En algunas calles de Tarragona parece que la tradición de Corpus dura hasta mediados de verano. La culpa la tiene una clase de árbol llamado «palo rosa» o «tipuana». Se trata de un árbol que forma una gran copa, tiene un crecimiento muy rápido y es originario de Sudamérica.
Este árbol, que puede alcanzar hasta los 20 metros de altura, florece entre mayo y julio con una flor de pétalos amarillos, la cual, a lo largo de estos meses, cae al suelo y genera una alfombra amarilla en aceras, asfalto, coches y en cualquier lugar donde la traslade el viento.
En Tarragona (y otras ciudades de la provincia) esta clase de árbol está muy extendida por las zonas urbanas, ya que requiere poco mantenimiento y crece rápido, generando sombra y un ornamento natural en las zonas residenciales. En Tarragona ciudad hay 1.240 ejemplares censados.
La floración del palo rosa provoca en los servicios de limpieza un quebradero de cabeza en esta época del año, cuando los pétalos amarillos caen al suelo y dejan un manto de color en las calles donde están plantados.
El Ayuntamiento de Tarragona admite que la belleza de estos ejemplares contrasta con la dificultad de las tareas de limpieza de estas flores y las quejas vecinales llegan a la plaza de la Font.
«Las quejas de los vecinos que recibimos nos permiten enfocar donde está el problema y actuar en consecuencia. Se emplean los recursos necesarios para poder limpiar las calles», apuntan desde el consistorio. Asimismo, consideran que la limpieza actual es adecuada para ir sacando este manto amarillo de la vía pública.
Algunos vecinos con este arbolado admiten al Diari que la limpieza que hacen durante estas semanas es complicada porque la flor termina invadiendo las propiedades privadas (jardines, garajes, casas...) y que, al igual que el confetti, parece que nunca desaparece. Además, si ha llovido recientemente, el pétalo se engancha y todavía cuesta más de eliminar.
Las plagas
El Ayuntamiento de Tarragona no tiene intención de cambiar esta clase de árbol por otra por motivos de limpieza en las calles y plazas donde se encuentran. Admite que la «criptonita» de las tipuanas son las plagas. En caso de que una tipuana muera, se repone (si es posible) por otra tipuana, dejando el mismo número de ejemplares en las calles de la ciudad.
«La tipuana tiene enfermedades que son difíciles de combatir con los productos fitosanitarios que actualmente se puede utilizar. Por ello, si alguno se seca, se reemplaza por otro de la misma especie», añaden las mismas fuentes municipales.