Técnicos y expertos exigen un plan estratégico para definir la Tarragona del futuro

El ‘Diari’ habla con colegios profesionales, sociólogos y catedráticos sobre las prioridades de los próximos años

04 marzo 2023 19:56 | Actualizado a 05 marzo 2023 07:00
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Tarragona no está exenta de los retos marcados por la Carta de Leipzig sobre Ciudades Europeas Sostenibles, que rige los requisitos para optar a fondos Next Generation y establece que la transformación de las urbes debe incluir las dimensiones social, ambiental y económica, a la que suma la digitalización.

Una tarea cuyo abordaje, explican las autoridades europeas y reafirman todos los expertos, requiere contar con un modelo de ciudad y un plan estratégico bien alineados, bien trazados y consensuados entre los diferentes actores que conforman la ciudad, pues de su gestión dependerá en gran medida la calidad de vida de las personas que habitan en esa ciudad.

Y es este el principal reto que afronta Tarragona. «Sin un modelo de ciudad y sin un plan estratégico que marque los objetivos y la forma de alcanzarlos es imposible que una ciudad avance. Y si lo hace lo hará como un pollo sin cabeza, sin un norte», sostiene Kepa Korta, director del plan estratégico de San Sebastián y quien ha asesorado a Reus en el plan en el que está trabajando la ciudad vecina.

En esta misma línea, el sociólogo Ángel Belzunegui se lamentaba hace unos días en estas mismas páginas de que «sin un plan estratégico ni un modelo de ciudad consensuado no hay un horizonte, vamos con las luces cortas: arreglamos esta calle, aquella acera..., pero no miramos a largo plazo.

El problema es que hay ciudades que aún no saben qué quieren ser». Y añadía que un plan donde se establezcan las líneas maestras de la ciudad «necesita consenso». Y este es otro de los grandes retos: «Tarragona no los ha construido y es una ciudad muerta», concluía.

Lo resume Sergio Nasarre, catedrático de Derecho Civil en la URV: «El POUM es una herramienta más que debe ir en armonía con el plan de vivienda, el plan de movilidad, los planes especiales y todas las medidas relacionadas con la organización o planificación de la ciudad, ya que eso permitirá lograr el modelo de sociedad que se impulsa». Sí, tener un plan, saber qué quiere ser, es el primer gran reto de Tarragona y el que condiciona todos los demás.

Coser y conectar el centro de la ciudad con los barrios periféricos

La configuración de Tarragona, con barrios descosidos y a una gran distancia del centro, representa un hándicap para que se pueda sumar a ese ideal que muchos urbanistas han dado en llamar «la ciudad de los quince minutos», esa que permite a un ciudadano tener garantizadas las seis necesidades esenciales –vivienda, trabajo, compras, educación, salud y ocio– con traslados de un cuarto de hora.

El arquitecto Juan Alayo, defensor de la ciudad densa, critica el modelo de Tarragona porque «en el momento en que la ciudad se va expandiendo, cumple peor con su cometido de accesibilidad, de tenerlo todo a mano, además de que vivir con baja densidad requiere enormes gastos públicos». En este sentido, uno de los grandes retos que tiene Tarragona es el de coser el centro de la ciudad con los barrios, un desafío que estaba en todos los programas electorales y en el que se ha avanzado –en el caso optimista de que se haya hecho– muy poco.

De hecho, Sergio Nasarre recuerda en el Pla d’Habitatge que existe un plan recogido en el POUM y aprobado en pleno en 2018 que apostaba por la creación de nuevos polos de actividad capaces de atraer funciones de centralidad hacia Ponent de modo que ejercieran como elementos articuladores entre el centro y los barrios; la previsión de nuevos crecimientos capaces de recuperar y completar con equipamientos, espacios libres urbanizados y residencia los tejidos urbanos desarticulados e inconexos; la transformación de los barrios en ciudad, mediante la creación de espacios públicos de calidad (bulevards, plazas y parques) y equipamientos cívicos susceptibles de generar centralidades a escala de barrio.

«Una de las tareas primordiales –sostiene Nasarre– es la superación de las barreras psicológicas, por lo que hay que promover motivos de comunicación y de desplazamiento de población entre las diferentes zonas de la ciudad de manera regular, lo que aumentará la cohesión social y el sentido de pertenencia a la ciudad».

Garantizar la accesibilidad de edificios donde vive gente mayor

El 20% de los habitantes de la ciudad de Tarragona tiene más de 65 años, un porcentaje que irá en aumento en los próximos años. Y esto hace del envejecimiento de la población uno de los grandes retos que deben afrontar los gestores públicos.

