Cuando alguien dice que la situación en España no tiene parangón, debería recordar que en un periodo de 25 años fueron asesinados tres jefes de Gobierno.
El primero, Antonio Cánovas del Castillo, en 1897, en el balneario guipuzcoano de Santa Águeda. El segundo, en 1912, el liberal José Canalejas, mientras contemplaba el escaparate de una librería de la Puerta del Sol. El tercero, Eduardo Dato, en 1921, conservador, cuando circulaba en coche por la Plaza de la Independencia de Madrid.
Las medidas de seguridad no eran entonces estrictas. Alfonso XIII (1902-1931) sufrió tres atentados, sin contar lo ocurrido el día que, al dirigirse al Congreso para ser investido, un individuo abrió la portezuela de su coche y entró. El rey, de 16 años, le atizó un puñetazo.