A finales de los años 50, cuando la industrialización de Tarragona apenas arrancaba, un grupo de empresarios de Barcelona decidió instalar una fábrica de coches en Tarragona. Habían contactado con Franco Ambrosini, un empresario italiano, hijo del fundador de la Società Italiana Applicazioni Transformazioni Automobilistiche (Siata).
El plan inicial era situar la factoría junto a la SEAT, en Barcelona, para transformar los coches de la marca hispánica por excelencia. Pero el entonces alcalde de Tarragona, Rafael Sanromà, les ofreció unos terrenos a un precio irrisorio y les convenció. La Siata abrió en enero de 1960 y cerró en febrero de 1971. En esos 11 años produjo unos 22.000 vehículos.
«Los terrenos serían el futuro polígono Entrevíes. No había ni agua ni luz. Aquello era un desierto. Incluso en los primeros meses tuvieron que colocar un depósito de agua en el techo de la fábrica, como los que salen en las películas del Oeste. La factoría estaba rodeada de campos de olivos y algarrobos», cuenta Jaume Cabot, autor del libro Siata Española. Historia de la factoría Siata de Tarragona, y un apasionado de este modelo de coches. Hasta el punto de que guarda media decena de coches clásicos Siata en el garaje de su casa.
Cabot no exagera, como puede verse en una de las imágenes que ilustra esta pelacanyes. Entre la fábrica (en la parte inferior de la foto) y la Laboral, al fondo, no había más que campos.
La cercanía de la Laboral generó precisamente una de las anécdotas que Cabot desgrana. La fábrica tarraconense «no disponía de pistas de pruebas como otras marcas. Necesitaba una recta larga y sin tráfico para probar los coches. Aprovecharon el espacio de la Laboral y llegaron a colocar los coches a 110 kilómetros por hora e hicieron pruebas de frenado, por ejemplo, de la Minivan».
En la misma Laboral se fotografió el Siata Tarraco para unas postales publicitarias. Cuando Seat rindió un pequeño, y muy merecido, homenaje a nuestra ciudad con el modelo Tarraco no hizo nada nuevo. Sesenta años antes Tarraco ya viajaba sobre ruedas por toda España.
En sus primeros años, la Siata se dedicó a fabricar coches de aspecto deportivo, incluso descapotables. Pero eran demasiado caros porque la carrocería se fabricaba a mano y el cliente debía entregar además su 600. El coche salía a unas 100.000 pesetas, toda una fortuna para la época.
La poca rentabilidad de los deportivos hizo que la fábrica se reorientase a la producción de furgonetas. La Siata tuvo así dos épocas: la italiana de los deportivos y la catalana de las furgonetas. Pero antes de verse obligados a cambiar la estrategia hubo un repunte de ventas. Gracias a un film con toque pelacanyes.
En 1963 llegó a los cines ‘El Mujeriego’, una españolada llena de tópicos que hoy en día escandalizarían a las mentes políticamente correctas. Pero hay que enmarcarla en su época.
El protagonista del film era el actor tarraconense Casto Sendra, conocido como Cassen. Interpreta a Juan, un vendedor de libros que acierta una quiniela de 14 y se lleva una fortuna gracias a resultado hoy en día no tan extraño (Elche 2-Barça 0) y otro realmente sorprendente dado el historial periquito ante los blancos: Real Madrid 2-Español 3.
Una de las primeras cosas en que Juan se gasta su dinero es en un Siata Turisa 750 Spyder. Quiere comprarse un modelo extranjero, pero el vendedor le convence de que se quede un Siata porque «se encuentran accesorios con facilidad, gasta relativamente poco y tiene una línea estilizada». Una excelente publicidad para un modelo con apenas tres años de vida.
Cuenta Cabot que, poco después del estreno, el entonces director de la fábrica, Antoni Rovira, comenzó a recibir llamadas desde concesionarios de toda España, entusiasmados por el aumento de ventas «gracias a una película» y felicitándole por sus supuestas gestiones para que el coche fuera protagonista de las andanzas de Cassen. Rovira no sabía de que le hablaban y aguantó el tipo como pudo. Esa misma tarde fue a ver la película a un cine de Tarragona junto a su mujer.
No fue la única vez en que un Siata ha sido protagonista en rodajes. Por ejemplo, en el videoclip de la canción ‘Bombolles’ de Els Pets, perteneciente a su disco ‘L’area petita, salen un Siata Ampurias 750 coupé y una camioneta Siata 400CH. El videoclip se grabó en Torredembarra con el asesoramiento de Cabot. También aparecen los coches made in Tarragona en la película Floquet de Neu y en la serie La Mari.
Otra de las anécdotas en torno a la Siata es la del misterioso coche de Dalí. La factoría tarraconense fabricó un modelo que era un híbrido entre un descapotable y una furgoneta. La bautizaron ‘Patricia’, en honor a Patricia Rato, hija de Ramón Rato, uno de los accionistas de la firma. Patricia era también sobrina de Rodrigo, que luego sería vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía, bajo la presidencia de José María Aznar (PP), y director del Fondo Monetario Internacional (FMI). El propio Rodrigo se acercaba a la fábrica cuando la familia veraneaba en Salou.
A Salvador Dalí le pasearon en una ‘Patricia’ y se enamoró del modelo. Rovira en persona se desplazó a la habitación del Hotel Ritz de Barcelona en la que se alojaba el genio y le vendió la ‘Patricia’ por 60.000 pesetas. Dalí le respondió «no me hables de pesetas, háblame de dólares». Rovira tuvo que calcular, con papel y lápiz, el cambio.
De aquella ‘Patricia’ nunca más se supo. Cabot quiso averiguar dónde estaba el vehículo. Busco la matrícula de los coches a nombre de Dalí en Girona. Descubrió que poseía un Datsun y un Cadillac, pero de la ‘Patricia’ ni rastro. Llamó a la gestoría que se encargaba de los trámites del artista y nadie sabía nada del coche tarraconense. Incluso contactó con Ana Caminada, hija del chófer de Dalí (ni él ni su musa, Gala, tenían carnet de conducir) y tampoco nadie de la familia se acordaba del peculiar modelo. ¿Qué fue entonces de aquel modelo? Cabot especula con que Dalí lo regaló, pero no está seguro.
De lo que no duda Cabot es de que la Siata marcó una época y dio empleo a decenas de tarraconenses que se ganaron la vida gracias a los coches pelacanyes.