«En San Sebastián –dice Kepa Korta– nos dimos cuenta de ello y vimos la necesidad de actuar, sobre todo en zonas donde vive más gente mayor sola. Allí hacen falta súpers de barrio, cafeterías, espacios donde la gente mayor se encuentre con otras personas como ella, lugares que sirvan para crear vínculos».

Arquitectos como Ana Montalbán sugieren «habilitar sitios públicos donde las personas mayores puedan reposar y socializar». Poner más bancos en las calles y los paseos es una recomendación. «Pero han de limpiarlos, porque hay algunos con tantos excrementos de paloma que impiden sentarse», se quejan dos jubilados que transitan por la Rambla Nova de Tarragona.

Sergio Nasarre habla además de la necesidad de garantizar la accesibilidad en los espacios públicos y en los edificios privados. «No puede ser que haya personas mayores atrapadas en sus casas porque no tienen ascensor y no pueden bajar a la calle». Así, este experto recomienda identificar las áreas o barrios con más problemas de accesibilidad e incentivar y promover su adecuación a las exigencias de la población.

También habla de adecuar los servicios de atención domiciliaria para atender las necesidades de la gente mayor que vive en sus domicilios. O de impulsar redes de apoyo para fomentar la solidaridad entre los vecinos de una comunidad y crear comunidades más inclusivas.

En este sentido, habla de potenciar experiencias como las viviendas compartidas entre gente mayor e incluso dando cabida a jóvenes que establezcan vínculos con los ancianos y de alguna forma estén pendientes de ellos. Se trata, en definitiva, de que la administración tenga en cuenta a la hora de planificar cualquier cambio en la ciudad a las personas mayores para evitar su exclusión.

Facilitar a los jóvenes el acceso a la vivienda en el centro de la ciudad

Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta Tarragona es el de la pérdida de gente joven que abandona el centro de la ciudad para instalarse en barrios periféricos o en poblaciones vecinas, como La Canonja, Atafulla o Vila-seca, entre otras, como consecuencia de la imposibilidad de acceder a una vivienda asequible o porque los inmuebles del centro no les ofrecen las características que una familia joven demanda –ascensor, parking, espacios abiertos y parques a los que pueden salir con los niños...–.

En este sentido, el experto en vivienda Sergio Nasarre cuenta que «hay un plan de vivienda del Ayuntamiento que se encargó a la Càtedra de l’Habitatge de la URV con muchas propuestas, un plan que se aprobó pero que hasta el momento no se ha puesto en marcha».

Nasarre, nada partidario de sancionar y multar, apuesta por medidas dirigidas a incentivar y posibilitar la disponibilidad de viviendas. «Hay una gran parte de edificios en el centro envejecidos y vacíos, que no están actualizados, porque los propietarios tienen pocos incentivos y recursos para acometer las reformas necesarias. Aquí se necesita un trabajo enorme por parte del Ayuntamiento, que tiene que arremangarse: ver quiénes son los propietarios y hablar con ellos, estudiar qué limitaciones urbanísticas hay, si les sale a cuenta rehabilitarlos... y acompañarles y darles facilidades. Por ejemplo, mediante la masovería urbana, arregar y acondicionar el piso sin coste para el propietario pero con la condición de dejar que alguien viva allí durante el tiempo que dure el valor de la obra, o s ea, alquileres a cambio de servicios. También hay que facilitar nuevas formas de tenencia, más allá de la compra o el alquiler. Asimismo, que el Consistorio otorgue microcréditos sin intereses a los jóvenes para pagar la fianza y el primer mes de alquiler para que se puedan emancipar. Fórmulas y propuestas hay muchas y están en el plan de vivienda, pero lo primero de todo y fundamental es que el Ayuntamiento tome coinciencia de este problema».

Creación de empleo para retener el talento y a los jóvenes

Rejuvenecer la población cuando la tendencia es al envejecimiento pasa de forma inexorable por ofrecer a los jóvenes argumentos atractivos para quedarse en la ciudad. En este sentido, favorecer su empleabilidad con trabajos dignos y bien remunerados es un reto ineludible para los ayuntamientos. Y, como es obvio, lo primero que tiene que hacer la administración es tener un plan.

