Es un día cualquiera. A plena luz del día. Otra vez el mismo escenario. Llega la policía y alguna ambulancia. «No es de extrañar. Lo triste es que ya nos hemos acostumbrado a este estilo de vida», dice Lluís, un vecino de El Serrallo. Hablamos de la calle Sant Andreu, donde se encuentra el Rancho Grande, un edificio en el que la mayoría de pisos están ocupados de manera ilegal por personas que generan problemas graves de convivencia en el barrio.
El confinamiento ha empeorado la situación. Según los vecinos, la poca presencia policial de los últimos días tiene como resultado un aumento del número de pisos ocupados y también nuevas técnicas delictivas. El Serrallo ha disparado todas las alarmas. La situación es insostenible.
El problema lleva arrastrándose unos cinco años. El origen hay que buscarlo en la ocupación de varios pisos aprovechando que habían quedado vacíos al pasar a manos de entidades bancarias. El foco se centra en el edificio ubicado en la calle Sant Andreu, número 2, conocido popularmente como Rancho Grande. Para hacerse una idea de la situación, de los 32 pisos que hay en el bloque, más de la mitad están ocupados. Actualmente, deben quedar dos o tres propietarios, que viven atemorizados por el ambiente que se respira.
La nueva técnica de los ocupas para escapar de la policía: saltar de azotea en azoteaRuidos a todas horas, música que se hace más presente a altas horas de la madrugada, peleas entre ellos a golpe de navaja, trapicheo constante de drogas y falta de limpieza. Estas son algunas de las conductas de los ocupas que, a pesar de concentrarse en el Rancho Grande, afectan a todo un barrio.
Prueba de ello es que, la mayoría de balcones de estos pisos dan al callejón que separa las vías del tren de El Serrallo. Los ocupa tiran la basura de arriba a abajo. La insalubridad es tan extrema, que la Guàrdia Urbana se ha visto obligada a cerrar el paso por esa calle. Los vecinos ya no pueden acceder al barrio por esa calle. «Agradecemos al Ayuntamiento que hayan limpiado no sé cuántas veces el callejón», dice David Martín, presidente de la Associació de Veïns del Serrallo.
«He nacido aquí, pero me voy a ir del barrio. No quiero que mi hija crezca entre tanta violencia» Antonio, vecino de El SerralloPero esto no es lo más grave. Los episodios violentos no cesan. Es más que habitual encontrarse con agentes intentando mediar en una pelea o ambulancias atendiendo a los heridos. La violencia se ha adueñado de este trozo de barrio. Antonio –nombre ficticio, como la mayoría de los testimonios– vive a pocos metros del Rancho Grande. Pero lo tiene claro: «Nací aquí y siempre he vivido aquí, per ya no aguanto más. Tengo una hija pequeña y no quiero que crezca entre tanta violencia e inseguridad», explica Antonio, quien añade que, «a corto plazo, me iré. Ya estoy mirando pisos para largarme».
«Desde la asociación trabajamos, conjuntamente con el Ayuntamiento y con la policía, para acabar con los comportamientos vandálicos y la violencia que, por desgracia, durante el confinamiento se han producido episodios muy desagradables», asegura el presidente de la entidad vecinal, David Martín, quien añade que «es un problema grave, al que dedicamos muchos esfuerzos y donde los pasos a seguir resultan lentos y de difícil percepción».
«Es un problema grave, al que dedicamos muchos esfuerzos que son difíciles de percibir»Nuevas técnicas para escaparDavid Martín, presidente Ass. de Veïns
«Cada vez vamos a peor. Hace tres semanas intentaron ocupar un piso en la calle Trafalgar y otro en la calle Sant Pere», explica Carmen, una vecina, quien añade que «no os engaño si os digo que llamo una media de tres veces al día a la policía». La Guàrdia Urbana baja en alguna ocasión, «pero ahora los ocupas emplean una nueva técnica para escapar de los agentes. Saltan de azotea en azotea. Cuando llegan a la mía, lo noto», explica Carmen, quien coincide con el resto de vecinos preguntados. «Lo peor son las peleas y discusiones. No faltan los cuchillos». Otro residente en el barrio, José asegura que vive con miedo desde hace mucho tiempo. «Me da la sensación de que al final, conseguirán hacerse con el barrio», sentencia.
Por su lado, otra vecina, Paquita, quiere dejar claro que el foco del problema se centra en el Rancho Grande. «Que nadie se preocupe. El Serrallo es un barrio precioso, con mil cosas por hacer y muchos restaurantes por descubrir». La inseguridad en algunas calles interiores contrasta de lleno con la imagen idílica de las terrazas a primera línea de mar. Todo convive a escasos metros.