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Una espectacular cúpula modernista revestida de mosaico cerámico, al estilo trencadís que popularizó Antoni Gaudí, cubrió en su día uno de los edificios de una masía, el Mas de Sorder, que se integraba en la red de masías fortificadas en torno a Tarragona. Ahora, igual que sus ‘hermanas’ de la Creu, d’en Pastoret, de l’Hereuet, d’en Grimau, Cusidó o dels Canonges, son pura ruina, un tristísimo ejemplo de la decadencia que sufre parte del patrimonio de Tarragona.Todas esas masías se edificaron entre los siglos XIV y XVII. Incorporaron torres de vigilancia para alertar de las incursiones piratas o de enemigos de diversa procedencia. Según explica el arqueólogo municipal de Tarragona Joan Menchón en Masos fortificats al terme de Tarragona. Una aproximació, «la lista de ataques es larga en la costa del Camp. En 1582 los piratas capturaron cinco barcas y a 29 pescadores. Incluso se pasearon por las calles de Tarragona. Los ataques provocaron el éxodo de la gente hacia el interior, que se abandonasen las masías y se fortificasen pueblos y viviendas rurales. El peligro fue languideciendo hasta 1830, cuando los franceses conquistaron Argel».
Mas d’en Sorder está a solo 640 metros del Mas de la Creu, uno de los protagonistas de la primera entrega de la crónica pelacanyes sobre las masías abandonadas (ver la crónica publicada el domingo 24 de octubre).
La torre del Mas d’en Sorder, de planta cuadrada de 3,5 metros de lado y una altura de 12 metros, es casi lo que mejor se mantiene. Fue reformada en su día y sus paredes están rebozadas de modo que ocultan unas posibles aspilleras. Corona la masía antigua, de la que apenas quedan en pie las paredes. La torre puede fecharse entre los siglos XV y XVI.
Anexa a la masía, hay una edificación de poco más de un siglo de antigüedad, la de la cúpula modernista, que, a pesar de ser un BCIL (Bé Cultural d’Interès Local), se pudre a un ritmo vertiginoso. Una escalera resquebrajada sube al segundo piso. A la parte interior de la cúpula ya no se puede acceder porque los techos y las escaleras se han derrumbado.
En el suelo los cascotes y los hierbajos comparten espacio con la mugre, neumáticos tirados, restos podridos de ropa, botellas de plástico polvorientas, latas de cerveza, botes de spray con los que se realizaron la multitud de grafitis de las paredes y hasta un colchón que repugna a la vista.
Más de Sorde está junto al campo de golf Costa Daurada. Hay un proyecto para convertirlo en un hotel de lujo. El Ayuntamiento de Tarragona lo ha paralizado.
A un kilómetro de Mas d’en Sorder, se ubica Mas Cusidó, muy cerca de la autopista A-7. La primera referencia documental del mismo data del 29 de septiembre de 1568. Se trata de un acta de conciliación entre dos familias (la Pallarès, propietaria de la masía, y la Elies) por la cual los primeros dejarían pasar por sus tierras a los segundos a cambio de que los Elies hicieran lo mismo con los Pallarès en otros terrenos.
La torre, del siglo XV, es de planta cuadrada, de 5x5 metros y 12 metros de altura. Está techada con una cubierta a dos aguas y aún conserva unas gárgolas. Tiene planta baja y tres pisos, pero solo se puede entrar desde una pequeña puerta situada en el primer piso. Ahora es inaccesible pero en su día alguien pintó «fill de puta qui entri» y otra frase de aún peor gusto. Una escalera llena de cascotes une los dos pisos.
Su carácter defensivo se plasma en que cuenta con aspilleras (una abertura larga y estrecha en un muro para disparar por ella). Unas vigas de hierro la abrazan como una madre protectora para impedir que se derrumbe, como ha sucedido con el resto de la masía, pero una grieta, que se asemeja a una cicatriz, la recorre en vertical. La fachada colapsó en 2002 y arrastró consigo la puerta de entrada. En el interior se pudieron documentar grafitis del siglo XVII, ahora desaparecidos.
Es una de las masías más accesibles ya que se puede llegar en coche por un camino que pasa por encima de la autopista y por debajo de la autovía. Sin embargo es la más peligrosa de las siete masías fortificadas.
Las chumberas se han apoderado del terreno. Incluso han florecido en las paredes semiderruidas. Un pequeño montículo parece dar acceso a una edificación, pero en realidad desemboca en el techado del sótano. El techo está caído y tapado por los hierbajos, un verdadero peligro porque alguien que quiera atravesarlo puede despeñarse al no ver que, bajo las plantas, solo hay un vacío y una caída de varios metros.
Al lado del Complex Educatiu (la antigua Laboral) se halla otra de las masías fortificadas ahora abandonadas, la dels Canonges. Tenía corral, capilla, una gran nave de 18 por 14 metros y dos edificios anexos. Y, como símbolo de su pasado glorioso y presente ruinoso, la torre de cuatro alturas.
Según explican fuentes del Ayuntamiento de Tarragona, el departamento de Disciplina Urbanística ha instado directamente a los propietarios de dos de las masías, las de Mas Pastoret y Mas Grimau, a que actúen ante el estado ruinoso de ambas construcciones. Ambas son BCIL (Bé Cultural d’Interès Local). En el caso de las otras masías, dado que cuentan con doble protección legal al ser consideradas también BCIN (Bé Cultural d’Interès Nacional), el consistorio informó de su estado a la Generalitat «porque es quien ha de hacer el requerimiento correspondiente a los propietarios para que actúen».
Mas Grimau y Mas d’en Pastoret son la cara y la cruz. Perdido en medio del bosque, Mas d’en Pastoret apenas sigue en pie. Se puede entrar en sus estancias sin el menor problema. Una inscripción en la puerta lo data en 1612. En el interior, las paredes derrumbadas conviven con los techos caídos. El acceso a la torre, por contra, es ahora imposible. Igual que Mas d’en Sorder, Mas de l’Hereuet, Mas d’en Grimau, Mas Cusidó y Mas dels Canonges, es privado. Mas de la Creu, en cambio, es propiedad de la Iglesia.
Donde sí se ha actuado es en Mas Grimau. Ubicado cerca del Bosc de la Marquesa, una valla de metal lo circunda e impide al acceso a una torre cuyo techo se ha venido abajo y en cuyo interior ha crecido un árbol. Las paredes de una sala anexa a la torre están llenas, como no, de grafitis y firmas de visitantes como la de «TF Madrid 1990».
La historiadora del arte Emma Liaño finaliza su estudio Torres medievales en la desembocadura del Gaià así: «Solo nos queda desear que el fenómeno turístico, la especulación, y la industrialización de las zonas costeras de nuestras comarcas sepan respetar y cuidar estos edificios que se han mantenido valientemente, a lo largo de los siglos, recordando a los tarraconenses sus orígenes y su historia». Ni el turismo ni la industria han convertido en ruinas las masías fortificadas que rodean Tarragona. Ha sido el poco respeto por nuestro patrimonio. Una vez más. Y van…