A José Luis Ruiz le salió en la foto una gran ráfaga blanca. Era un rayo que le cayó tan cerca, a apenas 20 metros, que le distorsionó la escena final en su cámara. Fue en el espigón y aún recuerda lo que sucedió. «Estaba con mi mujer en el coche y hacía fotos desde dentro, por la ventanilla, porque fuera llovía y hacía mucho viento. El rayo nos cayó muy cerca. Sentimos hasta el calor. Nos fuimos con el miedo en el cuerpo», explica este tarraconense aficionado a la fotografía de tormentas.
A David Jiménez su pasión por perseguir y retratar tempestades también le jugó una mala pasada una vez: «Estaba por los Ports y me pilló una tormenta grande, me quedé tirado con el coche en una subida y tuve que dormir allí».
Los dos son dos cazatormentas expertos de Tarragona: siguen el parte meteorológico al detalle con aplicaciones y, si pueden, acuden con la cámara a algunos de sus lugares predilectos para darle al click. Han llegado, incluso, a desplazarse siguiéndole la pista a la lluvia y los truenos. «Lo mejor es la satisfacción, la adrenalina, apreciar qué resultado has tenido, el gustillo de ver la foto, aunque muchos días te vuelves con las manos vacías. Hay que tener paciencia y esperar. Es como ir de caza», cuenta José Luis, que cuando amenaza tormenta se prepara: busca las playas de Tarragona, el faro, los acantilados de Salou o el litoral de Cambrils. A veces, persiguiendo la foto ideal del rayo ha llegado hasta Torredembarra.
«Me gusta porque es una mezcla entre suerte e insistencia. Me atrae esa parte de belleza natural que tiene la tormenta», afirma David Jiménez, que suele incluir en la composición de sus imágenes algún referente bien reconocible: el Balcó del Mediterrani o las murallas de Tarragona, ese cable a tierra con lo local. «Al final, la clave está en la decisión que tomes. Vas viendo rayos, unos más débiles, otros más fuertes. No usas la misma óptica siempre, sino que vas cambiando. Estás en tensión y a veces es cuestión de decidir y acertar con el lugar en el que te fijas», relata David, que intenta buscar miradores elevados: «Alguna vez he perseguido una tormenta que se dirigía hacia Barcelona. Otras veces he ido a la Mussara. Si te vas al mar, tienes mucho horizonte, pero una cosa importante a tener en cuenta es el agua. Tienes que ir a sitios donde estés a cubierto», relata David.
«Yo voy mucho al puerto, porque hay pararrayos y es más seguro. Hacer fotos de rayos no es difícil, pero a veces es cuestión de oportunismo. Estás con el obturador cinco segundos… si hay rayo en ese instante, lo captas», explica José Luis. Tanto la técnica como los trucos se aprenden a base de algo de teoría y mucha práctica. «A veces haces una exposición, el rayo te sale grande y te quema la foto. Tienes siempre el nervio y la preocupación de no saber si estás acertando. Luego está la propia meteorología. Vas en una dirección y al cabo de cinco minutos la tormenta se ha movido un kilómetro más allá», cuenta David.
En Amposta, Isabel Pagán también se dedica a ello. «Las tormentas siempre me han llamado al atención, quizás por la parte de misterio que tienen. Intento captar todo el proceso, con las nubes como antesala de la lluvia que va a caer. Me gusta mucho ese momento previo», cuenta. Las vistas panorámicas desde su casa son un buen mirador en el que colocar el objetivo. «Intento poner los parámetros adecuados y que el tiempo de exposición sea lento», narra.
El tarraconense Carlos Uriarte, experto en astrofotografía, también se deja ver entre trombas de agua y vendavales, a la búsqueda de un fogonazo que surque el cielo. «La astrofotografía es complicada, porque tienes que tener un cielo sereno y muchas veces no está así. Por eso me empecé a aficionar también a los tipos de nubes, a las características de cada cielo, a los crepúsculos, a los amaneceres…», cuenta Uriarte, que también sigue el rastro cuando se avecinan relámpagos. «Se trata de hacer fotos continuadas con un intervalómetro de entre uno o dos minutos, que se puede reducir a 30 segundos si la tormenta es muy intensa. Lo mejor es utilizar un gran angular, para coger más parcela de cielo», explica.
Uriarte suele moverse por las montañas de Prades y por Els Ports, cuando hay que explorar los montes, y por las playas tarraconenses entre Tamarit y la Llarga, otros lugares para la perspectiva del horizonte a la caza de centellas. «Tengo un fetiche que son los faros, y en concreto, el Far de la Banya y el de Torredembarra. Me voy a ellos para buscar encuadres con los rayos de fondo», admite.
Todos ellos, avezados cazatormentas, han salido a la calle este verano especialmente revuelto y a veces difunden por las redes estampas sobrecogedoras: un rayo cayendo cerca del faro; otro fulgor violento cruzando el cielo de Prades y las nubes amontonándose en Amposta, poco antes de descargar. Confían en que el otoño sea igualmente prolífico en actividad eléctrica. Ellos estarán al quite, con la cámara preparada y el coche dispuesto para ir en busca del relámpago perfecto.