«Antes llenaba el depósito con 50 euros y ahora me cuesta 75. Y lo hago cada tres días, así que me supone un gasto extra», reconoce Carles Oliver, presidente del gremio de autoescuelas de Tarragona, muy afectado por la escalada de precios del combustible: «Para nosotros el carburante es el gasto principal y no deja de ser un inconveniente, ya nos hemos acostumbrado a que se dispare».
Usted ya lo habrá notado como conductor, que tiene rascarse más el bolsillo al repostar. El gasoil y la gasolina marcan máximos históricos, con los precios más elevados al menos desde 2011. La escalada es constante y suma meses de subida constante, desde que en mayo de 2020, en pleno Gran Confinamiento, se tocara fondo. Desde ahí vino una subida paulatina de las tarifas primero y un ‘in crescendo’ disparado depués. La 95 se vende a un promedio de 1,53 céntimos el litro, según el acumulado de 2022. Llenar un depósito estándar de 55 litros cuesta 84,15 euros. Hacerlo el año pasado valía 76,2, ocho euros menos.
Cualquiera de los carburantes han superado ya este año la media de 2012 y 2013, que eran las puntas de la serie histórica, según los datos en Tarragona del Geoportal de Hidrocarburos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Un encarecimiento del 30%
Otra comparativa. El gasoil A está a 1,453 euros el litro este mes de febrero. Repostar un depósito de 55 litros vale 80 euros. Hace justo un año valía 1,132 el litro y, por tanto, la factura se quedaba en 62 euros, 18 menos, un incremento de casi el 30% en un plazo de 12 meses. Y una equiparación más para ilustrar el ascenso sostenido:el gasoil A+ cuesta 1,554 euros el litro (el ‘lleno por favor’ sube hasta los 85,4 euros) mientras que valía 1,233 en febrero del año pasado. Por entonces, salir de la estación de servicio con el tanque hasta arriba eran 67,8 euros, 17 euros más. El encarecimiento en un año ha sido del 26%.
Pero si estos repuntes constantes son un tormento para el consumidor tipo, para los profesionales conlleva una situación comprometida, pues pone al sector contra las cuerdas y deja en el alambre la supervivencia de algunas empresas. Josep Lluís Aymat, director general de la Federació Empresarial d’AutoTransports de la Província de Tarragona (FEAT), da la voz de alarma: «En nuestra actividad hay dos partidas que son claves: el coste del personal y el carburante. Si una de ellas incrementa un 30% su coste, eso supone un golpe durísimo para las cuentas de las empresas, que tienen que hacer los mismos servicios». Aymat denuncia que «el sector ya trabaja con márgenes muy reducidos, así que incrementar los costes es un golpe en muchos casos inasumible».
El representante del gremio logístico hace cuentas a modo de ejemplo: «Cuando tú tienes un alza del 30% en algo que ya es el 30% de tu gasto, eso supone disparar un 9% el dispendio. Teniendo en cuenta que muchas empresas trabajan con márgenes del 2 o el 3% de facturación, eso quiere decir que entras en pérdidas y eso, si se mantiene durante mucho tiempo, no es sostenible». Aymat cree que la escalada de precios puede poner en peligro la viabilidad de algunas compañías de transporte: «Afecta a todos, tanto a grandes como a pequeños. Si esto sigue así, algunos no tendrán más remedio que dejarlo, porque pasan las semanas y los meses y el aumento no se detiene».
En estos momentos, y más en el inicio de año, es primordial la renegociación de precios y contratos. En ese proceso hay un concepto clave, la llamada ‘cláusula del gasoil’, que debe aplicarse a corto plazo como parte de los compromisos que el ministerio adoptó a finales del año pasado para desconvocar el parón del sector. «Uno de los puntos que se pidió es que los precios del transporte puedan estar indexados al coste del carburante. Como influyen variantes ajenas y externas, pedimos que se ajuste el precio del servicio automáticamente en función del índice», añade Aymat. Esa negociación ya existe y es establecida entre empresas y clientes, pero que la cláusula quede refrendada de una manera general «ayudaría a paliar la situación», indica el responsable de FEAT, que añade: «Se trata de que la cláusula sea común a todos y no algo particular. Los clientes tienen que ser conscientes de que es un coste que no se puede diferir en el tiempo. Esperamos que sean receptivos, no hace falta mucha demostración para que vean que las tarifas están subiendo».
El sector del taxi también se ve perjudicado. «Nos afecta, porque estamos en un momento en que no tenemos margen de maniobra. Estamos intentando aguantar, sin subir precios», cuenta Joaquim Olivé, presidente provincial del gremio. Estos profesionales se resisten a incrementar las tarifas, sobre todo en un momento que consideran crucial porque confían en una recuperación una vez superada la parte más dura de la pandemia. «Hacemos equilibrios. Sabemos que los clientes también van apurados y no podemos exprimir más. Nos cuesta más llenar el depósito pero no queremos trasladar eso a la gente. Si subes precios, acabará teniendo menos clientela, que al final es también clase trabajadora», apunta Olivé.
Recuperación de la movilidad
Parte de la explicación de las subidas está en el aumento de la demanda mundial provocado por la recuperación tras los momentos más duros de la pandemia. También es consecuencia del encarecimiento del barril de petróleo Brent –el valor de referencia en Europa–, del bajo nivel de producción de los países de la OPEP y de las tensiones políticas en Oriente Medio o el este de Europa.
«Cerrar un pozo de petróleo, cuando baja la demanda, es rápido. Pero abrirlo cuesta mucho, varios meses, donde hay que hacer también trámites administrativos. Muchas instalaciones se pararon y lleva un tiempo acondicionarlas. Tardas muchos meses en normalizar las cadenas de producción», aporta, como una de las razones, Juan Gallardo, economista del gabinete de estudios de la CEPTA.
Todos estos incrementos se han ido reflejando en el IPC. El recibo de la electricidad, el gas y otros combustibles ha crecido durante 2021 un 56,1%, según los datos provinciales del INE.
Diferencias de más de 18 euros según la gasolinera
Repostar en una gasolinera u otra puede comportar un ahorro sustancioso al cabo del tiempo. En la provincia, hay una diferencia de más de 18 euros entre la estación más cara y la más barata, suponiendo que se llena el depósito completo. La brecha es mayor con el gasoil. Repostar una medida estándar de 55 litros de gasóleo vale 88 euros en la estación más cara y 69,7 en la más barata, lo que supone un ahorro de poco más de 18 euros. La brecha también es notoria con la gasolina:93,4 euros en el dispensador más caro y 76,3 en el más asequible. En ese caso, el desembolso varía unos 17 euros.
Dentro de la gran fluctuación de precios, hay una norma que suele cumplirse, aunque no siempre. Algunas de las estaciones de servicio más baratas se hallan en polígonos industriales, mientras que las más caras se dejan ver en tramos de autopistas. La AP-7 o la AP-2 albergan, a su paso por Tarragona, algunas de las estaciones con precios más altos. Dos estaciones de Vila-seca son las que tienen los precios más bajos de la provincia.