«Tarragona debe decidir si quiere ser una ciudad dormitorio de Barcelona, donde los jóvenes encuentran buenos empleos cualificados, o apuesta por atraer empresas y talento que a su vez ejerzan como polos de atracción», dice Nasarre. A modo de ejemplo, Kepa Korta cita que «San Sebastián apostó en su modelo de ciudad por la ciencia y hoy es un referente mundial en esta área, han surgido muchas empresas científicas y profesionales de mucho prestigio internacional se han asentado en la ciudad. Es cuestión de apostar».

Además los expertos hablan de que el papel de la administración debe ser el de facilitador de la llegada de empresas que refuercen el modelo de ciudad. Y entre estas facilidades citan la necesidad de reducir la burocracia y de agilizar los tiempos y los trámites de las licencias u ofrecer incentivos fiscales a las compañías que se asienten en la ciudad.

En la misma línea se expresa el presidente del Col·legi d’Arquitectes, Jordi J. Romera, quien considera que la ciudad de Tarragona «debería creer y apostar por una estructura metropolitana vinculada a municipios como Vila-seca, Reus, Salou y Cambrils.

Se trata de un continuo disperso y de un único mercado laboral. La presión urbanística y poblacional existente en el área metropolitana de Barcelona invita a la descompresión pensando en una nueva área bien dotada de servicios y muy bien comunicada con Barcelona como la nuestra. Prácticamente creemos en un desplazamiento de centralidad de Catalunya hacia el sur», afirma.

Encaje de una inmigración que es necesaria y que seguirá llegando

La inmigración es consustancial a la ciudad y ha significado una aportación de gran valor, factor de crecimiento económico y de innovación. Y lo sigue siendo hoy. Sí, los beneficios que aporta la inmigración a la ciudad son notables; entre otras cosas, ha permitido la ocupación de todo el espacio terrestre y la mejora de las condiciones de vida, contribuyendo al mantenimiento de la población en algunas ciudades –Tarragona es un ejemplo, tras quedar diezmada en la Guerra del Francés– y el desarrollo de su actividad económica, además de suponer una gran riqueza cultural y social.

Pero la incorporación e integración del inmigrante a la vida urbana no ha estado exenta de conflictos. Ni a lo largo de la historia, ni en la actualidad. Por ello lograr su encaje en la sociedad de la manera más natural y evitando en la medida de lo posible la conformación de guetos es un reto no menor, pues de él depende en gran medida el futuro de las ciudades y la convivencia pacífica entre diferentes.

Gran parte de la solución, apunta Sergio Nasarre, pasa por «potenciar la mixticidad, en tres vertientes: la mixticidad social: promover medidas encaminadas a conseguir un tejido social diversificado, que refuerce la convivencia en un mismo territorio de diferentes grupos étnicos, clases sociales y generaciones. Eso disminuirá el nivel de segregación, gentrificación y exclusión social; en segundo plano, la mixticidad residencial, conseguir la integración a través de diversificar la forma de acceso y la tenencia de la vivienda (alquiler, pisos económicos a la venta, propiedad compartida, propiedad temporal...).

En Inglaterra –dice– he visto en el mismo edificio una parte de pisos a la venta libre, otros de tenencia compartida y otros de tipo social. Y allí convivía gente de diferentes condiciones sociales y económicas sin problema, evitando así los barrios monofuncionales; y luego estaría la mixticidad económica». En este punto, Kepa Korta habla de «la importancia de la educación para que las segundas generaciones de inmigrantes accedan ya a una formación que puede funcionar como ascensor social».

Revitalizar el centro urbano y potenciar el comercio

El centro de la ciudad debe llenarse de vida. Así de claro lo tiene el presidente de la Demarcació de Tarragona del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya, Jordi J. Romera, quien recalca que «hace tiempo que Tarragona apostó por un modelo comercial de grandes superficies que desprotegió el comercio de proximidad. Son necesarias políticas urbanas e incentivos que permitan el retorno del comercio a las calles de la ciudad. Se reduciría la dependencia del vehículo y se reconquistaría la vía pública para los vecinos. La movilidad se transformará de manera increíble en los próximos 20 años y el vehículo privado perderá mucha importancia y las ciudades deben estar preparadas para ese reto. Tarragona debe reconquistar su entorno no urbano para el sector primario, para la naturaleza y para la gente», afirma el experto.

En la misma línea se expresa Sergio Nasarre, quien lamenta la «oportunidad perdida que ha supuesto que el Ayuntamiento rechazara una ayuda europea de dos millones de euros para el proyecto Rambla Science, en el edificio del Banco de España, «que podría convertirse en un polo de atracción familiar en pleno centro, pues mientras los niños podrían estar en ese espacio pasándolo bien y aprendiendo, sus padres tendrían la oportunidad de pasear o hacer compras por el centro».

