En un artículo de opinión que Diari tuvo la gentileza de publicarme el pasado 26 de abril, escribí textualmente: «Las primeras vacunas (frente al SARS-CoV-2) no van a tardar ni los doce o dieciocho meses que los agoreros que ignoran el tremendo potencial de la ciencia actual proclaman a los cuatro vientos». Pues bien, como los lectores sin duda saben, tenemos ya varias vacunas con efectividad y seguridad demostradas, mientras que la vacunación ha empezado ya en diversos países. Excelente noticia.
Sin embargo, los cenizos parapetados tras algunos medios de comunicación, no contentos aún con ello, siguen paseando el espectro de lo que nos espera. Ahora con la «tercera ola», cuando ni ha finalizado aún la segunda. Pues claro que habrá tercera ola, y cuarta, y quinta, y sexta. La pandemia no finalizará hasta que haya una vacunación masiva, y se alcance la imprescindible inmunidad de grupo. Claro que va a haber tercera ola, cómo no. A título de ejemplo comprensible, estamos frente a una situación que en dietética se conoce como efecto yo-yo; es decir el efecto rebote al ciclo marcado por pérdida y recuperación sucesiva del peso corporal, a consecuencia de una dieta hipocalórica excesiva. En este proceso, la persona que realiza la dieta tiene éxito inicialmente en perder peso, pero no en su mantenimiento a largo plazo, y ahí empieza el ciclo.
Así estamos con la Covid-19. El confinamiento «dobla la famosa curva» y las cifras mejoran significativamente, pero en cada intento de volver a la normalidad (nueva), aparece la recaída (el yo-yo). Ni que decir tiene que se trata de un problema que deben resolver los políticos, y no los denominados «expertos».
Por cierto, muy interesante lo de los «expertos» aplicado a la Covid-19. Siendo una enfermedad nueva, poca experiencia previa habría, se supone. Por tanto, imagino que cuando las televisiones en general (La Sexta es un caso muy especial) nos sacan a sus expertos, se referirán a epidemiólogos y/o especialistas en enfermedades infecciosas. Lamentablemente, la labor divulgativa/informativa que tanto dichos expertos, como los políticos de turno, llevan a cabo desde el principio, ha estado rayando el muy deficiente. Uno puede ser experto en un tema, pero, por qué no, ser un mal experto. Un ejemplo personal: llevo 40 años jugando a tenis, y, por tanto, experiencia me sobra. Soy un experto, pero la verdad es que no juego bien.
Una sencilla encuesta a pie de calle, mostraría el desconocimiento general que tiene la población acerca de algo tan elemental pero tan importante como ha sido este año, sobre lo que es un virus. No me cabe duda alguna, por sondeos ya existentes, que la mayoría de la población supone que el SARS-CoV-2, como el resto de virus, son microorganismos con vida propia. Por ello creen que los contagios son posibles por simple contacto con una superficie inerte en la que se ha refugiado el coronavirus. No hay ni una sola evidencia científica sobre este tipo de contagio. Tampoco de que no pueda darse, pero eso no es demostrable, como no lo es la inexistencia de caballos verdes. Los contagios son persona a persona.
Lamentablemente, debo reafirmarme en el titular de mi artículo de 26 de abril ‘Covid-19: Demasiadas incógnitas y muy mala gestión’. Eso sí, en la mayor parte de países (lo de China es un misterio a estudiar). Ni Cataluña, ni el resto del Estado han sido una excepción en la gestión. Ahí tenemos a la admirada señora Merkel, completamente perdida. Tuvieron suerte en Alemania durante la primera ola, y ya nos creíamos que como siempre éramos los peores de la clase. Ahora se ha visto la realidad.
Como científico con más de 40 años investigando, estoy francamente decepcionado con la gestión de la pandemia en la Unión Europea. Creo que la vacunación masiva podría haberse iniciado hace al menos dos-tres meses. Hoy en día, los posibles efectos adversos se pueden predecir mediante estudios in vitro e in silico, que con la ayuda de la inteligencia artificial, si procediese, pueden ser rápidos y precisos. Este retraso, ¿cuántas muertes habrá significado? Riesgos versus beneficios, esa es la clave. Y todavía las vacunas no se administran en la UE. Autoridades europeas, despierten de su letargo. Si la vacuna de Pfizer ya recibió el plácet de dos países tan atrasados en investigación biomédica como EEUU y Reino Unido, ¿a qué esperamos? Por su parte, reitero que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no ha estado a la altura de las circunstancias. Esta organización no ha podido asumir su papel mundial, esencial para el que fue creada.
Y para finalizar, a vueltas con las incógnitas. Los lectores habrán oído decir día si día también, que el mayor problema sobre la Covid-19 es la falta de información. Pues no sé qué decir al respecto, porque si falta de información es la friolera de 84.000 artículos publicados en 2020 sobre el tema, yo diría que información no es precisamente lo que falta (entre con Covid-19 en la base de datos PubMed, https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/). Lo que falta es procesarla, y ahí me temo que nuestros «expertos» no están por la labor. Y algo extraordinariamente importante, entre esos 84.000 artículos, no se ha establecido aún el origen del SARS-CoV-2. Así difícil va a ser tomar medidas para prevenir los efectos de un hipotético SARS-CoV-3.
En resumen, estamos muy probablemente en el principio del fin de la pandemia. Caerán muchos aún, pero que al menos no sea en vano. Los gobiernos deben aprender de esa durísima y costosísima tragedia sanitaria, socioeconómica y psíquica. Los recursos que se pretendan ahorrar en Salud y en Investigación, se pagarán con creces y desproporcionadamente. Distingan entre gasto e inversión, y rodéense de los mejores. No quieran ser los más altos rodeándose de enanos. Hay gente muy preparada en todos los campos pero posiblemente no dispuesta al juego político. Mucha suerte a todos.
Josep Lluís Domingo es director del Centro de Tecnologia Ambiental Alimentaria y Toxicológica de la URV, TecnATox. Forma parte del reducido número de profesores universitarios del Estado español que son coeditores o editores de una revista científica internacional: ‘Food and chemical toxicology’. Está entre los investigadores más citados del mundo. Thomson Reuters lo incluyó en el listado Highly Cited Researcher.