El calor vuelve a impactar este verano en Tarragona, como ya sucedió en 2022. En lo que va de agosto, las altas temperaturas han provocado siete fallecimientos en la provincia, según los datos del Instituto de Salud Carlos III. Es lo que se extrae del Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) que cuantifica los excesos de mortalidad y también la parte de decesos que son atribuibles a temperatura.
En toda Catalunya, los fallecidos por culpa del mercurio disparado se elevan a 21 solo en este mes. En España, la cifra es de 111, mientras que en julio casi 1.000 personas perdieron la vida en todo el país con el calor como desencadenante. La estadística permite también hacer un perfil de estas personas: en Tarragona, dos fallecidos eran hombres y cinco mujeres. Las enfermedades crónicas y la edad son dos factores principales de la vulnerabilidad de estas personas que acaban falleciendo. Tres tenían más de 85 años, aunque una de ellas se ubica en la franja de entre 45 y 64 años, lo que revela también la huella de los estragos del calor sobre personas más jóvenes.
La estadística de MoMo refleja estas muertes por calor pero, por el momento, no hay un exceso de defunciones respecto a los niveles normales, como sí ocurrió el año pasado, en buena parte debido a la crisis climática. Tanto la administración como la ciencia en sí llevan tiempo analizando la relación entre mortalidad y temperaturas. Los registros del Instituto de Salud Carlos III indican que las muertes asociadas al calor se han duplicado en cuatro años.
Pero hay más entidades analizando la situación. La estadística provisional de causa de defunciones publicada por el INE a finales de junio corrobora lo que otros organismos habían apuntado previamente: la altas temperaturas vividas en buena parte del año pasado tuvieron un claro impacto en la salud y generaron más muertes de lo habitual. Entre mayo y agosto de 2022 fallecieron 2.719 personas en Tarragona, un 18% más que en 2019 (2.307), un curso de referencia, previo a la Covid. Especialmente letal fue julio, con un incremento del 23% en las defunciones en la provincia.
Patologías crónicas previas
La particularidad esta vez es que el INE ofrece su estadística provisional de defunciones por motivo y que, tras analizar específicamente el periodo de mayo a agosto, toma la causa-efecto para diagnosticar: «Casi la totalidad de las causas naturales de muerte más frecuentes y las causas externas aumentaron, si bien los mayores incrementos se dieron en patologías crónicas previas consideradas de riesgo ante situaciones de altas temperaturas. Entre estas causas destacaron las enfermedades hipertensivas (que aumentaron un 36,9%), la diabetes (un 31,2%) y el trastorno senil y presenil (un 19,8% más)».
No es la primera vez que la administración arroja luz sobre el binomio calor y mortalidad. En febrero, la Generalitat dejó atrás el terreno de las hipótesis y apuntó con mucha claridad hacia un factor decisivo: la crisis climática, concretada en las inusuales olas de calor vividas, está detrás de ese aumento de los fallecimientos.
«Las olas de calor mantenida, acompañadas de otros factores como la contaminación, la sequía y el polen, afectaron al estado de salud de la población, especialmente de las personas más mayores, con patologías crónicas y en una situación social vulnerable», expone este estudio, llamado ‘L’excés de mortalitat a Catalunya’.
Un plan activado antes
La investigación añadía que «las mujeres, por su estructura por edades más envejecida y por el nivel socioeconómico más bajo, han sufrido más los efectos de las olas de calor sobre la salud».
Tanto es así que la Generalitat, en su Sistema de vigilancia de infecciones en Catalunya, la plataforma con la que ha hecho seguimiento a amenazas como el coronavirus, incorpora el análisis del impacto de las temperaturas sobre la salud. «El plan para prevenir los efectos del calor se activó en abril, cuando habitualmente se pone en marcha cada año el 15 de junio», explican desde Salut.
La conselleria indica que «en julio se registraron diversos picos de calor intensos y muy intensos, tanto diurnos como nocturnos, entre el 7 y el 31 de julio». Añade que «se detectó un aumento de las urgencias hospitalarias por todas las causas, que estuvo por encima de lo esperado en los grupos de 45 a 59 años y de 60 a 69, y ahora está dentro de los niveles esperados».
Un análisis reciente del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), publicado en la revista Nature Medicine, estima que entre el 30 de mayo y el 4 de septiembre del año pasado se produjeron 61.672 muertes achacables al calor, 11.324 de ellas en España. También se cuantificó el dato por provincias. En Tarragona, en ese intervalo, se registraron 197 muertes atribuibles al calor.
Este estudio también da la voz de alarma y advierte que probablemente no estemos preparados para temperaturas tan altas ni tan sostenidas en el tiempo: «El ritmo de calentamiento observado durante la última década enfatiza la urgente necesidad de revaluar y fortalecer las estrategias de adaptación». De no hacerlo así la mortalidad asociada al calentamiento del planeta puede subir: «En ausencia de una mayor adaptación al calor del verano, esperaríamos un rápido aumento de las cifras de mortalidad relacionadas con el calor sin precedentes en los próximos años».
Ramón Pascual, jefe del grupo de predicción y vigilancia de la AEMET, sostiene que «una cosa es la mitigación del cambio climático y otra la adaptación, que es una fase inevitable en la que estamos ahora». Para Pascual, «está siendo un verano menos riguroso que el de 2022, porque el calor ha empezado más tarde, y el año pasado se inició en mayo, pero, en cambio, los picos de calor han sido más fuertes».
Un verano más irregular
El resultado está siendo «un verano más irregular, que se ha visto en estos días que hemos pasado con temperaturas por debajo de lo normal, mientras que el anterior fue más persistente». Todo ello se enmarca en el contexto del calentamiento: «Es una tendencia. Ha sido un mes de julio más cálido de lo normal, y la referencia es el periodo 1981-2010. Si nos vamos más atrás las diferencias son más significativas aún».
Pascual recalca que «hay una relación empírica demostrada por estudios en los que se ve que la mortalidad aumenta en los veranos más calurosos» y de ahí que sea algo que los gobiernos tengan en cuenta. «El cambio de paradigma fue el verano de 2003, hace 20 años. Ahí se vio un excedente de mortalidad que sentó las bases de todo esto», añade Pascual.
El Departament de Salut, en su ‘Pla operatiu per prevenir els efectos de la calor sobre la salut’, de este mes de junio, cita como antecedente y punto de partida ese letal verano de 2003: «En Catalunya, durante las semanas del 3 al 16 de agosto, en que las temperaturas máximas llegaron a los 35ºC de media, se superó en un 53% los valores de mortalidad comparados con los de las mismas semanas de 2022».
Además de un exceso de mortalidad, también se observó un «incremento en el número de ingresos no programados en los hospitales de Catalunya, coincidiendo con los aumentos térmicos más elevados y sostenidos». Por todo ello Salut concluye que una temperatura alta y mantenida durante días provoca un «exceso de mortalidad que varía entre el 12% y el 40% en los países desarrollados».