Una persona afable, cortés, afectuosa, vigorosa y bondadosa. Todo eso es Pilar Cruxent, quien hace veinte años perdió a su marido, el empresario tarraconense Manuel Albiac, en un atentado terrorista perpetrado por Al Qaeda en la Casa de España de Casablanca. Más de 7.000 días después, aún recuerda aquel 16 de mayo con pelos y señales.
«Cuando volví a casa, después de todo, sentí como si no hubiera salido nunca a la calle», reconoce. Es un dolor que a nadie le tocaría vivir. Y es que los ataques terroristas salpican a personas que nada tienen que ver con el conflicto. «Ante sucesos como este, la vida te cambia: puedes tener mil reacciones diferentes... Pero ahora lo que tengo es rabia, nunca entenderé el porqué», expresa.
«Es un vacío rabioso porque lo que pasó no ha servido para nada; a mi marido lo asesinaron sin ningún motivo y sin que tuviera ninguna culpa; no ha sido un cáncer, ni un accidente de moto, ni un incendio... No, ha ido alguien y ha puesto una bomba y ha matado a una serie de personas que estaban ahí, tranquilamente», añade.
Para Pilar, tampoco es cuestión de empezar a elucubrar sobre de quién fue la culpa de lo que pasó: «Este tipo de atentados hacen daño a muchísimas personas, son muertes que no son normales, y para las familias es una pérdida terrible, ya que no van a poder volver a ver a esa persona otra vez».
Los recuerdos, vitales
Han pasado 240 meses desde que sucedió todo. «Queda un vacío inmenso», apunta. Para ella, los recuerdos son vitales. Por ello, cuando vio la cantidad de diarios apelotonados en su casa que hablaban de Manuel, decidió juntar todos los recortes de prensa en un álbum que guarda como oro en paño. Lo muestra orgullosa.
«Hay un momento en el que piensas, ¿qué tengo? Soy yo y lo que he vivido...», manifiesta. Fotografías, dibujos, jarrones, sillones... Momentos de toda una vida. Porque, en general, la humanidad siempre tiende a recordar más los momentos duros que los bonitos, tal como explica: «Creo que, a pesar de todo lo malo que sucede durante nuestra vida, debemos aprender a tener presentes también los momentos felices que hemos vivido, aquellos que nos hicieron sonreír y que nos han hecho ser quien somos ahora».
El dolor por un crimen infundado ha marcado la vida de Pilar Cruxent. Una vida intensa y, sobre todo, llena de memorias, ya que, veinte años después, la figura de Manuel Albiac continúa en el recuerdo.