El día festivo y el caminar relajado de la gente ayudaron a crear la atmósfera; la música hizo el resto. Por momentos, entre los paseantes comenzaban a aparecer personajes como sacados de otra época. Y así, poco a poco, una de las esquinas más reconocibles de la ciudad, la de las calles Reding y Fortuny, comenzó a llenarse de público.
Así arrancaba la fiesta para celebrar el centenario del edificio de la Cooperativa Obrera Tarraconense, COT. Era el turno de la fiesta diurna, porque la noche anterior en la calle ya se había vivido un buen anticipo.
Como en una película
La celebración comenzó a tomar forma con un grupo de personajes que invitaban a regresar un siglo atrás en la historia y a tomar parte en el acto de inauguración de la COT. El propio Andreu Sans Canals, presidente de la COT en esa época, contaba orgulloso como cada socio había aportado 25 céntimos y, cuando consiguieron juntar 500 pesetas, pusieron en marcha las obras.
El edificio se le encargó al arquitecto Josep Maria Pujol de Barberà (Tarragona, 1897-1939), quien para entonces ya había levantado en la ciudad el matadero municipal (hoy rectorado de la URV) y el flamante edificio modernista del Mercat Central.
La joya de Tarragona
Sans Canals se vanagloriaba de que el edificio tendría todo lo que la cooperativa de consumo necesitaba: una tienda, un horno de pan y un almacén «que van a ser la joya de Tarragona».
Para inmortalizar el momento se le encargó realizar una película a un peculiar cineasta y a ‘la Montse’, una diva de armas tomar. A pesar de que se supone que se trataba de una película muda, tampoco faltó la música de la banda de la COT, que hizo que diferentes parejas se arrancaran a bailar swing.
Acabado el momento flash back de la inauguración, a cargo de la compañía Toc de Gresca, la fiesta siguió durante todo el día. Hubo clases de tango, de country, juegos para la familia, música en vivo, vemut, comida...
El edificio de Pujol de Barberà ha sobrevivido hasta nuestros días fiel a su estructura original y sin requerir de grandes intervenciones. Los bombardeos de la Guerra Civil no le afectaron en demasía y este año, para celebrar el centenario, se está instalando el ascensor.
Donde estaba la tienda hoy se halla el bar La Cantonada, y donde funcionaba el almacén, el Teatre Magatzem. La gestión de la entidad, además, hoy sigue como desde sus inicios, en manos de los socios, 84 en la actualidad. Un buen número de ellos se hicieron ayer una gran foto de familia en la que no faltó el mayor: Luis Borrut, quien a sus 92 años no quiso perderse la fiesta.
Los socios ya no reciben a domicilio el pan que se fabrica en el horno de la cooperativa, pero sí que disfrutan cada sábado de la programación del Teatre Magatzem. Además, el edificio alberga a once entidades de diversa índole, desde asociaciones de vecinos hasta corales o grupos de baile, con lo que cada semana pasan por aquí unas 500 personas. Sans Canals estaría contento.