Empresarialización. Es la palabra que mejor define la transformación de los grupos criminales que se dedican al tráfico de drogas. Durante los últimos años, sus esfuerzos se han centrado en limar y perfilar sus estrategias para obtener un mayor retorno: desde acudir a la ingeniería para ‘tunear’ las plantas de cannabis hasta analizar el número de personas que deben ir en una narcolancha de hachís para que pese menos, sea más aerodinámica y consuma una menor cantidad de combustible.
Y es que la organización de las bandas que actúan en Tarragona está pensada al milímetro. Todo por el dinero. Todo por la rentabilidad, con sangre fría y sin ningún tipo de rubor. «Desde hace ya unos años, nos dedicamos a atacar a estos grupos no solo desde el punto de vista de la droga, sino también logísticamente y económicamente», afirma el jefe de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Tarragona, Héctor Muñoz.
Cannabis: jardineros encerrados
En el caso de la marihuana, como ya analizó el Diari, la idea de las plantaciones ‘atomizadas’, más puntos de cultivo y más pequeños, supone una decisión empresarial para minimizar el riesgo de detección policial, maximizar los beneficios y hasta sextuplicar el precio en la zona norte de Europa.
«Estamos hablando de estructuras que son montadas y dirigidas por ingenieros agrónomos que calculan exactamente qué producto debe suministrarse, qué raíces, muchas de ellas manipuladas genéticamente, deben plantarse...», manifiesta el jefe de la Unitat d’Investigació del Àrea Bàsica Policial (ABP) del Tarragonès, el subinspector Marc Bayón.
«No podemos permitir que las bandas delictivas echen raíces en el territorio», Marc Bayón, jefe de la Unitat d’Investigació de la ABP del Tarragonès
«Detrás de cada plantación, aunque parezca que no, hay una estructura que encaja perfectamente con las tendencias del crimen organizado», añade. Tanto por la ubicación de los puntos como por su infraestructura: más pequeña en los últimos tiempos para evitar grandes olores, fraudes de electricidad y, en consecuencia, intervenciones policiales y narcoasaltos.
Los puntos de plantación se componen de, normalmente, un par de integrantes: además de ingenieros que manipulan genéticamente la planta, o personas con conocimientos en materia logística, están los ‘jardineros’, muchos extranjeros traídos de sus países de origen y que pasan meses encerrados cuidando del cultivo, con una infraestructura que va desde la instalación hasta los focos de iluminación, los aires acondicionados, los ventiladores, etc.
Las inversiones más tecnificadas llegan a rondar los 90.000 y los 100.000 euros, con las últimas modas: LED, filtros con extracción de aire... para recuperar lo invertido en menos de un año, en el que ya se producen entre tres, cuatro y hasta cinco cosechas.
Cannabis: ¿cuánto se cobra?
Sobre el salario que se les paga, no hay cifras objetivas, pero gira alrededor de los 10.000 euros en un período de seis meses.
En este sentido, Bayón analiza que «hay personas que nunca habrían tenido ningún tipo de relación con organizaciones criminales y que igual a raíz de que la marihuana requiere determinados conocimientos en ingeniería o electricidad, a una persona con una actividad lícita y regulada se le paga un importe mayúsculo para ayudar a montar una instalación, y la persona se ve tentada».
O alguien que gestione una cartera de inmuebles y ve cómo le pagan por adelantado y por encima del precio de mercado. En palabras de Bayón, «esta persona dependerá cada vez más de la organización hasta que entre a formar parte».
El aspecto económico es importante: «Sale más a cuenta cultivar marihuana que otras drogas como por ejemplo la cocaína; las organizaciones la producen o la compran en España a modo low cost y aprovechan rutas históricas del tabaco y el hachís para traficar», destaca.
En el caso de la marihuana, los grupos criminales se dividen en dos tipos: bandas criminales asentadas –muchas de ellas con la cúpula en países del este de Europa– y grupos de personas que quieren ganarse un dinero extra.
«Un piloto de narcolancha normal cobra unos 40.000 euros por viaje, y los más experimentados llegan a los 80.000», Héctor Muñoz, jefe de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Tarragona
En palabras del subinspector de los Mossos, «en Tarragona, existen organizaciones muy estables [algunas posteriormente absorbidas totalmente o en parte por bandas internacionales] que han tenido una actividad histórica, muchas de ellas autóctonas, que se dedicaban a otras actividades y han ido mutando hacia este fenómeno, ya que no dejan de ser empresas, obviamente ilegales, que buscan el mayor beneficio para diversificarlo».
Algunas de las agrupaciones criminales internacionales que producen en Tarragona eran antiguas compradoras y se pasaron a la producción al ver la rentabilidad existente en la zona. «En todas las organizaciones criminales que estaban muy especializadas en cualquier fenómeno, acabamos encontrando la marihuana», expresa Bayón.
Esta cuestión es transitoria, pues es posible que en algún momento estalle el boom del cannabis. No obstante, este tipo de grupos mantienen una capacidad de adaptación camaleónica y no tendrían dificultad alguna de mutar hacia otro tipo de actividad delictiva: «No podemos permitir que echen raíces en el territorio y puedan tener controlado el fenómeno de la producción, la logística y los contactos necesarios», remarcan los Mossos.
Hachís: criminales ‘famosos’
En el caso del hachís, las organizaciones que dirigen la totalidad de la ruta están alejadas del país, pero sí que hay puntos de criminalidad local para guardar el material o ayudar a descargarlo.
En las narcolanchas que vienen desde Marruecos, lugar de producción, van entre dos y tres o como mucho cuatro personas, que incluyen al piloto y algún reserva o mecánico.
Transportan la droga y víveres que pueden suministrarles otros barcos por el camino: «Son barcas muy potentes que pueden estar unos días en alta mar, que van a más de 100 kilómetros por hora, que gastan una barbaridad y que son difíciles de parar, pero también muy vulnerables cuando desembarcan», desvela Bayón.
«Las narcolanchas aún son el principal instrumento para el traslado de hachís», Álvaro García, fiscal general del Estado
En Tarragona, tal y como señala Muñoz, «se han detectado tanto grupos que tienen capacidad para transporte como grupos que no, que simplemente es distribución, y que la parte del transporte marítimo la subcontratan». Se realizan todo tipo de artimañas, como introducir balizas de seguimiento en los fardos para controlar que la carga llega a su destino.
«Las narcolanchas siguen siendo el instrumento principal para el traslado de hachís desde Marruecos y proliferan por toda la costa», asume la memoria del fiscal general del Estado, Álvaro García. En este sentido, Muñoz insiste en que «la Guardia Civil investiga desde hace tiempo las empresas o entramados que utilizan las organizaciones criminales para comprar los cascos o traer los motores».
Hachís: ¿cuánto se cobra?
Según Muñoz, «un piloto normal cobra sobre unos 30.000 o 40.000 euros por viaje, mientras que alguno más experimentado puede llegar hasta los 60.000 y 80.000», ya que hay determinados conductores de lanchas que son conocidos en el mundo de la droga y cuyo caché es mayor.
«Para muchos, es una apuesta segura, ya que saben introducirse mejor en lugares de playa y tienen menores probabilidades de quedarse embarrado; algunos cobran una mayor cantidad porque se arriesgan más para no perder la carga...», comenta.
Tanto en el negocio de la marihuana como el del hachís, los grupos criminales están apostando por reinventarse y adoptar nuevas estrategias para incrementar su margen de beneficios.