Apenas el 15% de los tarraconenses toma agua del grifo. El porcentaje se ha doblado en los últimos cuatro años, pero la mayoría de los consumidores sigue bebiendo agua embotellada, con todo lo que esto conlleva, desde el gasto económico hasta el transporte, pasando, por supuesto, por las consecuencias medioambientales. Pero, ¿qué impide que los tarraconenses se pasen al agua del grifo? La respuesta mayoritaria es su sabor.
Consciente de esta realidad, la Empresa Municipal Mixta d’Aigües de Tarragona (Ematsa) decidió hace poco más de un año poner en marcha un proyecto para mejorar las características organolépticas (sabor, olor, color, temperatura...) de esta agua.
El proyecto, bautizado como Be@, fue una de las novedades que se dieron a conocer ayer durante la Jornada IDEA, donde se presentaron diferentes proyectos innovadores vinculados al sector del agua.
Segura y controlada
Lo primero que hay que dar por descontado es que el agua que llega a las casas es segura. De hecho, apunta José Molina, responsable de ingeniería y proyectos de innovación de Ematsa, pasa incluso por más controles de los que se exigen por ley.
Pero, volviendo al sabor, apunta que lo primero que ha quedado de manifiesto con los análisis que se han hecho a raíz del proyecto Be@ es cuáles son los elementos presentes en el agua que hacen que los consumidores rechacen su sabor.
Uno de los más importantes es el cloro, un elemento desinfectante indispensable para que el agua sea potable.
En este sentido, una de las cosas que se están buscando es bajar el tiempo que el agua permanece en las tuberías, efecto que favorece la concentración de cloro. De hecho, las nuevas instalaciones que se hagan de ahora en adelante, como las de Cala Romana, ya tendrán en cuenta este aspecto.
Otro de los elementos que dan sabor al agua son las sales. En este sentido, lo que está planteado es la incorporación de una planta de ósmosis dentro del sistema para procesar una parte del agua que se capta. Eso sí, será una parte y no toda, porque las sales también son necesarias para el agua de boca.
De lo que se trata, explica Molina, es de jugar con los parámetros de estos elementos que se pueden mover para seguir cumpliendo con la normativa pero, a la vez, mejorar el sabor.
También se controla, por ejemplo, la proliferación del biofilm (la población de microorganismos que puede recubrir la superficie de las tuberías). En este caso se realiza una limpieza utilizando hielo granizado que la elimina por fricción.
Y, a la par que se realizan estas acciones, la intención es ir midiendo el efecto que tienen los cambios en tiempo real y cómo se perciben. La idea es mejorar los tratamientos de laboratorio e ir midiendo cómo lo ven los usuarios. Para ello realizarán tanto encuestas como paneles de cata de aguas.
De hecho, ya han realizado una de estas catas a ciegas y han encontrado que el agua de grifo, con niveles bajos de los elementos que están tratando de reducir, era confundida por los participantes con el agua embotellada.
Finalmente, la intención es seguir trabajando en la sensibilización de los ciudadanos con proyectos como el de la planta embotelladora de agua del grifo que se puso en marcha hace un año y que hoy tiene una gran demanda por parte de los organizadores de eventos culturales y deportivos.
Más innovación
Además de este proyecto, ayer fue el día para conocer otras iniciativas innovadoras a nivel nacional y también local, como la plataforma SinapTIC que se centra en recoger y analizar la ingente cantidad de datos del ciclo del agua en Tarragona. Esto permite por ejemplo contar con la información para tomar decisiones de forma más ágil y eficaz.
Investigación: El biosensor ‘chivato’ de las tuberías
Uno de los proyectos que se dio a conocer ayer en la jornada Idea fue ‘Oplite’, un microsensor desarrollado en el Institut de Microelectrónica de Barcelona (CNM-CSIC).
El encargado del proyecto, Xavier Muñoz, explicó que este sensor diminuto se podrá colocar dentro de una de las roscas que se usan a lo largo de la red. Estos sensores se encargan de medir la cantidad y la composición del biofilm (la población de microorganismos que recubre la superficie de las tuberías).
Estos microsistemas analíticos cuentan con tres sensores de 0,1 milímetros que a su vez se comunican por fibra óptica con un dispositivo en el exterior. Hasta ahora la única forma de controlar estos microorganismos era tomar muestras y analizarlas en laboratorio. Esto permitirá tener información en tiempo real.
Justo en julio Ematsa pondrá en macha un proyecto piloto en una planta con estos sensores.