a través de las redes sociales, a reírnos de todo y de todos sin detenernos un segundo a pensar en los otros. Y la verdad es que no todo es gracioso ni apto para hacer un chiste. Libertad de expresión, por supuesto; un poco más de respeto y empatía, también.
El bofetón
29 marzo 2022 05:20 |
Actualizado a 29 marzo 2022 05:22
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