En efecto, la guerra de Rusia en Ucrania acentúa la división en la ONU. Esto se debe también a que Rusia no ha aceptado su aislamiento, especialmente su suspensión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, sin oponer resistencia. Los Estados denuncian presiones y amenazas. Cualquiera que vote en contra de Rusia se convierte en un país enemigo. La suspensión, que supone la segunda en la historia del Consejo de Derechos Humanos, plantea otras cuestiones en la ONU. ¿Qué hacer con los países acusados de violar los derechos humanos? ¿Cómo de absolutos son los valores que hay que mantener? ¿Actuar o mejor no actuar
La concepción de la neutralidad, según la cual la Suiza oficial no toma partido, sigue siendo la opción preferida para muchos.
En mi opinión, la posición de neutralidad debe recaer en el pueblo, la comunidad empresarial y las instituciones. Todos ellos, y no el Estado, deberían elegir un bando.
Por su parte, otros abogan por una política de neutralidad a favor del propio conjunto de valores. Neutralidad y favor son palabras contrapuestas que, en esta ocasión, se unen. Y para otros, existe un camino más claro, exigiendo a las empresas una actuación moral, pues simplemente no hay negocio correcto en una guerra equivocada. Las empresas deben retirarse de la Federación Rusa. La obligación de suministrar en la que se apoyan las mismas no es más que una excusa. No obstante, las duras sanciones, combinadas con la propaganda rusa, podrían dañar la relación de Occidente con el pueblo ruso durante generaciones. El aislamiento político y económico requiere también fomentar la libertad de información en la Rusia autoritaria.
Kiwix, la herramienta suiza que elude la censura rusa, ha rechazado la idea de ofrecer una selección de artículos rusos sobre la guerra, para su descarga, por considerarlos demasiado militantes. La contención, más que la confrontación abierta, es también la herramienta elegida por muchos pequeños medios de comunicación rusos en el extranjero. ¿Sobre qué escriben y en que tono? Mientras, los medios de comunicación repasan los acontecimientos en la zona de guerra, pero también pretenden averiguar cómo la guerra en Europa está cambiando la imagen de la población, sobre política de seguridad y cooperación internacional.
En el transcurso del siglo XX, el derecho de neutralidad, en su definición más estricta, dio paso paulatinamente a una política de neutralidad voluntaria: los Estados neutrales se comportan en política exterior de manera que otros países confíen en su neutralidad y sepan que se mantendrán al margen, en caso de un conflicto. Numerosos Estados europeos que antes eran neutrales, como Bélgica, Dinamarca o Noruega, son miembros de la OTAN, una alianza, como es sabido, de defensa militar. Algo que estaba totalmente prohibido según el derecho tradicional de la neutralidad.
Suiza, por su parte, también ha estado cooperando con la OTAN, pero no es miembro. Busca cooperación militar, con el objetivo de ejercer su capacidad de colaboración con otros países. En caso de emergencia, quiere poder defenderse, junto con los países vecinos. La neutralidad y la cooperación militar, hasta cierto punto, no son necesariamente incompatibles.
En resumen, unos consideran que la neutralidad es un imperativo ético, mientras otros critican la actitud pasiva.