Corre el año 1929. Josep Jordá, un artesano de 63 años de edad que fabrica alpargatas en su pequeña tienda de Cós del Bou, ha ido a su viña. Empieza a llover. No puede cultivar la tierra y, de repente, recoge un puñado de barro y comienza a moldear una figura. Le viene como una iluminación y decide que tiene que seguir esculpiendo. Dicho y hecho.
Esa primera efigie informe es el comienzo de una carrera ‘artística’. Con el tiempo, Jordá esculpe en ladrillo, cemento, esparto y piedra un castillo, el monasterio de Montserrat, la plaza de toros de Tarragona, la figura de Colón durante el descubrimiento de América, animales de todo tipo... Las ‘planta’ en su masía, que se convierte en punto de encuentro de los tarraconenses el Lunes de Pascua o para una excursión dominical. Llega a erigir 250 esculturas, muchas de ellas estrafalarias. Su masía es apodada como el Mas de les Figures.
Jordá, convencido de su arte, bautiza su terreno como el «Museo Jordá», y sigue esculpiendo. Alcanza fama más allá de Tarragona. Semanarios artísticos escriben reportajes. Corresponsales de Barcelona se acercan a la masía, situada cerca de la actual urbanización Rodolat del Moro, entonces campos y bosques.
La sencillez de sus esculturas («arte primitivo», lo definen los expertos) provoca comentarios admirativos, pero también jocosos (hoy en día se le consideraría un friky) y, lo que es peor, actos vandálicos. Hasta el punto de que el propio Jordá tiene que esculpir un mensaje: «suplico a los visitantes no rompan nada».
Esa petición aún puede contemplarse entre los restos derruido del mas. Se accede al lugar por un camino paralelo a la autopista al que se llega desde la rotonda de Mas Enric. Apenas permanecen en pie un par de esculturas, un pedazo del castillo (ver fotos antigua y moderna) invadido por las ramas de un árbol caído, una especie de monolitos, efigies descabezadas...
También resiste una construcción que debió servir de vivienda a Jordá y su familia. Ahora está llena de restos varios, prueba de que debió ser ‘ocupada’: cojines, sillas y una mesa de plástico, paquetes de tabaco, conservas, un brik de vino, ladrillos resquebrajados, zapatillas deportivas infantiles, una almohada con la espuma desparramada, una chimenea semiderruida, un pozo con agua pestilente, una lúgubre estancia adjunta que hacía de cocina...
Entre los tarraconenses que recuerdan sus visitas al Mas de les Figures está Juan Ricomà. Aunque ahora reside en Barcelona, Ricomà es un apasionado de la historia de Tarragona. Atesora un dossier con diversos artículos sobre el Mas de les Figures.
En uno de dichos artículos, publicado el 18 de septiembre de 1935, un periodista, Isdor, entrevista a Jordá. El alpargatero, payés y escultor se queja amargamente de que las autoridades de la época no solo le ignoran sino que encima se cachondean de él.Dice Jordá: «Cuando era alcalde el señor Lloret le pedí que pusiera un guarda en el mas. Me contestó en una carta que todavía tengo guardada en casa, entre otras cosas y haciendo broma, que estaba bien y que escribiría a una compañía de cine americana para que viniera a rodar una película. La respuesta me decepcionó mucho. Pero yo seguí haciendo esculturas».
Es cierto. Jordà también levanta, entre otras, esculturas de conocidos políticos de la época como Lluís Companys o Manuel Azaña. Ambas efigies son destruidas a golpes. La tensión política llega hasta un recóndito mas. Los ataques se alternan con los grafitis de ánimo («este museo durará y tu obra, Jorda, que caray, no morirá nunca», escribe un visitante) o de odio («museo, serás una ruina», replica otro).
Jordá invierte una verdadera fortuna en su pasión. Según explica en la mencionada entrevista, en solo cuatro años se gasta 10.000 pesetas (de 1935).
¿Cómo son las esculturas? Así las describe Enric Baixeres: «El arte de Jordá está en el otro extremo de la profesionalidad y del valor mercantil del arte de galería. Era realmente gratuito, paradisiaco, plasticidad pura, un modelo naïf dentro del movimiento conceptualizador».
El Mas de lesFigures va quedando en el olvido tras la muerte de Jordà en octubre de 1953, a los 87 años. Pero su ‘muerte’ definitiva tiene lugar cuando se construye la autopista y parte el terreno por la mitad. De las esculturas nunca más se sabe.
El propio Jordà presagiaba que su ‘museo’ quedaría en el olvido. Así lo explica Petrófilo, un articulista del ‘Diario Español’. Publica el 19 de octubre de 1953: «El Museo fue para toda una generación de tarraconenses lugar de solaz y esparcimiento. Jordá recibía a todos amablemente. Tenía para todos una sonrisa y la fineza de su hospitalidad. Su afición artística fue viva hasta los últimos instantes. En las postrimerías de su existencia, una obsesión embargaba su ánimo. Repetidas veces nos confió la necesidad de que el Museo fuera conservado con el mismo amor y cariño que lo había construido. Cuando, obligado por la salvajada de algún irresponsable, colocaba el letrerito de ‘esta estatuta ha sido rompida tres veces por los cafres’, un aire de tristeza y melancolía invadía su corazón».
Sigue Petrófilo: «Jordá barruntaba que, una vez desaparecido del mundo de los vivos, aquellas figuras serían barridas sin consideración. Era su desconsuelo y luchaba contra la incomprensión y la ignorancia de muchos. Creemos nosotros que el mejor homenaje que podríamos rendir a la memoria de José Jordá sería retirar las figuras, al menos las más interesantes, para colocarlas en su día en el Museo de la Ciudad». La petición, como tantas otras en defensa del patrimonio de Tarragona, cae en saco roto.