A José lo encontramos atareado en las cocinas del Menjador Social de Bonavista, donde acude a trabajar cada día como voluntario. Es una de las 19 personas que colaboran elaborando las 270 comidas que salen de aquí a diario.
Raquel Quílez, responsable del comedor, no puede ocultar el cariño que le tiene. «Cuando se vaya, y esperamos que sea pronto, le vamos a echar mucho de menos. Se nota que es un profesional, nos quita un montón de trabajo de encima».
Quílez se refiere a que José está en plena búsqueda de un trabajo remunerado, algo que todos desean que ocurra pronto porque sería, por fin, la culminación de un largo proceso.
Y es que José, que ahora sonríe con facilidad, pasó año y medio viviendo en la calle en Tarragona. Ha tenido distintos trabajos, aunque su oficio es el de cocinero. De hecho, llegó a trabajar en el prestigioso Hotel María Cristina de San Sebastián.
Un problema familiar, del que prefiere no hablar, unido a la crisis económica, le dejaron en la calle. Hoy reconoce que «yo también veía a las personas sin hogar y pensaba que eso nunca podría pasarme a mí. Pero ya ves, la vida da muchos palos».
Según un estudio reciente sobre personas sin hogar realizado a nivel europeo en el que participó la Cátedra UNESCO de Vivienda de la URV, el 21,5% de las personas que terminan viviendo en la calle llegó a esa situación después de una ruptura de pareja y el 45% lo hizo después de haber perdido el trabajo.
El empuje necesario
Pero la vida de José, que nació en Reus, comenzó a dar un cambio hace unos meses, cuando otro voluntario del comedor donde trabajaba además de ser usuario, le llevó a vivir a su casa.
Pero el cambio definitivo se produjo hace unas semanas, cuando se convirtió en el protagonista del proyecto ‘Pack empenta’ de la fundación Homeless Entepreneurs, una ONG que está centrada en conseguir que las personas que viven en la calle tengan posibilidades de emprender o encontrar un trabajo.
Quílez comenta que el cambio de José ha sido espectacular, de una persona que se encontraba triste, ensimismada, a alguien comunicativo y mucho más alegre.
El proyecto fue acogido con mucho entusiasmo y total implicación por parte del Rotary Club Tarraco August, que se está encargando no sólo de financiarlo, sino de dar apoyo a José en todo lo necesario.
Salvador Olivé, vicepresidente del club, explica que de lo que se trata básicamente es de ofrecer a la personas sin hogar un mínimo de condiciones de vida, salud y descanso para poder encontrarse en capacidad de buscar trabajo.
Al usuario –en este caso el primero es José– se le ofrecen tres meses de una habitación individual en una pensión, útiles de higiene, cortes de pelo en una peluquería y la ropa necesaria.
«Y se les da un pijama», explica Jordi Planas, voluntario de Homeless Entepreneurs, quien asegura que no es un detalle menor, porque significa que, por fin, se duerme en una cama y no en el suelo. «Es un gran cambio saber que estás en un sitio seguro, con tus cosas, y que nadie te las va a quitar mientras duermes».
Recuperarse y cambiar de chip
Pero más allá de los aspectos materiales, Planas insiste en que la idea es que este tiempo sirva a José para cambiar completamente de chip, para pasar de ser alguien a quien se le debe dar asistencia a alguien que ha tomado las riendas de su propio futuro, alguien que se siente protagonista y no alguien que va a remolque. «Enseñar a pescar», resume Olivé.
Cuenta Planas que se trata de un proyecto piloto, por lo que todavía hay aspectos por afinar, pero la idea es aprender de esta experiencia para conseguir llegar a más personas como José, que están en condiciones y con ganas de trabajar.
Mientras, José comparte sus días entre el trabajo en el comedor y la entrega de currículums. La Semana Santa se acerca y tiene allí puestas muchas esperanzas. «Sólo me falta esto» (el trabajo), dice. Le preguntamos qué se le da bien y cuenta que «me dicen que las paellas me salen muy buenas, pero yo estoy dispuesto a trabajar de lo que sea».