El nuevo Pla d’Ordenació Urbanística Municipal (POUM) quiere potenciar el pulmón verde que rodea la ciudad en su límite norte y que este se haga extensivo de extremo a extremo. Es una de las directrices con las que están trabajando los servicios técnicos municipales de cara a la redacción del nuevo planeamiento, que irá concretándose en los próximos meses, cuando se prevé que ya estará disponible el primer borrador de este anteproyecto de plan.
A día de hoy la Anella Verda cuenta con una superficie de 2.377 hectáreas, principalmente de masa boscosa y de antiguos cultivos abandonados. Si prospera la propuesta con la que se está trabajando actualmente esta podría incrementarse con otras 410 hectáreas de terreno. Esto dejaría este cinturón verde en unas 2.787 hectáreas, lo que representa un incremento del 17,2% respecto a las dimensiones actuales. Son algunas de las cifras que avanza el Àrea de Territori del Ayuntamiento de Tarragona, que plantea dos líneas de actuaciones de cara a la preservación de este entorno natural.
Por un lado, la anulación de los macroproyectos urbanísticos que afectan a zonas con un valor natural, como es el caso de La Budellera, la Vall del Llorito y, en menor medida, también Mas d’en Sorder. «Con las evidencias de la pandemia y el cambio climático no podemos cargarnos ámbitos arbóreos y de campo, con una capacidad agrícola y zonas boscosas», indica el concejal de Territori, Xavier Puig.
Tan solo el plan de La Budellera afectaba una extensión de 133 hectáreas, principalmente de antiguas zonas de cultivo abandonadas, entre la Vall de l’Arrabassada, Boscos y Cala Romana. Una superficie en la que se preveía la construcción de unas 4.500 viviendas, siendo una de las principales zonas de crecimiento que constaba en el plan de 2013. En cuanto a la Vall del Llorito, este sector afectaba a una zona de 115 hectáreas, con una edificación prevista para unas 6.761 viviendas, mientras que Mas d’en Sorder recogía 45 hectáreas, próximas al campo de golf Costa Dorada, donde se proyectaron 236 viviendas.
«Debemos conseguir que sea un elemento de cohesión y que podamos ir de barrio a barrio con las chirucas»Puig defiende que «considerar que el territorio es una cosa en venta es una mirada antigua de la cual ya hemos huido». Por este motivo, antes de iniciarse la redacción del nuevo plan, el gobierno municipal ya intentó frenar estos proyectos que, en paralelo, están siendo revisados por la Generalitat en el marco de los trabajos para el Pla Director Urbanístic de Sòls no Sostenibles.
Xavier Puig. Concejal de Territori
El objetivo, según la administración local, es «proteger todo aquel espacio, como una zona con un valor natural, agrario y paisajístico». Una estrategia que quiere acompañarse de una segunda línea de actuaciones, que prevé que la Anella Verde «entre a la ciudad, de forma que uno pueda salir desde casa calzado con las chirucas para ir a caminar y no tenga que coger el coche», añade el tercer teniente de alcalde. Este planteamiento se hace no tan solo para los vecinos de Sant Salvador o de Sant Pere i Sant Pau, sino también para los del centro o el Serrallo, e incluso los de Bonavista. Al respecto, Puig argumenta que «nos estamos marcando un objetivo más difícil ya que queremos conseguir que la Anella Verde sea un elemento de cohesión y, por tanto, que podamos ir de un barrio a otro, con las botas y por un camino de verdura».
Evitar el ‘ladrillazo’
El POUM de 2013 fue el del reconocimiento a la Anella Verda. Por primera vez se ponían las bases de este pulmón verde que en aquellos momentos sirvió para frenar la construcción de 4.000 viviendas junto al Pont del Diable, otras 1.200 en la zona de Mas d’en Jover (conocida también como La Móra 2), así como unas 500 en el entorno de la Platja Llarga.
Con la redacción del nuevo POUM quieren ampliarse los límites de la Anella Verda más allá del espacio comprendido entre el Gaià y el Francolí, para «renaturalizar» nuevos espacios y potenciar la red de caminos. «Buscamos maneras urbanísticas para alargar esta zona verde y conseguir que conecte con el Anillo Mediterráneo, para que los vecinos de Ponent puedan ir a la Llarga con las botas», añade el concejal de urbanismo.
La ampliación de la Anella Verda para frenar al ladrillo es una demanda que tendría mayoría en el arco político municipal y que ha sumado partidarios, además de las formaciones ecologistas. Sin embargo, más allá de descatalogar suelo que estaba programado como urbanizable, «siguen siendo terrenos privados, con una gestión compleja», indica el geógrafo, Rafael López-Monné. Este especialista en la Anella Verda defiende que a día de hoy «tenemos un nombre afortunado, que sirve para identificar unos terrenos no urbanizables, pero poca cosa más».
La finca del Pont del Diable, que es propiedad del Ayuntamiento, prácticamente es la única que es pública. El resto pertenecen a pequeños propietarios que en la mayoría de los casos hacen una gestión muy deficitaria, si la hacen. «Es importante cambiar la catalogación de este suelo, ya que en el momento actual no debemos hablar de incrementos de la población de forma desorbitada, pero queda pendiente decidir qué queremos hacer con estos entornos», argumenta López-Monné.
«La Anella Verda va más allá de poder ver los árboles. Ha de frenar las animaladas urbanísticas, pero ya no se trata solo de esto»Más allá de una primera fase de señalización de la red de caminos de la Anella Verda, las intervenciones que se han hecho durante estos años han sido prácticamente inexistentes. De hecho, a finales de 2020 se iniciaban las primeras actuaciones de limpieza forestal, al considerarse el Pont del Diable una zona con un elevado riesgo de propagación de incendios.
Rafael López-Monné. Geógrafo
Para López-Monné hace falta dar un nuevo paso adelante. «Debemos plantearnos qué queremos a 20 ó 25 años vista, teniendo en cuenta el contexto en el que nos encontramos». Y aquí, este especialista en la red de caminos de la Anella Verda, defiende que este pulmón natural «debería ser el primer paso hacia lo que necesitaremos de las periferias de las ciudades en un futuro». Conceptos como el turismo de proximidad, la caída del vehículo privado, la renaturalización del entorno y la eficiencia alimentaria son algunos de los aspectos que defiende que deberían ponerse encima de la mesa cuando se aborda esta cuestión. «La Anella Verda va más allá de poder ver los árboles. Ha de frenar las animaladas urbanísticas, pero ya no se trata tan solo de esto», concluye López-Monné.