«He venido para recibir al Rey como español que soy y porque estamos en España. Es nuestro rey y lo quiero mucho, y además, somos de la misma quinta, del 68», decía Juan Miguel López, un antiguo militar, vecino de Tarragona, que se plantó a las puertas del monasterio de Poblet a la llegada de Felipe VI y Letizia, sosteniendo una pancarta con el reclamo de ‘Bienvenido’. A unos metros de allí, Josep Maria Canals: «Soy republicano y en Catalunya no tenemos rey. Viene de escondidas a visitar este rincón de la Conca de Barberà pero no se atreve a ir a ninguna gran ciudad. Lo que no entiendo es por qué los monjes tienen que recibir a este impresentable». Y así, entre gritos de «Viva España» y «Majestad, no nos dejes solos», contrapuestos a «fuego al Borbón» o «Borbón, al paredón», el contraste de ideologías rompió la calma monacal y bucólica de las montañas de Poblet, en una mañana de tensión únicamente puntual, sobre todo en los alrededor del restaurante El Fonoll y en los accesos al monasterio, fuertemente blindados por los Mossos.
Los partidarios del monarca –apenas una decena de personas, algunas de ellas simpatizantes de Vox– eran minoría frente a alrededor de mil manifestantes independentistas que partieron desde L’Espluga de Francolí, para recorrer los dos kilómetros hasta Poblet. Hubo un amago de enfrentamiento cuando ambas facciones coincidieron en el mismo sitio, pero no fue a más. La concentración más numerosa, la convocada por la ANC, Òmnium Cultural y los CDR solo pudo llegar a los alrededores del templo, no sin momentos de tensión también con los Mossos, que tuvieron que dar algunos golpes de porra para mantener el cordón policial. De hecho, se llegó a detener a una persona, acusada de un delito de robo con violencia, al sustraer la tablet con la que estaba trabajando un agente, y otros desórdenes públicos. El arrestado, de 30 años y vecino de Montblanc, fue puesto en libertad ayer por la tarde.
«Catalunya no tiene rey»
Los lemas en pancartas iban de ‘Catalunya no tiene rey’ a ‘Somos republicanos’ o ‘fuera monarquía’. Dentro del monasterio, igualmente protegido por las fuerzas de seguridad, llegaba el ruido de protesta desde fuera y la canción 'Bella Ciao', invitando a un adiós a alguien que no es bienvenido para una parte de la población.
La visita fue relámpago, de apenas hora y media, y siempre acorazada, sin contacto con ciudadanos ni turistas, como sí ha sucedido en otras comunidades en esta gira real, acaso también para proteger a Felipe VI de cualquier imprevisto en plena tormenta por las informaciones sobre el Rey Emérito. En las poses para la foto, junto a la entrada al monumento, apenas una pregunta desde la lejanía de un periodista sobre si habría tomado alguna decisión respecto a las acusaciones que pesan sobre Juan Carlos I; una cuestión que, por supuesto, no obtuvo respuesta en mitad del férreo protocolo.
Con el monasterio blindado en su perímetro casi como un castillo, la intención también parecía evitar imágenes incómodas, de forma que Sus Majestades no se cruzaron con sus detractores. Felipe VI –en traje y corbata, con camisa azul– y Letizia –con un vestido veraniego celeste diseño de Pedro del Hierro– llegaron a través del aeropuerto de Reus, donde fueron recibidos por el Ministro de Sanidad, Salvador Illa, y la delegada del Gobierno en Catalunya, Teresa Cunillera. No asistió ningún representante del Govern de la Generalitat. Eduard Sallent, comisario jefe de los Mossos d’Esquadra, sí estuvo presente. Precisamente el presidente catalán, Quim Torra, le ha pedido un informe sobre los incidentes.
Al llegar al complejo religioso, a Felipe VI y Letizia les recibió el abad, Octavi Vilà, y el prior, Rafael Barruè. Fue una visita exprés, con el brutal despliegue de la comitiva real, pero sin parlamentos, reproduciendo el recorrido clásico de todo turista en el monasterio de la Conca de Barberà: el lagar, convertido en sala de exposiciones con la muestra de Josep Guinovart, la bodega, la cocina, el refectorio, la biblioteca, los antiguos dormitorios, la sala capitular o la iglesia, así como el Panteón Real. Recorrieron con especial atención el claustro, donde se acercaron hasta la fuente del patio central. Allí el abad les explicó algunos detalles arquitectónicos del edificio.
Los reyes firmaron en su libro de honor, donde Felipe VI dejó plasmado su reconocimiento a Poblet como lugar que reúne mucha historia y que siempre guardará «una parte importante de nuestra reserva espiritual y custodiará algunos de los antiguos reyes de la Corona de Aragón». La firma incluso incluyó una despedida en catalán: «Amb tot el nostre agraïment i reconeixement».
La visita fue más allá de ese tour autonómico que están haciendo desde la Casa Real para impulsar el turismo nacional y tuvo un fuerte simbolismo. Poblet no es un centro de culto cualquiera. La abadía cisterciense fue levantada en 1134. Es el panteón de algunos de los reyes de la Corona de Aragón, como precisamente recordó Felipe VI en el libro de honor. También están enterrados los condes de Barcelona. Felipe VI es el actual conde de Barcelona y visitó las tumbas de sus antecesores. En la abadía está también el archivo de Josep Tarradellas, presidente de la Generalitat durante la Transición. Los Reyes se detuvieron en algunas de las cartas que intercambiaron el anterior jefe del Estado y Tarradellas en febrero de 1981. Es la primera vez que los monarcas visitan Poblet, un lugar que es Patrimonio de la Humanidad, aunque Felipe ya había estado como príncipe.
Una reunión con la comunidad benedictina que vive en el complejo monacal, formada por unos 20 monjes, puso el broche a una visita que no abandonó el ambiente de crispación hasta que no enfiló las sinuosas carreteras de la Conca el último coche de la larguísima comitiva real. Hubo nuevos cánticos y consignas contra la monarquía y los antidisturbios de Mossos procuraban la separación entre los partidarios de la Corona y los grupos independentistas. Por entonces, y mientras empezaba a llover con fuerza, el Fonoll, el emblemático restaurante frente al monasterio, había hecho su agosto con el trasiego de prensa, seguridad y curiosos.