Andorranos todos

Cada uno sabrá cómo tiene que cubrirse frente al futuro, para no venir luego a mendigar compasión

03 febrero 2021 10:30 | Actualizado a 03 febrero 2021 10:32
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Con un inmejorable sentido de la oportunidad, a algunas de las personas más populares entre nuestros jóvenes les ha dado no sólo por escurrir el bulto del fisco patrio, sino por hacer una apología de la deslocalización tributaria. Aquel que se lo puede permitir, viene a predicar a sus fieles, y de rebote al resto, hace muy bien en mudarse a donde sea para no pagarle impuestos al país donde se educó y creció –en todos los sentidos–, que le garantizó desde la infancia la seguridad, la libertad o la salud y que sigue garantizándoselas a muchos de sus amigos y seres queridos y a buena parte de la clientela de la que uno vive.

Que alguien quiera disfrutar durante al menos 184 días al año de las delicias y los vastos horizontes andorranos es cosa suya, forma parte de su libertad de elección y si es capaz y no le pillan diciendo que lo hace mientras en realidad no pierde una ocasión de volver a casa, aquí paz y después gloria. Tiene derecho a hacerlo, con arreglo a las leyes vigentes, así que nos puede ahorrar todos los argumentos éticos para justificar su postura, incluso para intentar convencernos de que es lo más justo, vista la voracidad del fisco español y el derecho preferente que tiene a invertir sus ganancias en yates –uno así ha llegado a declararlo– y no en ponerle un pupitre a un chaval que no puede pagárselo o darle un respirador a un enfermo crítico.

Gozar durante mucho tiempo del favor del público es difícil, y hacerlo mientras uno pasa pantallas de videojuegos es una apuesta que cada año que va cumpliendo el jugador se torna más comprometida. Ya sabrá cada uno de ellos cómo tiene que cubrirse frente al futuro, para no venir luego a mendigar la compasión de la sociedad a la que uno se permitió volverle olímpicamente la espalda. Quedaría ligeramente mezquino y desairado, por muy legal que fuera.

Lo que a algunos nos pasma es que haya quien les compre sus argumentos y salga en su defensa, con tal de mantenerlos en los altares de su particular olimpo. Aceptaremos que no los podemos condenar, ya que no hacen nada ilícito y mientras no lo hagan. Pero los héroes y los ídolos, en buena lógica, están en cualquier sitio menos allí donde se juntan los desertores.

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