Pedro Olalla: «En el Mediterráneo tenemos vocación por la civilización»

El escritor y profesor visita Tarraco Viva, donde presenta su último libro, ‘Palabras del Egeo’, y participa, esta tarde, en uno de los debates centrales del festival con Joaquín Ruiz de Arbulo

15 mayo 2024 19:44 | Actualizado a 16 mayo 2024 07:00
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El helenista Pedro Olalla (Asturias, 1966) es uno de los grandes protagonistas de esta edición de Tarraco Viva. Escritor, profesor, traductor y cineasta, explora la cultura griega, su geografía, su historia y su lengua combinando diferentes disciplinas. En la última de sus publicaciones, Palabras del Egeo (Acantilado), reúne sorprendentes hallazgos con los que se adentra en las profundidades de la civilización clásica. Otros libros publicados con Acantilado son De senectute política, Grecia en el aire e Historia menor de Grecia. Olalla participa esta tarde junto a Joaquín Ruiz de Arbulo en el debate El Mediterráneo en la Antigüedad. Un mar de culturas, encuentros y conflictos (19 horas), en los Servicios Territoriales del Departament de Cultura, en Tarragona.

Visita por primera vez Tarraco Viva.

Estoy encantado de venir por fin porque lo habíamos intentado en otras ocasiones y no fue posible y, sobre todo, porque coincide en una edición dedicada precisamente al Mediterráneo en la Antigüedad, que es un lema afín a toda la temática de mi último libro Palabras del Egeo que lleva como subtítulo, no en vano, El mar, la lengua griega y los albores de la civilización. Será una ocasión muy apropiada y muy grata de hablar de todo ello.

En su bienvenida habla de la identidad mediterránea.

El Mediterráneo, pese a tener una identidad intuitiva que percibimos entre nosotros, parece más marcado por la diversidad. En realidad es un entorno donde ha habido históricamente y sigue habiendo una enorme diversidad de lenguas, de religiones, de culturas, de costumbres. Es decir, hay cosas que nos unen pero también hay otras que no nos unen tanto. Mi conclusión es que si hay algo que define a todas las personas que hemos vivido a lo largo de los siglos, como las ranas de Sócrates alrededor de esta charca, es esa vocación por la civilización, esa conciencia de agitación continua, esa virulencia grande que nos lleva a ser un hervidero de civilización. Y el reto más claro que tenemos sería trabajar por esa civilización no ya como una cuestión vinculada a los rasgos que nos definen más localmente o que nos separan a unos de otros, sino más bien a la civilización como proyecto ético.

«De los griegos me quedo con su actitud filosófica, con su esfuerzo ético por el diálogo y con su actitud política»

¿Ético?

Sí, individual y colectivo como un proyecto social. La civilización entendida como un esfuerzo por vencer nuestros peores instintos, tanto individuales como colectivos, la civilización como lo que nos separa de la barbarie, lo que nos separa del egoísmo, del abuso, de la injusticia. Siempre los mejores espíritus de todo este espacio que entendemos como el Mediterráneo han avanzado hacia ese esfuerzo.

En ‘Palabras del Egeo’ hace referencia a los indoeuropeos. ¿Existieron en realidad?

Es una pregunta compleja para responder con un sí o un no. Partimos de que es una teoría que se basa en el descubrimiento de concomitancias y de afinidades lingüísticas entre las lenguas de un entorno muy amplio que existen realmente, pero que en el momento en que empieza a gestarse, quizás también influida por las ciencias positivas de ese momento, intenta relacionar todas esas lenguas en una suerte de árboles genealógicos como si fueran familias biológicas. Ese es el origen de una teoría que ha sido eficaz en el rastreo de estas afinidades lingüísticas, ha sabido tipificar fenómenos lingüísticos con mucho acierto y raíces etimológicas, trabajar con la fonética histórica y todas estas cosas, pero que se presenta más débil en el caso de verse refrendada por los descubrimientos arqueológicos y por la genética.

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¿Los nuevos descubrimientos arqueológicos de la Edad del Bronce confirmarán su idea de una sola civilización griega?