Por su parte, el presidente del Col·legi Oficial d’Aparelladors, Arquitectes Tècnics i Enginyers de l’Edificació de Tarragona (COAATT), Adolf Quetcuti, cree que el nuevo Ayuntamiento que salga de las elecciones del próximo 28 de mayo «podría centrarse en promover el desarrollo de espacios verdes, áreas recreativas y otros espacios públicos para mejorar la calidad de vida de las personas».

«El principal reto es conseguir hacer de la ciudad un espacio mucho más amable, apto para pasear, practicar el deporte, con más zonas verdes para sentarse y accesibles caminando. Una ciudad pensada para sus habitantes es también aquella que tiene viviendas sostenibles adaptadas y que dispone de entornos pensados para vivir y convivir» en el núcleo urbano.

Apostar por el patrimonio y consolidar la apertura al mar

Tarragona es sinónimo de patrimonio, un valor que genera una gran actividad económica en la ciudad, ya que no debe olvidarse que Tarraco es la única ciudad Patrimonio de la Humanidad de Catalunya. «Es necesaria la conservación y difusión de la antigua Tarraco como Patrimonio de la Humanidad.

Esto implica, a la vez, favorecer la actividad y la vivienda en el Casc Antic para hacer posible una ciudad totalmente compactada y a la vez comunicada con paseos que se conviertan en lugares amables, para pasear, hacer deporte, y desplazarse amablemente», indica el presidente del Col·legi d’Enginyers Tècnics Industrials, Anton Escarré, quien añade que, al mismo tiempo, esto facilite que «los visitantes capten, solo al llegar, que están entrando en uno de los Patrimonios de la Humanidad: lo que fue hace mil años, lo que quiere volver a ser dentro de mil más, que es una ciudad sostenible».

Por su parte, Jordi J. Romera afirma que «la ciudad debe creer en su patrimonio, respetarlo, valorarlo y protegerlo. Se protege con el uso y con el mantenimiento y con recursos. El magnífico patrimonio de Tarragona es magnético para un turismo que debería ser de calidad.

Los rendimientos de este turismo deberían repercutir directamente sobre el mantenimiento y puesta en valor del patrimonio generando un círculo virtuoso». Romera añade que «sería indolente pensar que patrimonio es solamente el legado histórico material y cultural heredado, también lo es nuestro entorno natural y paisajístico privilegiado. Apostar por cuidar el pasado y nuestro legado natural es apostar claramente por el futuro».

Por su parte, el presidente del Col·legi d’Enginyers de Camins i Ports, Joan Borràs, se centra en el objetivo de que la ciudad «vuelva a mirar al mar». ¿Cómo se logra esto? Borràs lo tiene claro: «El primer paso fue la pasarela del Port, que fue un importante paso hacia adelante, pero han pasado cinco años y ahora esto se podría completar con un nuevo ascensor en el Balcó del Mediterrani. Hay espacio para ello y podría dar cabida a diez personas», recalca.

Movilidad sostenible con la Tabacalera como nuevo eje

Sin lugar a dudas, la movilidad será uno de los ejes fundamentales de los próximos años, con la reducción del uso del vehículo privado y la entrada en funcionamiento de las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), que en Tarragona empezará por el entorno del Mercat Central y la Illa Corsini.

«Es necesario hacer un cambio radical en el transporte público. El déficit en todas las ciudades es de unos 100 euros por habitante, ya sean grandes o pequeñas», indica Joan Borràs, de los ingenieros de caminos, quien tiene claro que la ciudad de Tarragona debe escoger entre uno de estos dos modelos: «Uno más liberal y mercantilista pensado para los negocios y todo por la pasta, como es Madrid, o uno sostenible, amable y respetuoso con el medio ambiente, como es Barcelona».

Desde el Col·legi d’Arquitectes de Catalunya, Jordi J. Romera reivindica una Tarragona «que conquiste el río Francolí para su gente, donde la antigua fábrica de Tabacalera adopte un papel de nueva centralidad». En este sentido, considera que esto facilitaría «una ciudad donde desplazarse no dependa tanto del coche o la moto y dependa más del peatón, de la bicicleta o del transporte público. Eso implica recorridos seguros para las personas y las bicicletas, para llegar a las escuelas o para llegar a tu centro de trabajo aunque este se halle en un polígono industrial».

Asimismo, el representante del colegio recalca que «las ciudades suelen ser torpes cuando se trata de relacionarse con su entorno agrario y natural y deberían a empezar a entenderse con ese entorno, en lugar de separarse, protegerse o chocar».

