En pleno encierro obligado por la pandemia, el Espai Jove Kesse, como tantos otros equipamientos, convirtió toda la actividad que pudo en virtual. En ese contexto los encargados de los talleres para jóvenes, independientemente de cual fuera el tema al que se dedicaran, se encontraban con algo en común: una gran necesidad, por parte de las y los chicos, de hablar.
Ofrecer un sitio donde escucharles fue precisamente lo que motivó la creación del Kesse t’escolta. Jordi Rodríguez, encargado del proyecto, explica que en un principio pensaban que las preocupaciones que atenderían estarían relacionadas con las pandemia, pero enseguida se dieron cuenta de que «la pandemia era solo la excusa o el desencadenante; había cosas más profundas».
Las relaciones están en el primer lugar de la lista de las preocupaciones de los que van al servicio
Ha sido abrir la puerta y que la demanda no deje de crecer. De hecho hasta septiembre de este año habían atendido a unas 70 personas; tantas como las que acudieron todo el año pasado.
Aunque Rodríguez es psicólogo, lo primero que aclara es que el programa no es un espacio de terapia psicológica, sino de un servicio de apoyo y acompañamiento emocional. Se trata de un espacio de atención individual y confidencial donde conversar sobre cualquier duda, preocupación, malestar o inquietud.
«Aquí no hay juicios ni diagnósticos», explica. Se trata de un espacio de prevención, aclara, aunque si se detecta que alguien necesita ayuda especializada se le orienta sobre cómo buscarla.
Relaciones, lo que más preocupa
Aunque el servicio, gratuito está dirigido a jóvenes de 12 a 35 años, el grupo más numeroso de usuarios está al principio de la veintena, seguramente porque es una edad en la que se enfrentan nuevas realidades y hay que pensar en el futuro. Las reuniones son presenciales, pero también hay la posibilidad de realizarlas de manera virtual; opción que eligen en torno al 15%.
Una de las virtudes del espacio es que no se encuentra en un centro educativo o sanitario, lo que hace que los jóvenes se sientan cómodos. El principal motivo por el que acuden tiene que ver con las relaciones: con la pareja, la familia, los amigos, con ellos mismos... Pero también acuden para hablar de identidad sexual y dependencia de sustancias o de la tecnología, entre muchos otros.
La primera pregunta es: ¿qué haces aquí? y a partir de allí de lo que se trata de poner al joven frente al espejo. «Muchas veces ante una dificultad se quedan parados y lo que tratamos es de que entiendan lo que aquella situación les hace sentir y cómo puede ser una oportunidad para buscar otros caminos». Muchos de los chicos que acuden lo que más valoran es haber encontrado un momento para parar «muchos hablan de salir de la rueda de hámster».
Con todo, explica, hay casos en los que quienes acuden necesitarían poder ir a un psicólogo y no tienen la posibilidad; bien porque no pueden pagar un psicólogo privado o porque en la sanidad pública las visitas no tienen la frecuencia que necesitarían. «Cifras como las del suicidio nos alertan como sociedad, pero si no apostamos y ponemos recursos no hacemos nada», advierte.
Con más de 30 años de experiencia con jóvenes apunta que los adultos también tendríamos que mirarnos y ver cómo estamos trasladando nuestras propias angustias a los jóvenes. «Somos adultos portándonos como adolescentes, hay que desdramatizar», termina.
El servicio:
Para acceder al Kesse tescolta se puede conectar a través de la web de Tarragona Jove. También es posible a través de la App Hub Jove, puesta en marcha recientemente por el Ayuntamiento de Tarragona, donde además se pueden apuntar a otros servicios de salud emocional como el Aula d’Autocures.