Un año y meses después del comienzo de la pandemia, diariamente tenemos los datos sobre la evolución de nuevos contagios o ingresos. Pero hay un aspecto importante que no suele figurar en las crónicas. Es el de las secuelas de la Covid. La doctora Judit Villar García, especialista en enfermedades infecciosas y coordinadora de la Unidad Post-Covid del Hospital del Mar en Barcelona, da algunos detalles sobre el desafío al que se enfrenta el sistema.
¿Cuándo se detectó la necesidad de crear la Unidad Post-Covid?
En julio de 2020 la dirección del hospital consideró prioritario crear una unidad funcional para hacer seguimiento de los pacientes que fueron dados de alta durante la primera ola, desde marzo de 2020 (más de 2.000) a los que no se les había podido realizar un seguimiento estructurado tras el alta (únicamente se habían seguido desde neumología los que tenían secuelas respiratorias post UCI). Al llegar la segunda ola y las posteriores, readaptamos la unidad y actualmente tenemos 5.000 pacientes, y hemos dado más de 1.500 altas tras no apreciarse secuelas significativas.
¿Se puede decir que está entre los pioneros en este ámbito?
No todos los hospitales han tenido la capacidad de hacer un seguimiento exhaustivo de los pacientes desde la primera ola. La llegada de nuevos casos dificultó poder derivar recursos humanos y logísticos a los post-Covid. Algunos únicamente la han centrado en el paciente en UCI y con secuelas respiratorias.
¿Cuál era el objetivo?
En cuanto a investigación, desde el inicio la Unidad se diseñó para poder cumplir también esas tareas. Tenemos todos los datos informatizados. Eso nos permite reorientar los recursos en función de las necesidades en tiempo real y además analizarlos para poder aumentar el conocimiento sobre esta patología.
¿Qué personal está dedicado al seguimiento de la unidad?
Somos 20 médicos y tres enfermeras. La mayoría combinan la asistencia que realizaban previa a la pandemia con el seguimiento del post-Covid.
¿Cuáles son las principales afecciones detectadas y tratadas?
Podríamos dividir a los pacientes en tres grupos: los que han sufrido una neumonía grave (10%), que han requerido ventilación mecánica o intubación, un tercio de los cuales pueden quedan con secuelas respiratorias. Los que han tenido neumonía leve o moderada (80%), que han necesitado oxígeno y presentan secuelas respiratorias los primeros meses pero por lo general se recuperan. Por último los pacientes que no han tenido neumonía (10%) pero presentan síntomas persistentes pasados seis meses desde la infección aguda. En este grupo prevalecen los síntomas de fatiga, malestar general, dolores articulares y musculares, cefalea, alteraciones anímicas.
¿Cuáles son las subáreas a las que con mayor frecuencia se derivan pacientes?
En orden de mayor a menor frecuencia se han derivado a Neumología, Medicina Interna/Enfermedades Infecciosas, Psiquiatría, Neurología, Rehabilitación, Otorrinolaringología, Reumatología, y Dermatología.
¿Qué media de persistencia tienen los que son atendidos en la Unidad?
En pacientes con neumonías leves o moderadas, los síntomas de fatiga o sensación de ahogo ceden o desaparecen a partir del tercer mes desde el alta. Pasado ese tiempo, podemos dar de alta a un 80% de ese grupo.
¿Cuál suele ser la evolución de los pacientes que han estado en la UCI?
Presentan como síntomas persistentes dificultad respiratoria con el esfuerzo y debilidad muscular, característica típica de los pacientes que han sufrido largos ingresos hospitalarios, ya que se atrofian sus músculos, y requieren rehabilitación muscular y respiratoria.
¿Hay un seguimiento de aquellos que han presentado síntomas leves sin llegar a ser hospitalizados?
Al poner en marcha la Unidad recibimos unas 500 derivaciones de Atención Primaria para valorar pacientes que no habían estado ingresados pero presentaban síntomas persistentes, muchos desde la 1ª ola, incluido el personal sanitario.
¿Qué diferencias hay en las secuelas entre los jóvenes y los mayores ?
Los mayores presentan más secuelas respiratorias y deterioro funcional (problemas con la movilidad, fatiga...) relacionadas con ingresos prolongados y neumonías más graves. Los pacientes más jóvenes son atendidos fundamentalmente por Covid persistente. Estos casos suelen ser complejos de tratar. Lo primero es descartar que los síntomas se deban a otras patologías y no al Covid. Se inicia entonces un seguimiento multidisciplinar.
¿Han detectado deterioro de la salud mental?
Sí, en particular en los afectados en la primera ola. La incertidumbre de los alcances de la infección era entonces muy alta y generó un estrés postraumático por la forma en que experimentaron la enfermedad. También por las incógnitas en cuanto a su evolución, la pérdida de personas próximas, el riesgo de colapso en la atención sanitaria, etc. Otro gran diagnóstico ha sido el trastorno de adaptación, con síntomas de ansiedad y depresión.
¿La extensión de la vacunación ha incidido en atenuar la derivación por secuelas?
Claramente. Las personas vacunadas se infectan fundamentalmente cuando la transmisión comunitaria es alta, pero presentan generalmente cuadros menos graves y, menos secuelas. También se ha publicado algún trabajo donde se evidencia el beneficio de la vacunación en personas con síntomas persistentes.
¿Que futuro cree que tendrá la Unidad Post-Covid?
Ninguna enfermedad había afectado a millones de personas a la vez y, al mismo tiempo, el que es experto solo lo es desde hace poco más de un año. Este tipo de unidades han de aunar esfuerzos para aumentar el conocimiento científico, lo que permitirá hacer propuestas eficientes para el seguimiento óptimo. Lo ideal sería ofrecer una atención multidisciplinar e individualizada. Es un auténtico reto para el sistema sanitario, que evidentemente necesitará invertir recursos no solo para proveer de una atención adecuada a estos pacientes; también se ha de invertir en investigación. La medicina basada en la evidencia conduce a estrategias exitosas. Sobre lo que no hay dudas es que la mejor estrategia para prevenir las secuelas es la vacunación.