Paralelamente, Anton Escarré, del Col·legi d’Enginyers Tècnics Industrials, apuesta por «aparcamientos vigilados con estaciones de carga en las principales entradas a la ciudad», con «transporte lanzadora de combustibles limpios hacia el centro». Asimismo, ve clave «recuperar la Via Augusta como avenida o rambla», así como «la N-340 hacia Bonavista» y «la avenida Andorra por la N-240».

Una ciudad preparada para el cambio climático ya existente

No es ningún secreto que el incremento de la temperatura que se ha experimentado a lo largo de los últimos años, así como la mayor necesidad de agua por la reducción de los días de lluvia, obligan a repensar las ciudades y a tomar medidas al respecto.

«Comporta grandes transformaciones: reducción del CO2, la falta de agua, incrementos de costes de la energía, etc... Es necesario actuar en la instalación de energías limpias y volver a pensar en la escasez de agua», afirma Anton Escarré, del Col·legi d’Enginyers Tècnics Industrials, quien añade sobre esto último que «Tarragona es muy conocedora de ello hasta la llegada del Minitrasvase del Ebro; los romanos también lo eran, y por eso alimentaban la ciudad con aguas procedentes de otras poblaciones mediante acueductos».

Por tanto, a juicio de Escarré, «hay que empezar a pensar en el almacenamiento del agua de lluvia, mediante presas en el río Francolí o el Pantano del Catllar; o la alimentación con agua del Mediterráneo». También pone sobre la mesa la necesidad de apostar por «la instalación de parques fotovoltaicos».

Sobre el cambio climático y las políticas de sostenibilidad, el máximo representante del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya, Jordi J. Romera, opina que «es necesario que estén definidas políticas claras y organizadas de mitigación y adaptación al cambio climático que sean intrínsecas al modelo de ciudad. ¿Cómo colabora Tarragona en la neutralidad climática de Europa en el 2050? ¿Con qué políticas transversales se pretende conseguir el cambio de modelo energético sin renunciar a la actividad productiva?», se pregunta el experto, quien añade que «la rehabilitación energética del parque edificado, la generalización de fuentes de energía renovables, la movilidad sostenible, las infraestructuras verdes y las soluciones basadas en la renaturalización son ejemplos de políticas que deben dirigirse hacia este objetivo». Ahora bien, Romera deja claro que este objetivo «debe ser compatible con una mayor y más cualitativa actividad económica».

Digitalización y la necesidad de agilizar la burocracia

Hablar de ‘ciudad inteligente’ en Tarragona invita de entrada a desconfiar, tras los fiascos en que se convirtieron el parking ‘inteligente’ de Jaume I y el jardín vertical de Tabacalera. Quizá por ello de entrada sea oportuno escuchar al arquitecto Eduardo Magada, que sostiene que «no existen ‘ciudades inteligentes’; a los que hay que exigir inteligencia es a los planificadores, responsables políticos y gestores de la ciudad. Una inteligencia apoyada en los principios de ahorro energético y buena calidad de vida; en definitiva, un proyecto y un gobierno que garanticen la sostenibilidad de nuestras ciudades, tanto en sus componentes físicos como en los sociales. Una ciudad en que los ciudadanos encuentren un espacio habitable, sano y eficiente en sus equipamientos y servicios».

Por su parte, Jordi J. Romera recalca que «se deberían agilizar los trámites de licencias de obra y actividades. Si bien la simplificación debería trascender el ámbito municipal, ya que existe una complejidad estructural, Tarragona es especialmente ineficaz en la resolución de las licencias que dependen de su ayuntamiento. Su futuro económico también depende en gran parte de esto».

También pide que «los concursos públicos de proyectos sean un instrumento operativo con jurados cualificados donde la calidad esté muy por encima de la oferta económica y eso implica que se pague mucho mejor el esfuerzo intelectual. Invertir en un buen proyecto es muy rentable a corto, medio y largo plazo».

Por su parte, Adolf Quetcuti también exige como una prioridad del consistorio y de la ciudad» resolver los expedientes de obras y, muy especialmente, la agilización de las licencias» para poder llevar a cabo «la resolución fácil y efectiva de todo lo que hace referencia a edificios más sostenibles, confortables, accesibles y adecuados a las nuevas tecnologías».

Finalmente, en la misma línea se expresa Joan Borràs, quien lamenta que «vivimos en la época de la burocracia», un hecho que «nos complica mucho la vida cuando lo que se debería potenciar es la ventana única para simplificar».

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