El hidrógeno verde pretende ser un vector clave en la necesaria transición energética hacia una sociedad libre de emisiones. Obtenido de la descomposición del agua en sus elementos, oxígeno e hidrógeno, para que sea verde y no gris, justamente debe proceder de energías renovables, limpias, algo que ya es una realidad. Sin embargo, para que sea viable desde el punto de vista económico y competitivo, como lo es el petróleo, todavía son necesarios ajustes importantes. Y es aquí en lo que están trabajando algunos de los investigadores de la provincia. Es el caso de José Ramón Galán-Mascarós, Julio Lloret-Fillol y Antoni Llobet, del Institut Català d’Investigació Química, en Tarragona y los dos primeros profesores ICREA.
«Nuestro trabajo fundamental desde el punto de vista científico es desarrollar materiales de bajo precio, que se puedan hacer de forma masiva y que no se encuentren en regiones potencialmente peligrosas por su situación geopolítica, para hacer lo mismo que se consigue con los elementos nobles, platino e iridio», explica José Ramón Galán-Mascarós. Una vez conseguido esto, el segundo paso es almacenar esta energía, ya se trate de eléctrica, fotovoltaica o eólica porque, como apunta Galán, «no luce el sol todos los días y no siempre sopla el viento».
Un largo camino
Sin embargo, a pesar de que el hidrógeno verde ha eclosionado en los últimos tiempos, como por ejemplo con el proyecto de la Vall de l’Hidrogen de Catalunya, en Tarragona, son muchos los años que los investigadores llevan tras las nuevas energías, siempre anticipándose a las necesidades futuras de la sociedad. «Empezamos hace unas dos décadas, cuando todavía no existía la actual conciencia social hacia el medio ambiente y el cambio climático», manifiesta por su parte, Antoni Llobet. «Queremos tener un esquema sostenible y el más sostenible de todos es el sol, aprovechado por las plantas», explica Llobet.
Por ello, el grupo liderado por este profesor trabaja en la fotosíntesis artificial para intentar simular el ciclo de la naturaleza. Si en las plantas la clorofila transforma la energía luminosa en química, la fotosíntesis artificial consigue separar el hidrógeno y el oxígeno del agua a través de la luz solar mediante un sistema en el que intervienen, entre otras variables, los catalizadores.
«En el aprovechamiento de la energía tenemos varios pasos», explica Llobet. «Tenemos que entender cómo absorber esta radiación solar, cómo las moléculas interaccionan con los catalizadores y cómo estos son capaces de transformar agua en hidrógeno o metanol, que es lo que finalmente nos permitirá a todos que podamos encender la calefacción en casa, poner en marcha el coche o lo que haga falta». En este proceso, el grupo del profesor Julio Lloret-Fillol lleva doce años investigando cómo funcionan los mecanismos de reacción. Con este objetivo, han creado modelos químicos que los ayuden en su cometido. «Necesitamos catalizadores que aguanten mucho tiempo, pero que además sean eficientes, que consuman poca energía», comenta Julio Lloret-Fillol. De este grupo surgen dos spin-off que trabajan para garantizar que las tecnologías desarrolladas puedan utilizarse en la práctica, en la industria. Concretamente, Jolt producirá electrodos para la separación electrolítica de la molécula de agua, impulsando así una economía basada en el hidrógeno.
Si bien los esfuerzos se están dedicando ahora al hidrógeno verde, los investigadores ya están en otro nivel. «El hidrógeno es el punto de partida. Pero sería ideal si en su lugar fuéramos capaces de desarrollar otros combustibles y productos», apunta Llobet. Y en esto trabajan, en los proyectos Licrox y Condor, bajo el paraguas de la Unión Europea.