Siete capítulos, 140 minutos, es todo lo que ha necesitado Netflix para hacer una serie que es toda una joya.
Esta mierda me supera, y no me refiero al dichoso coronavirus, es una adaptación de un cómic de Charles Forsman. Aquí Netflix ha repetido la fórmula que tan buenos resultados le dio, adaptar un cómic de este autor. Ya lo hizo con la imprescindible The End of the F***ing World y de nuevo la combinación ganadora de director y autor les ha funcionado.
Esta mierda me supera narra la difícil adolescencia que vive Sidney Novak (Sophia Lillis), recién llegada a un pequeño pueblo. Sidney es una inadaptada que intenta superar el trauma que le causó el suicidio de su padre. Para ello, su terapeuta le recomienda que escriba un diario y, aunque al comienzo es muy reticente a hacerlo, al final lo hace y pasa a explicar, con voz en off a lo largo de los siete capítulos que forman esta primera temporada, cómo su vida va sucediendo día tras día con más pena que gloria. Su única amiga es Dina (Sofia Bryant), también acabada de llegar al pueblo y esto las une y hace que ambas sean uña y carne. Stanley Barber (Wyatt Oleff) es su peculiar vecino, que va a intentar por todos los medios salir con Sydney. Las escenas con el coche de Stanley y la música ochentera que siempre pone éste, son de lo mejorcito de la serie y le dan un aire retro.
Sucesos fantásticos
Por si faltaba algo en la vida de Syd, un día descubre que canaliza toda su frustración e ira de una manera bastante peculiar. Al comienzo no se da cuenta, pero poco a poco, ve cómo cada vez que se desahoga, algo violento ocurre a su alrededor. ¿Estará desarrollando superpoderes? ¿Tiene poderes telequinéticos? Todo apunta a que sí.
Toda esta situación hace que viva en un continuo desasosiego y su vida en el instituto y en su casa tampoco le ayudan a ver las cosas con calma. En el instituto es el centro de las burlas de todos los guays de la clase y en su casa se tiene que hacer cargo de su hermano pequeño, bastante peculiar el hermanito, ya que su madre se mata a trabajar para sacar la casa adelante.
Es cierto que es una serie cargada de los tópicos propios del género: adolescente rara e inadaptada, con traumas profundos, la amiga simpática y súper buena, el vecino rarito pero entrañable... y así hasta llenar toda la lista de tópicos que se os ocurra, pero tal vez, donde radica la gran diferencia es la frescura con que tratan todos estos temas. También es cierto que basarse en el cómic de Charles Forsman ayuda bastante, pero hay que reconocer que la manera de hacerlo ha sido de lo más acertada.
Menos es más
Y es que con solo siete capítulos Netflix ha sido capaz de ir al grano y contarnos las cosas directas y sencillas. Cuesta poco identificarse con la ajetreada vida de Sidney, y aquí hay que hacer mención especial a la actriz que la interpreta, Sophia Lillis. Hace suya la serie y es en gran medida la responsable de que Esta mierda me supera sea lo que es, un dulce de serie.
Aunque tiene grandes dosis de situaciones cómicas, en el fondo es un drama juvenil. No en vano el trauma de Sydney viene dado por el suicidio de su padre y su poca capacidad para superarlo. Pero es que con 17 años es más que comprensible que así sea.
A la vez Esta mierda me supera es una serie fantástica ya que Syd va siendo consciente a lo largo del desarrollo de la trama de que es poseedora de unos superpoderes que no sabe controlar. ¡Venga, sumémosle más drama a la cosa!
Esta imposibilidad de dominar sus poderes hace que se den situaciones bastante cómicas dentro del drama en el que vive. Y todo esto por el módico precio de 140 minutos. Netflix hay veces en que la clava y esta es una de ellas.
Tengo que reconocer que ya con el título me tenían ganada. Porque no me vais a negar que no es llamativo. Esta mierda me supera se podría usar para tantas situaciones en la vida...
Pero si hay algo que me gustaría destacar encarecidamente es el final de temporada. Son los últimos cinco minutos más buenos que he visto en mucho tiempo en una serie. Solo por ellos hay que verla. Cinco minutos impactantes, sobrecogedores, gores, histéricos... ¡Sublimes!