Aquella madrugada del 5 de agosto de 1997, Manolo volvía del turno de noche de su trabajo. Aparcó su Opel Kadett de segunda mano enfrente de casa, en la calle Vint-i-sis del barrio tarraconense de Bonavista. Se subió a casa y se fue directamente a la cama.
Nunca hubiera pensado este tarraconense que le robarían su coche por segunda vez en dos años aquella madrugada y nunca se imaginaría él y su mujer Emi que aparecería 26 años después a 27 kilómetros de distancia de su casa en el fondo del embalse de Riudecanyes. Esta es la historia de un robo de un coche de una familia trabajadora que la sequía ha permitido encontrar (que no resolver) un cuarto de siglo después.
La llamada del día 27
Emi y Manolo y su familia pasaban las Navidades en su barrio de toda la vista, Bonavista. El día 27 de diciembre el teléfono sonó. Emi escuchó atentamente lo que le decían sin dar crédito. Pensó al principio que podía ser una broma, pero la voz al otro lado del teléfono era de la Policía, concretamente de un agente de la Guàrdia Urbana de Reus. La credibilidad estaba garantizada.
El agente explicó a este matrimonio de Tarragona que un coche de su propiedad había aparecido bocabajo en el pantano de Riudecanyes, en uno de los recovecos del embalse que la sequía enseñaba tras años sumergido en agua.
No perdieron tiempo y ambos, Emi y Manolo se fueron a comprobar con sus ojos si aquel Opel Kadett que aparecía de la nada era el suyo. «Al coche le quitaron la matrícula la policía y con ella nos localizaron. Pero el resto del vehículo, más allá del deterioro de los años y del agua, estaba más que bien», asegura.
Dentro aún había una chancla de uno de los peques (tenían 3 y 6 años respectivamente en verano de 1997), los papeles del seguro en su funda de plástico, un extintor y una chaqueta. Faltaba una bici y un coche teledirigido, recuerda el matrimonio residente en Bonavista.
El turismo se encuentra en un lugar de difícil acceso a pie y ello crea todavía más incertidumbre de cómo llegó hasta allí. Posiblemente la misma agua del pantano en sus movimientos internos terminara reubicando ese coche del que los ladrones se desprendieron de él hace 26 años.
«Nunca tuvimos ninguna pista del Kadett y nos perjudicó seriamente. Tuvimos que pedir ayuda a la familia para comprarnos un CX, que no fue lo mismo», admite Emi. La familia de Bonavista viajaban a menudo al norte de Francia y aquel coche familiar era grande, espacioso y fiable que les permitía recorridos de 1.300 kilómetros con garantías.
Emi y Manolo explican que dos años antes, en las Navidades de 1995, unos ladrones se llevaron su Kadett. En aquella ocasión un accidente en la calle Unió (en la Part Baixa de Tarragona) permitió recuperarlo y denunciar a los autores, que fueron a juicio. Emi tiene la espina de que el segundo robo y el primero tienen algo de conexión, pero admite que no hay forma de probarlo.
Lo cierto es que el coche sigue todavía ‘panza arriba’ en el pantano de Riudecanyes y con la denuncia de robo (interpuesta en su momento) ya anulada en la comisaría de la Policía Nacional. El coche está para el desguace, aunque el dilema es cómo sacarlo de allí y quién asume el gasto del traslado hasta el lugar que le corresponde.
Sea como sea, el Kadett robado en Bonavista terminó al fondo del pantano de Riudecanyes hace 26 años abandonado por sus ladrones, que lo tiraron y desaparecieron del lugar. El crimen sigue sin resolverse, aunque el coche ha aparecido gracias a la sequía.