Apesar del reguero de muertes que dejaba la Covid-19 y del parón que el confinamiento representó para la actividad productiva, en aquellos primeros meses de pandemia cundía en el ambiente un cierto aire de optimismo. Pensábamos que de todo aquello no podía sino salir un mundo mejor. Avalaban esos argumentos la solidaridad de jóvenes que se ofrecían a hacer la compra a sus vecinos mayores, los aplausos con que premiábamos a los sanitarios, el reconocimiento como ‘esenciales’ a trabajadores antes ninguneados, el descubrimiento de las cosas que realmente importan... Pero ha bastado una vuelta a algo parecido a la normalidad para comprobar que el mundo no solo no es un lugar mejor, sino que estamos peor que antes. Basta leer el informe anual referente al 2021 de Amnistía Internacional para corroborarlo: «Los grandes poderes económicos y políticos mundiales traicionaron las promesas de una recuperación justa de la pandemia al anteponer sus intereses al bien común», dice la ONG. «Un dirigente tras otro prometieron ‘reconstruir mejor’ con miras a abordar las desigualdades arraigadas que exacerbaron el impacto de la pandemia. En cambio, lo que hicieron fue representar una trágica fábula de traición y codicia en connivencia con los gigantes empresariales», añade. El resultado, ya lo ven: más desigualdad, más egoísmo, más pobreza… Y, para colmo, una guerra. «Vamos hacia la extinción de la especie», dice mi hija. Y me temo que no le falta razón.
A peor
12 abril 2022 05:20 |
Actualizado a 12 abril 2022 05:43
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