Mohammed, el padre de Sara y marido de María Celeste, las dos mujeres acusadas de haber dejado a su bebé abandonado en un contenedor, niega las acusaciones de maltrato y de abuso que las investigadas vertieron sobre él durante la primera sesión del juicio, celebrada el lunes. «Me he quedado en estado de shock al conocer las declaraciones por el periódico», decía este martes por la mañana Mohammed delante de los medios. Y es que la jornada en la Audiència Provincial fue de todo menos tranquila.
Todo estaba previsto para que, en el segundo día de juicio contra las dos mujeres, declarasen las profesoras de Sara –que son las que alertaron a la policía de los hechos–, los profesionales de los centros médicos donde la joven acudió para abortar, y cinco agentes de los Mossos d’Esquadra. Pero la cosa cambió cuando entraba en sede judicial el padre de Sara y marido de María Celeste. Se llama Mohammed, natural de Marruecos, empresario y con seis camiones. Mohammed, quien el día anterior fue acusado por su hija y su mujer de haber abusado de la joven y de haber maltratado durante 27 años a su esposa, decidía no declarar ante el juez.
Sí lo hizo ante de los medios de comunicación, pese a pedir explícitamente que no se le viera el rostro. Pongámonos en contexto. Sara y Celeste se enfrentan a un juicio por haber abandonado a su bebé en un contenedor de la calle Tortosa de Torreforta en marzo de 2020. Sara –que tenía 18 años entonces– se quedó embarazada durante un viaje a Marruecos. Al volver, según declaraba la joven, no se lo dijo a nadie por miedo a la reacción «violenta» del padre. Sara intentó abortar pero ya era tarde. Asegura que parió a la niña sola en su dormitorio y que, unas horas después, su madre vio al bebé, quien lo envolvió en una manta, lo puso en una caja de cartón y lo dejó en un contenedor. Las claves del caso se encuentran en si el bebé estaba muerto ya en ese momento y si ambas planearon un plan preconcebido para deshacerse de la pequeña.
Hasta aquí todo previsible. Lo que sorprendió al jurado y cambió el rumbo del juicio fueron las acusaciones de madre e hija sobre el padre, Mohammed. Ambas aseguraron que no dijeron nada por miedo a su padre que, siempre según su versión, les pegaba. De hecho, Sara ya había interpuesto una denuncia contra él unos meses antes de que el caso se destapara, tras un episodio de maltrato con uno de sus hermanos pequeños de por medio. Ayer, Mohammed se justificaba ante los medios de comunicación. A la puerta del juzgado, el hombre mostraba cartas a través del móvil y conversaciones telefónicas que había mantenido con su mujer el mismo lunes de la declaración, con el fin de acreditar que sigue manteniendo el contacto con ella. «No he pegado ni he abusado nunca de mi hija. Reconozco que soy estricto y cuando me enfado grito. Tengo la sangre caliente, pero no acudo a la violencia», decía Mohammed, quien negaba rotundamente las acusaciones.
Según el padre, las declaraciones responden a una estrategia para exculparse de los delitos de los que se les acusa, liderada por la hija, «que no está bien, está traumatizada y no sé porqué», y los abogados. Mohammed las definía como «bobas» y que «cualquiera puede jugar con ellas, no tienen fuerza mental». Pese que Mohammed aseguraba que las acusaciones le habían llegado por sorpresa, lo cierto es que en la misiva que él manda el día anterior a su mujer pide que no se utilice este planteamiento.
El hombre relataba que la demostración de que había buena relación con ellas hasta hace escasas horas es que «la ropa que llevan en el juicio se la he comprado yo». Mohammed insistía en qué «lo que pasa es que ellas quieren la libertad, una vida tranquila como los animales. Más bien dicho, quieren libertinaje. Y para tener éxito en la vida hay que sacrificarse un poco».
Mohammed declaraba que «me considero un musulmán moderado, un buen padre y un buen marido. No quiero perjudicarlas, pero según mi religión, lo que ha pasado es delito», y añadía que «si me hubiera enterado de que mi hija estaba embarazada, una de dos: o abortaba o, si ya no estaba a tiempo, daba el bebé a la gente que lo necesita. Hay personas que pagan mucho. Pero nunca lo hubiera matado». Mohammed descartaba que su mujer supiera algo del embarazo y aseguraba que no oyó nada el día de los hechos.
«Se deshicieron de la criatura»
Quienes sí que declararon ayer en sede judicial como testigos fueron las profesoras y la directora del centro donde estudiaba Sara. Todas ellas explicaron que se enteraron de los hechos por las compañeras de la joven. «Nos dijeron que Sara les explicó que cuando nació la niña, intentaron que no sobreviviera, y que se deshicieron de la criatura», explicaba la profesora. Con esta declaración, cogería fuerza a la versión de la fiscal, quien dice que Sara tapó la boca y la nariz de la recién nacida para que dejara de respirar.
Fue la directora del centro quien, tras conocer los hechos por boca de otras profesoras, se puso en contacto con un sargento de la Guàrdia Urbana. Eso fue en diciembre de 2020. La policía local alertó a los Mossos, quienes iniciaron la investigación, y detuvieron a madre e hija en abril de 2021.
También declararon ayer los profesionales sanitarios que atendieron a Sara en su intento por abortar. En el CAP La Granja no podía hacerlo porque estaba más de nueve semanas. La derivaron a la clínica Evia, y tampoco pudieron interrumpir el embarazo porque estaba de casi seis meses. Ni unos ni otros le hicieron seguimiento. La joven tampoco acudió a la cita prevista al cabo de unas semanas en el ambulatorio.
Este miércoles será el turno de las pruebas periciales y mañana se expondrán las conclusiones de las partes. Está previsto que, el lunes, el jurado popular emita su veredicto.
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