La pandemia de Covid-19 ha entrado en una nueva fase en España. La suma de las medidas para contener la trasmisión del virus, junto con la vacunación han posibilitado que España haya reducido de forma muy significativa la incidencia de SARS-CoV-2. El avance de la campaña de vacunación sitúa en más del 78% de toda la población con la pauta completa y más del 80% con al menos una dosis vacunal.
Además, se estima que la población infectada es superior al 15%. Con estas dos cifras, la población española se encuentra entre uno de los países del mundo con un mayor porcentaje de inmunización frente al SARS-CoV-2.
Durante la quinta ola de la pandemia se produjo un aumento muy significativo en la incidencia de infectados. Sin embargo, el incremento de muertes asociadas a la Covid-19 ha sido mucho menos intenso que en olas pasadas.
A pesar de que la vacunación no actúa como escudo impermeable frente a la infección, sí es capaz de reducir la transmisión del virus por parte de las personas vacunadas. Además, también reduce los síntomas y la posibilidad de desarrollar una infección productiva en las personas vacunadas infectadas. A pesar de estos datos, podemos observar un aumento significativo de infectados en países como Reino Unido. Allí el porcentaje de personas vacunadas es más bajo que en España y se han relajado antes las medidas para contener la trasmisión del virus.
En Reino Unido, los datos durante la última ola reflejan que la incidencia no termina de bajar y las muertes por coronavirus no descienden.
Ante este escenario, con un número significativo de personas sin inmunidad frente al virus (no solo en España, también en otros países que tienen libertad de movimientos con nuestro país), se espera que este siga circulando como hasta ahora. Ello implica que la trasmisión del virus continúe e incluso que haya un porcentaje de vacunados que puedan infectarse. En este segundo caso, lo normal es que no desarrollen la enfermedad o que sean enfermos leves. No obstante, puede seguir habiendo en menor medida casos de enfermos graves.
En la medida en que toda la población adquiera inmunidad frente al SARS-CoV-2, la patología grave asociada al virus se convertirá en algo más anecdótico que lo visto hasta ahora.
Al igual que ocurre con otras infecciones virales que afectan al tracto respiratorio como los virus de la gripe, el virus respiratorio sincitial, los virus de parainfluenza, el metaneumovirus o los coronavirus humanos entre otros, también causarán anualmente casos graves de infecciones respiratorias. Estos casos asumidos socialmente hasta ahora podrían reducirse con un mejor diagnóstico y atención epidemiológica, mejores coberturas vacunales o con vacunas efectivas.
La sexta ola del SARS-CoV-2 se producirá en un contexto epidemiológico de inmunización generalizada en que el impacto en vidas humanas será más leve. Además, el estrés en la capacidad del sistema sanitario no se va a sentir tan afectado como hasta ahora.
Sin embargo, tal como hemos visto en los últimos meses, se podrán producir infecciones en personas vacunadas y, dentro de estas, algunas personas podrán perder la vida. En este sentido, es importante recordar que debemos continuar con la vigilancia y el cuidado de las personas con mayor susceptibilidad a la Covid-19 severa. En cuanto a olas futuras, al igual que ocurre con otros virus respiratorios, es probable que nos encontremos con epidemias estacionales anuales. Dependiendo de la capacidad del SARS-CoV-2 de adaptarse y de nuestro sistema inmune de reconocer algo parecido a lo que ha reconocido del virus anteriormente, las futuras olas seguirán teniendo una relevancia clínica desde el punto de vista asistencial y clínico, pero serán menos relevantes en cuanto a su impacto social.
¿Serán necesarias nuevas dosis para afrontar futuras olas? En la medida en la que el virus evolucione y surjan cepas que escapen de forma significativa la inmunidad actual frente al SARS-CoV-2, existe la posibilidad también de necesitar nuevas campañas de vacunación o de adaptar la estrategia de vacunación con nuevas formulaciones.
La necesidad de nuevas dosis vacunales en personas ya vacunadas debería venir determinada por la efectividad vacunal a la hora de prevenir la enfermedad severa y la muerte y no tanto por la incidencia de infecciones.
La bajada de anticuerpos en el trascurso de los meses tras la vacunación, junto con casos graves y muertes en personas vacunadas con importantes factores de riesgo, son indicadores de la necesidad de fortalecer en determinadas personas la protección frente a la enfermedad.
Está todavía por ver si el reestímulo vacunal es necesario o prioritario para proteger a personas de menos riesgo en un contexto en el que no va a ser fácil erradicar el virus con las herramientas actuales.
Para ello, la vigilancia epidemiológica continua de las personas vacunadas a partir de los primeros seis meses con especial atención a los factores de riesgo podría servir como un buen indicador.
Así, la mayor parte de los estudios publicados indican una caída de anticuerpos pasados los meses, pero no hay datos en estos momentos que indiquen una caída generalizada en la protección frente a la enfermedad severa.
Mientras tanto, la campaña de vacunación mundial frente al SARS-CoV-2 en estos momentos supera el 30%. Ayudar a las personas con más dificultad para acceder a la vacuna es una necesidad que servirá para reducir aun más el impacto del virus.