Existen otro tipo de evidencias que no se corresponden fácilmente con la suposición de que todo parte de un único pueblo original. Ya desde el principio de la teoría y a lo largo de todo su desarrollo ha habido mucha controversia entre los propios defensores sobre dónde estaría localizado ese núcleo original. Entonces, las ideas que presento en el libro son la continuidad de la cultura en el espacio del Egeo desde el Paleolítico superior, desde el Neolítico, es decir, creo que lo que llamamos tradicionalmente pregriego en realidad es protogriego, son estratos anteriores de una misma cultura sujeta como es natural a la evolución y al paso del tiempo, pero no de una cultura que viene a imponerse sobre otra totalmente ajena.

Si tuviera que escoger tres aportaciones de los griegos, ¿con qué se quedaría?

En primer lugar, con la actitud filosófica, en el sentido de búsqueda del saber en libertad, de la oposición al dogma, del cuestionamiento. Es decir, esta actitud filosófica que en gran medida es científica; otra cosa muy vinculada a esto es el esfuerzo ético por encontrar esa controversia, ese diálogo, en ese examen de nuestras propias conductas y de nuestros propios sentimientos, el esfuerzo por definir desde dentro lo que consideramos bueno. Y finalmente, por supuesto, me quedaría con la actitud política.

«Grecia se ha convertido en una especie de depósito de almas humanas atrapadas en la desesperación fronteriza»

¿Con la democracia?

No únicamente. Con la política como arte de gobernar la polis y con la propia polis como un espacio artificial, humano, regido por la voluntad de los hombres y no por leyes divinas o venidas desde arriba, sino la política como proyecto ético colectivo. Estos tres son principios orientadores sólidos, que no han sido sustituidos por otros, quizás más eficaces, pero no deontológicamente superiores.

¿No cree que quizás nos ha llegado esa imagen de los griegos pero que también tenían su lado bárbaro y misógino?

Por supuesto, en todas partes ha habido comportamientos de todo signo y precisamente, lo que decía antes de la identidad, esta actitud que estamos defendiendo como el legado más valioso de toda esta evolución, ha sido siempre de unos pocos. Las fronteras no están entre las gentes de un pueblo y las de otros, los fieles de una religión o de otra o los nacidos en una latitud geográfica u otra. Las fronteras están entre aquellos que están dispuestos a luchar o a esforzarse por defender la verdad y separarla de sus meros intereses y aquellos que están en el lado contrario, que prefieren sustituirla por un relato interesado. Esa es la verdadera línea divisoria.

Si hablamos de fronteras, justamente Europa las está cerrando.

Europa ha demostrado no ser quien dice ser. Esa especie de carta de presentación del proyecto europeo como progresista y solidario está quedando en entredicho y está ejerciendo habitualmente una solidaridad muy selectiva. Fundamentalmente, a raíz de la guerra de Siria, Grecia se ha convertido en los últimos años en una especie de depósito de almas humanas atrapadas en la situación de desesperación fronteriza. En 2015 y 2016, el 80% de los migrantes que cruzaron el Mediterráneo lo hicieron a través de las fronteras griegas. Yo he estado en campos de refugiados y era una situación dantesca de miles de personas hacinadas en el barro, ni siquiera en tiendas de campaña, sino bajo bolsas de plástico y todo eso en el momento en que Europa seguía cuestionándose los cupos de entrada. La actitud de Grecia ha sido mucho más positiva de la que cabría esperar en una situación de precariedad y desesperación como la que le ha tocado afrontar.

¿Qué pasaje destacaría de la ‘Odisea’ o de la ‘Ilíada’?

Nunca me he detenido en hacer una especie de jerarquía de los episodios de la Ilíada y la Odisea. No obstante, uno que resulta un tanto insospechado es el encuentro de Odiseo con Nausicaa y sus compañeras jugando a la pelota en esas condiciones tan extrañas y todo el diálogo que se produce entre ambos, una especie casi de amor cortés y con una galantería que inaugurará un género desde entonces.

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