Coworking y vivienda cooperativa en una fábrica abandonada de El Catllar

La Fábrica de la Transición. El complejo industrial del municipio tarraconense, prácticamente asolado, contempla su renacimiento con un proyecto de carácter social

02 septiembre 2018 17:26 | Actualizado a 02 septiembre 2018 17:31
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Construir una sociedad desde las raíces es la motivación principal de Matthieu Lietaert, doctor en Ciencias Políticas e ideólogo del proyecto ‘La Fábrica de la Transición’, que pretende restaurar y convertir la Fábrica del Catllar en un espacio de coworking y vivienda cooperativa en cesión de uso. Cuenta también con el trabajo de Saül Garreta, arquitecto tarraconense y presidente de la Cooperativa Reviure Solanell, un proyecto en auge que está consiguiendo revivir un pequeño pueblo abandonado de l’Alt Urgell. Ambos, junto a Rafael López-Monné, geógrafo y fotógrafo, son la única esperanza que le puede quedar al histórico complejo fabril de El Catllar.

Pasado con visiones de futuro 
La fábrica está compuesta por dos edificios situados a orillas del río Gaià, a 400 metros del pueblo. Uno de ellos fue construido durante la primera mitad del siglo XVIII, mientras que el otro lo fue en 1860. A pesar de los más de 100 años de diferencia, ambos son exponentes de la arquitectura de la época, y a su vez fueron unos grandes motores de la economía del municipio. Desde su inauguración hasta 1912, la fábrica producía única y exclusivamente papel, sin embargo, después se adentró en la industria textil. Dos años más tarde, en 1914, se instaló una central eléctrica, que estuvo en funcionamiento hasta 1972. Desafortunadamente, en 1975, la fábrica tuvo que cerrar sus puertas tras la recesión provocada por la crisis del textil. Ahora, los habitantes del municipio están de duelo, ya que el complejo está prácticamente asolado debido al deterioro tras el paso de los años y el vandalismo. 

El concepto Fab lab nace en 2001 y viene del término anglosajón Fabrication Laboratory 

Sin embargo, el grupo de profesionales liderado por Lietaert, Garreta y López-Monné está interesado en reformar sus instalaciones sin abandonar sus raíces históricas. En la Nau Nova, compuesta por cuatro plantas, pretenden destinar su espacio al coworking y a las viviendas cooperativas. La planta baja constará de una sala polivalente de más de 90 m², un espacio Fab lab (taller de fabricación digital), cinco salas de trabajo de 11 m² cada una, además de 21 trasteros y una cocina comunitaria con comedor. Matthieu Lietaert asegura que el comedor es «una de las herramientas más importantes de una covivienda», ya que en él tiene lugar uno de los elementos más culturales de cualquier sociedad: la cena. «La cena es un evento que ayuda a construir relaciones sociales muy estrechas», explica el ideólogo. La convivencia en el cohousing es primordial. La resolución de conflictos a veces puede ser uno de los mayores inconvenientes. No obstante, Lietaert tiene experiencia en ello: «La clave está en el diálogo, en la ‘cultura de escuchar’. La mayoría de problemas surgen por la falta de comunicación. No contemplamos el voto como una medida resolutiva, sino que para arreglar conflictos siempre optaremos por el consenso, es decir, aproximarnos a la voluntad de todos, no de la mayoría», destaca. Además, el experto considera que el cohousing es una gran oportunidad para «reinventar la democracia» con el pluralismo de ideas.

La planta baja consta también de 57 m² que pertenecen al molino medieval que comunica con los demás espacios. Ferran Gris, Abel Rodríguez y Edurne Castro, arquitectos del equipo promotor, explican entusiasmados que el proyecto prevé ceder el molino al Ayuntamiento con el fin de desarrollar actividades con una colaboración estrecha del Fab lab. Paralelamente, la primera planta tendrá 6 viviendas cooperativas, además de varios espacios comunes con salida a un solárium y un jardín; mientras que la segunda planta y la tercera estarán principalmente destinadas a los demás habitáculos. 

Por otro lado, en la Nau Vella se contempla construir viviendas tuteladas, lo que supondría un tercio del complejo. Se trataría de la primera cooperativa en cesión de uso para personas mayores de 65 años en toda Catalunya. 

Actualmente, el equipo promotor está ultimando los detalles y condiciones exactas que los pisos tutelados tendrán en el conjunto de la Fab lab sin perder nunca de vista el concepto de campo de producción. Aquí entra en juego la colaboración de Sostre Cívic, una cooperativa sin ánimo de lucro que promueve un modelo alternativo de vivienda a través de la divulgación, el asesoramiento y una búsqueda exhaustiva de financiación con capital social. «Contactamos con Sostre Cívic porque son unos auténticos expertos en modelos de viviendas de cesión de uso», recuerda Garreta. Desde la cooperativa aseguran que la vivienda se trata de «un derecho y no de un simple bien que se vende y se compra», por ello, se comprometen a crear viviendas asequibles y antiespeculativas. Esta parte del proyecto responde a unas necesidades sociales en cuanto a la vejez: «Los inquilinos desarrollan el final de su vida de manera rica, activa e insertada en la vida social. Ofrece la posibilidad de ir más allá del modelo tradicional de residencia o de estar en sus casas aislados», argumenta Àngel Estévez, técnico de arquitectura y patrimonio de Sostre Cívic. 

Esperanza bajo las ruinas  
La Fábrica vuelve a ver la luz con el proyecto de Matthieu, Saül y Rafael, que cuenta con un elenco de profesionales extenso y el apoyo del consistorio de El Catllar, además de 25 familias interesadas. En marzo de este año, la Comissió Territorial d’Urbanisme del Camp de Tarragona accedió a modificar el catálogo de protección de bienes de la fábrica, vigente desde 2010, que establecía el terreno como suelo no urbanizable. «Valoramos positivamente la iniciativa de recuperación y mantenimiento de las instalaciones y edificaciones del complejo fabril. Se considera muy adecuada la idea de introducir el hecho cooperativo como herramienta para el cuidado del patrimonio cultural, en un entorno de un alto valor natural. Es un orgullo que signifique todo un reto para un grupo de profesionales interesados en la difusión cultural», explicaba en un comunicado oficial Natàlia Hidalgo Garcia, secretaria de la Comissió Territorial d’Urbanisme del Camp de Tarragona. Asimismo, los promotores, el Servei Territorial d’Urbanisme y el Ayuntamiento están acabando de concretar la asignación de usos en cada espacio a través de la concreción normativa asegurando la  sostenibilidad económica, social y ambiental del mismo sin que se pierda la esencia del conjunto fabril.

Los vecinos agradecen el espíritu de Garreta, Lietaert y López-Monné al querer recuperarla: «Nos hemos criado escuchando historias de esta fábrica. Nuestros hijos venían a jugar y nos gustaría que nuestros nietos sigan haciéndolo. No miento si digo que hay mucha gente que la da por muerta. Nos alegra ver que hay un proyecto social detrás y la verdad es que es esperanzador», relata Mari Carmen Güell, vecina de El Catllar e hija de dos de los últimos trabajadores que hubo en el complejo antes de cerrar en 1975. «El proyecto puede parecer utópico», opina Lietaert pero, en palabras de Eduardo Galeano, «la utopía sirve para caminar» y «es crucial caminar hacia soluciones de transición ecológica y social a nivel local, en el contexto de crisis de civilización actual».

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