Se nos ha ido un cineasta diferente, sorprendente si quieren pero- por encima de todo- excepcional. Lo vimos por última vez en la gran pantalla hace dos años interpretando a otro grande del cine como John Ford en Los Fabelman, de Spielberg. De David Lynch solo tengo palabras de asombro y admiración.
Mis películas favoritas de su filmografía son El hombre elefante, Corazón salvaje y Terciopelo azul. De la primera diré simplemente que, a pesar de sus 8 nominaciones a los Oscar y de no llevarse una rosca, es un prodigio de sensibilidad, en su fondo y forma (con una maravillosa fotografía en blanco y negro). De Corazón salvaje, una historia hipnóticamente violenta, me quedé prendado de la maestría de Lynch para alucinarnos con una relación casi marginal.
Personalmente, me quedo con la surrealista Terciopelo azul, donde Lynch desata la magia del cine, en la que sueños y pesadillas -¡lo que da de sí una oreja-! crean una historia con ‘atmósfera Lynch’. Rompió con el maravilloso cine clásico. Fue diferente. Por eso, también, gracias maestro.