Teodora Prieto Gutiérrez, Francisca del Pilar Polo, Dolores Díaz Vale, Maria Grau Mondet, Ernestina Sobredo Archel, Ana Gómez Pérez... Son tan solo algunos de los nombres y apellidos de las quince mujeres que, entre 1939 y 1942, fallecieron en el convento de las Oblates de Tarragona, un espacio que durante los primeros años de la dictadura ejerció de cárcel y por el que se sabe que pasaron más de 2.000 mujeres de toda España.
A esta lista hay que sumarle el nombre de Elisa Cardona, la única mujer fusilada en la demarcación de Tarragona, que también pasó sus últimos meses recluida en esta cárcel, antes de ser fusilada en L’Oliva. Cardona es considerada la decimosexta víctima de las Oblates, y todavía podría sumarse una de nueva, aunque ahora mismo «no hay suficiente documentación para confirmarlo». Así lo aseguraba Francesc Xavier Tolosana, miembro del Fòrum de Tarragona per la Memòria e investigador, cuyo trabajo de documentación ha permitido incorporar las últimas cinco mujeres entre las víctimas de este centro penitenciario durante la dictadura.
Todas ellas ayer fueron las protagonistas del homenaje que se vivió ayer en las puertas de esta antigua cárcel, ubicada en la calle Portal del Carro, con motivo del 8M y dentro del programa de actividades de Memòria Democràtica, organizado por el Ayuntamiento de Tarragona.
El acto sirvió para recordar las violencias y la represión franquista hacia el colectivo de mujeres, que también sufrió una política de dispersión de presos, que hizo que muchas de estas reclusas perecieran a causa de ello. «Eran mujeres que procedían de otras prisiones, que sufrieron una soledad y una lejanía en un entorno muy hostil que las debilitó», decía la historiadora Montserrat Duch.
A esto hay que sumarle la «falta de higiene» y una alimentación «muy deficitaria», lo que hizo que muchas de estas mujeres cayeran en una «precariedad absoluta» que acabó con sus vidas y, finalmente, sus cuerpos fueron a parar a la fosa común del cementerio de Tarragona.
Duch destacó «la violencia psicológica de las mujeres que las ‘cuidaban’», monjas del orden de las oblatas «especializadas en la rehabilitación de mujeres con una vida disoluta y que no respondían a los cánones de vidas normalizadas». Tenían edades comprendidas entre los 20 y los 50 años. Las había soleras, casadas y viudas. Sin embargo, algunas fueron condenadas en un juicio sumarísimo por rebelión, otras por prostitutas o simplemente fueron «víctimas de la represión subsidiaria», pagando por algún ‘delito’ familiar. Según esta historiadora, alrededor del 20% de las presas no tenían una causa abierta, por lo que se considera que estarían entre estas últimas.
El acto también sirvió para reclamar una mejora de la señalización, que permita comprender que este convento es un espacio de memoria. «No sé si recordar servirá para no olvidar y si recordar servirá para que no vuelva a suceder. Sea como sea, debemos rememorar la prisión que fue la dictadura franquista, que acabó ejecutando penas de muerte hasta el final», decía Duch.
Los actos del programa de Memòria Democràtica se trasladan hoy a la Rambla Nova, con calle Unió, donde está previsto un homenaje a Juan Gabriel García Knafo, que fue murió mientras huía de la represión contra una manifestación en denuncia de la Matanza del 3 de marzo. Será a las 12 horas.