Me decía un viejo amigo – luchador antifranquista y defensor a ultranza de la causa constitucionalista– al conocer los últimos resultados electorales de Cataluña: «Bueno, ya ves, más de lo mismo. Aquí desde que se dejó que Pujol y el nacionalismo se hicieran hegemónicos las cosas no cambian, tendremos que seguir luchando contra el fanatismo y el desquiciamiento independentista de siempre. No nos queda otra».
Tenía razón. Me dio entonces, por retroceder a los resultados electorales de unas décadas atrás y comprobé, como en las elecciones al Parlament de 1984 con un total de 2.892.486 votantes, CiU obtenía:1.346 729 , ERC: 126. 943 y la Entesa Nacionalistes d’Esquerra; 35.945 votos, es decir, el nacionalismo obtenía en total 1.509. 617 votos y 72 diputados. En las pasadas elecciones del 14-F, con un total de votantes de 2.874.610, prácticamente los mismos que en 1984, el independentismo (ERC, JxCat, CUP, PdeCAT y otros minúsculos partidos independentistas) obtenían un total de 1.456.000 votos y 74 diputados. Es decir, treinta y siete años después y teniendo en cuenta la incansable y manipuladora labor de TV3 (lean el libro de Sergio Fidalgo al respecto) y del resto de medios de comunicación nacionalistas, después de la inmersión lingüística, de las políticas adoctrinadoras en la educación y de una incesante propaganda, estamos con muy escasas diferencias en las mismas cifras, lo que significa que en el fondo el nacionalismo apenas ha avanzado, salvo en extremar sus exigencias, su agresividad y su violencia.
A pesar de esto los separatistas, ahora nos siguen contándonos milongas sobre su irrefrenable ascenso, cuando en realidad han obtenido uno de los peores resultados de su historia en votos censales (27%), la suma de sus porcentajes parlamentarios se quedan en el 48,1% (51,5% si contamos al PdeCAT y al resto de pequeños partidos independentistas que han quedado fuera). Esa es la realidad.
Eso sí, Cataluña bajo el nuevo gobierno que se constituirá, con la fórmula que sea (con el PSC y los comunes o sin ellos) por eso muchos han dejado de votar, seguirá con su golpe de estado permanente, con su obsesión de disgregar España, imponiendo su voluntad en la política catalana, seguirá en suma con su dictadura blanca (ya muy ennegrecida) que dijo Tarradellas, impidiendo que pueda reinar aquí la libertad, la democracia y la igualdad de derechos.
Ahora tendremos un Parlament algo más atomizado, pero el escenario político respecto a los bloques presenta rasgos de cierta continuidad. Hemos podido constatar también, en estas elecciones, que el voto de centro y de derechas constitucionalista, es muy cambiante, y el voto que te doy hoy te lo puedo quitar mañana (lo hemos visto con la debacle de Cs y en menor medida del PP y con la formidable irrupción de Vox). Mientras en la izquierda y sobre todo en el nacionalismo el voto se mueve mucho menos.
Si se hace un análisis pormenorizado de la altísima abstención que ha tenido lugar en estas elecciones se verá que esta ha beneficiado claramente a las opciones separatistas pues, los feligreses nacionalistas acuden a las urnas como los creyentes a la misa dominical, difícilmente faltan a su cita. Están mucho más movilizados que los votantes constitucionalistas. En Tarragona ciudad, por ejemplo, la participación en los barrios obreros de Ponent: Bonavista, Campo Claro o Torreforta, barrios donde se vota de forma abrumadora al constitucionalismo, la participación se ha situado en el 40%, mientras en las zonas más acomodadas y pequeño-burguesas de la ciudad como la zona de Llevant o los diversos Eixamples, de voto mayoritariamente nacionalista, la participación se ha situado en el 60%, es decir, un diferencial de veinte puntos. Lo que pone de manifiesto, como decía, que al movilizarse mucho más el separatismo este sale claramente beneficiado. Pero, este hecho, pone también de manifiesto que el constitucionalismo sigue teniendo un importante margen para crecer si los partidos constitucionalistas son capaces de ilusionar y movilizar, alguna vez, a sus potenciales votantes, convenciéndolos de que si van masivamente a votar se puede derrotar al nacionalismo.
Después del resultado de las elecciones catalanas continuará la decadencia y la ruina de de Cataluña, aunque esto como hemos visto no parece importar a los votantes independentistas.
En otros artículos hemos analizado cómo se ha llegado a esta enquistada situación. Y la enorme responsabilidad que han tenido en ello los sucesivos Gobiernos de España. Pues, ante todo el problema de Cataluña es nacional.
Pero, dentro de este más de lo mismo, si hay algo nuevo en Cataluña, la entrada con enorme fuerza de Vox, un partido perfectamente democrático, dispuesto a combatir sin ambages al separatismo y a dar la batalla cultural contra todo lo políticamente correcto. Y al que los demás partidos y los medios de comunicación siguen etiquetando como de «extrema derecha» o fascista y quieren aplicar un férreo cordón sanitario. El candidato Illa decía hace unos días, que hablaría con todos menos con Vox, es decir hablará con los partidos que incitan a la violencia y a apedrear a Vox pero no con Vox. Todo muy democrático.
Por otro lado, PP y Ciudadanos, tendrán que hacer una profunda reflexión, pienso modestamente que deberían plantearse fusionarse en un nuevo partido o plataforma de centro derecha, Está en juego la soberanía nacional y el futuro de Cataluña. Si unos y otros son capaces de ilusionar y movilizar al constitucionalismo, no todo estará perdido.