En las puertas del centro penitenciario de El Catllar, este sábado se respiraba un aire de tristeza. Desde primera hora y hasta pasada la una de la tarde, funcionarios, amigos y compañeros de Núria López (la cocinera fallecida en las cocinas de la cárcel de Tarragona) han querido rendir un tributo a su compañera un mes después de su asesinato.
Ha sido un acto sencillo y emotivo, donde se ha levantado con flores y velas un pequeño altar en homenaje a esta trabajadora que perdió la vida por culpa de un interno que la golpeó, asfixió y acuchilló.
Núria llevaba tiempo en las cocinas de Mas d’Enric, la nueva cárcel de Tarragona que se ubicaba a las afueras de El Catllar. Y allí gestionaba la producción de los ágapes para casi el millar de internos. Junto a ella una plantilla de trabajadores e internos que cubrían los turnos de mañana, tarde y fines de semana.
Vivía en un piso de Vilallonga del Camp, aunque era natural de Castelldefels. Junto a su perra Fiona, que sufría de una enfermedad, pasaba su tiempo libre rodeado de amigos y del cuidado de su fiel amigo. Así se la recordaba el día después del crimen, en un emotivo minuto de silencio en esta pequeña población del Tarragonès.
Aquel miércoles de marzo, Núria y Iulian (su asesino) coincidieron en el turno de tarde. No era la primera vez que trabajaban juntos y no hay constancia ni registro de quejas de la trabajadora del CIRE (empresa de la Generalitat que ayuda a la reinserción) hacia su pinche de aquella tarde.
Todo pasó lejos de la mirada vigilante del funcionario del búnker (el encargado de dejar los utensilios de cocina peligrosos a los presos a cambio de tener un registro de ello) y éste no se extrañó cuando Iulian le pidió un cuchillo aquella tarde de marzo.
Antes había habido agresión del preso a la trabajadora, tal y como refleja las marcas en el cuello de la autopsia. Y después, en la cámara frigorífica y lejos de las miradas y las cámaras, mató a cuchilladas y se rebanó el cuello. Asesino y suicida. Así terminó Iulian su condena en Mas d’Enric, una pena de cárcel por un asesinato de una prostituta en Valls años antes.
El crimen fue el punto de inicio de una rebelión en toda regla entre el funcionariado. Afiliados a los sindicatos o no, los trabajadores de las cárceles dijeron basta. Empezaron una serie de acciones (cortes de accesos, protestas, manifestaciones...) con dos objetivos: que la muerte de Núria no fuera en balde y para reclamar más y mejores medidas de seguridad en unas cárceles cada vez más peligrosas y con más problemas de orden.
Un mes después, con las flores dedicadas a Núria en Mas d’Enric, ha habido algunos cambios: relevo de director en la cárcel de Tarragona, acercamiento tenue entre sindicatos y el Departament de Justícia para mejorar las condiciones y mucha rabia contenida por la pérdida de una compañera en el lugar de trabajo.
Lo único que no han logrado ni sindicatos ni funcionarios son las dimisiones de la consellera Gemma Ubasart ni del Secretario de Medidas Penales, Amand Calderó, los dos nombres propios de este crimen que hoy sábado se cumple un mes.