La tragedia de Rambla 72

Crónica. El día en que una explosión de gas hizo volar por los aires medio edificio. El suceso de ese 10 de noviembre de 2005 acabó con cinco víctimas mortales: una doctora del Hospital Santa Tecla, sus tres hijos y un profesor

26 abril 2022 05:10 | Actualizado a 26 abril 2022 05:22
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A finales del año pasado, el programa Presupuestos Participativos del Ajuntament de Tarragona registró un proyecto de intervención urbana en los muros del derruido edificio de la Rambla Nova 72; que, a pesar de no estar vinculado a ello, trajo inevitablemente a la memoria la tragedia vivida allí.

Faltaban pocos minutos para las 23 horas de la apacible noche del jueves 10 de noviembre de 2005, Jordi Morant (57) y su amigo Bernd Lehrl –un alemán asiduo visitante de Tarragona–, caminaban plácidamente por calle Fortuny al llegar a Rambla Nova, luego de la cena de rigor en el desaparecido Bar Cantábrico. Esto es lo último que recuerda cuando días después despertó en la UCI del Hospital Joan XXIII.

Roger Gasull (44) a la misma hora tendía su ropa en el balcón interior de su piso cuando sintió un brutal estampido. «Inmediatamente se levantó una inmensa nube de polvo gris y entendí que estaba frente a una tragedia de proporciones. Salí corriendo hacía La Rambla, no sin antes llamar a los servicios de emergencias, como estaba, en bañador y chanclas», recuerda.

En el lugar, en medio del humo y ulular de las sirenas, se encontró con un espectáculo dantesco. Casi la mitad de un edificio de cuatro plantas había volado por los aires y al menos tres de sus cinco víctimas fatales yacían tendidos en la vía pública: Olga A.A., una querida doctora especialista en traumatología del Hospital Santa Tecla, de 37 años, y sus tres niños pequeños, Sergio de cinco años, Raúl de tres y David de apenas un mes y medio de vida. Su esposo, de 36 años, de quien la prensa consignó haber «sufrido tan solo heridas leves en la deflagración, debió ser atendido en estado shock con una fuerte crisis de ansiedad».

Ella estaba tendida en el costado del edificio que da a la calle Fortuny, uno de los pequeños se encontraba al otro lado de esta calle y el otro al costado del quiosco del bandejón central de la Rambla. Un hombre joven que colgaba de una cornisa gritaba angustiosamente, ¡por favor salvadme a uno! Una frase que Roger dice que nunca podrá olvidar.

«Mientras colaboraba en las maniobras de rescate vi que se asomaban una mano y una parte de una cabeza. Rápidamente empezamos a quitarles piedras y runas, y advertimos que se trataba de dos personas que se encontraban con vida», recuerda. Eran Jordi Morant y su amigo alemán. La quinta víctima de la tragedia, José B.V. de 47 años, fue encontrada al otro día entre los escombros, un profesor que había llegado a vivir –provisionalmente– a la tercera planta tan solo dos días antes. Según las versiones de prensa, este habría sido el lugar del epicentro de la explosión.

Morant y Lehrl fueron dos de los sobrevivientes de la tragedia, los otros fueron tres hermanas residentes en el entresuelo que resultaron con heridas leves. Morant, que recuperó el conocimiento unos días después, fue intervenido quirúrgicamente en un par de ocasiones a raíz de las graves lesiones encefálicas sufridas; por su parte Lehrl, se recuperó del coma dos meses después y se le debió amputar una de sus piernas.

«Lo primero que dijo el alemán cuando abrió los ojos, mirando a mi hermano que estaba enfrente de él, fue, ¡el cabrón de tu hermano –por mí– me empujó!», recuerda con humor.

El tiempo pasó y la terrible tragedia ocurrida en ese edificio fue condenada al olvido. En un largo periplo judicial, en primera instancia la Audiencia Provincial de Tarragona exoneró a Gas Natural y su aseguradora (Mapfre) de toda responsabilidad, fallo que, finalmente, fue anulado por uno (inapelable) del Tribunal Supremo en mayo de 2018, en donde fueron condenadas las referidas empresas a pagar 2,1 millones de euros.

La Sala Primera del Supremo estimó el recurso extraordinario por infracción procesal, alegando que durante el proceso se había producido una alteración de la carga probatoria. En concreto, la sentencia recurrida afirmaba que «no ha quedado tampoco demostrado que de haberse realizado la revisión reglamentariamente prevista, la explosión no se hubiese producido». De este modo, concluyó que no puede ser exonerada de responsabilidad la compañía suministradora, ni de su aseguradora, dado que Gas Natural, al ser quien contaba con los medios y conocimientos adecuados destinados a dar certeza respecto de las (reales) causas del suceso, «no lo ha hecho».

Lo cierto es que Jordi Morant, junto con lamentar, haber estado desafortunadamente muy mal patrocinado y asesorado legalmente, señala «no haber cobrado ni un solo duro hasta el día de hoy». Y tan mal lo estuvo, en realidad, que insólitamente en el proceso consignado como «testigo».

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