«Las personas pasan, pero las causas quedan». Con estas palabras del expresidente uruguayo José Mujica, quien fue en los últimos cuatro años alcalde de Tarragona, Pau Ricomà, se despedía ayer de la política para iniciar una nueva etapa: la de la jubilación.
Visiblemente emocionado y sobrepasado por el cálido aplauso que le dirigieron el conjunto de sus compañeros, Ricomà hacía su última intervención en el pleno. Sus primeras palabras fueron de felicitación hacia Mario Soler y Valle Mellado, ambos socialistas que en la próxima legislatura iniciarán sendas carreras en Madrid, el primero como senador y la segunda como diputada.
Ricomà reconoció sentir una «doble sensación». Por un lado, el sabor agridulce de haber visto truncado el proyecto republicano, que en 2019 cogió las riendas de la ciudad y que el pasado 28 de mayo volvía a quedarse en la oposición. «Querría haber estado ocho años de alcalde, pero al final el pueblo te pone y te quita», decía.
Por el otro, «la satisfacción por el trabajo hecho y haber llegado a ser el alcalde». Y, en este punto, hacia referencia a algunos de los principales proyectos en materia de patrimonio, vivienda social y movilidad, que se espera que sigan adelante con los Next Generation. «El goteo no se acaba y hay grandes inversiones por venir», decía. Un legado que «también me sentiré un poco mío» en materia de grandes inversiones, como la ampliación del Joan XXIII, el Fòrum Judicial y la Ciutat Residencial.
La honestidad y la honorabilidad marcaron esta última intervención. También hubo un ápice de su sentido del humor. «Que me vaya el día que se aprueba el nuevo contrato de la basura es un acto de justicia poética», decía. Sin lugar a dudas, este fue uno de los principales quebraderos de cabeza con que le tocó lidiar en los últimos tiempos.
No faltaron los agradecimientos. Primero a los militantes de ERC, que en 2014 confiaron en su persona para encabezar el partido cuando «teníamos cero concejales». A continuación, a ECP, Junts per Tarragona y la CUP, que en los últimos cuatro años le acompañaron en la aventura de gobernar, en un viaje que no fue nada plácido. En tercer lugar, a los tarraconenses que «más allá de ser buenos ciudadanos lideran proyectos altruistas». Y, finalmente, a los funcionarios municipales.
Con un «visca Tarragona», quien fue el primer alcalde republicano de la ciudad después de la recuperación de la democracia se despedía definitivamente de la vida política.
Jordi Collado (ECP) lo recordará por «su manera de hacer»; Jordi Sendra (Junts per Catalunya) por la «honradez, honestidad y buena persona»; Francisco Javier Gómez (Vox) por haber reunido de nuevo La Viuda negra durante las fiestas de Santa Tecla del año pasado; Maria Mercè Martorell (PP), por haber regresado al salón de plenos el día en el que se despedía; y Rubén Viñuales (PSC) por «haber sido un señor cuando entró y cuando se marcha». «Su conocimiento no puede perderse», añadía el nuevo alcalde.
Acaba una etapa y ayer empezaba otra de nueva en la Plaça de la Font, un nuevo ciclo político que dejaba ver un pleno menos subido de tono que en las últimas ocasiones.