Comer la mona en familia bajo la atenta mirada de un dron

En Tarragona y Reus las áreas de picnic se llenaron. En el Pont del Diable el artilugio volador de la Guàrdia Urbana fue la novedad del día

11 abril 2023 11:33 | Actualizado a 11 abril 2023 12:26

El Pont del Diable se convirtió, una vez más, en uno de los sitios más deseados para ir a comer la mona en Tarragona, aunque este año el tráfico en los alrededores estuvo mucho más ordenado que en años anteriores.

Tiene que ver que la Guàrdia Urbana no solo precintó la zona para que no se aparcara en sitios indebidos, sino que instaló una base para uno de sus drones para ayudar a prevenir incendios. Los vuelos del artilugio, eso sí, se convirtieron en el centro de atención de la jornada. Mientras, algunos usuarios se quejaban de que la zona de aparcamiento hace tiempo que se ha quedado pequeña y no hay muchas frecuencias de autobús los días festivos.

Algunas familias como los Miró-Pacheco-Romero, ya van por la tercera generación que viene aquí el Lunes de Pascua «cuando no teníamos coche veníamos caminado», recuerdan. Ayer casi pierden una de las cuatro monas que tenían posando para la foto.

Otro de los puntos tradicionales fue el Parc del Francolí donde la zona de picnic fue ocupada desde bien temprano. Una de las meses más numerosas fue la de las hermanas María Dolores y María Pilar Bonillo; felices porque reunieron a hijos y nietos (una veintena en total) venidos de Tarragona, Reus, Barcelona y Tenerife. Tenían seis monas, desde una con la figura de Pedri, hasta otras caseras hechas por la matriarca de la familia.

Entre quienes no quisieron faltar a la cita estuvo un grupo de amigos de Filipinas venidos de Tarragona Reus y Vila-seca. Llevan años reuniéndose en el parque este día y cuentan que en su país es costumbre comer al aire libre el Sábado de Gloria y el Domingo de Resurrección «pero la mona es mucha mona». La suya es, sin duda, la mesa donde vemos los platos más coloridos, como unos pastelitos de arroz (sapin sapin se llaman) de color violeta en forma de flor. A pocos metros la familia Rivera, de origen colombiano, explicaba que «hay que integrarse en todas las tradiciones».

Reus, Parc de Famílies

Para Jan Miguel, la que ayer sostenía entre las manos, a sus siete meses, habrá sido la primera mona. La miraba con curiosidad, aún medio dormido, mientras trataba de darle un mordisco. Su madre, Verònica Jové, reunió en AgroReus a media docena de los suyos, tres generaciones de la familia entre tartas de chocolate, de mantequilla, de chucherías y «alguna otra más que todavía tienen que traernos». «Venimos a menudo y esta vez hemos decidido llegar bien temprano y disfrutar todos juntos de una paella que cocinaremos», explicaba ella.

Hicieron bien. Y es que la zona está concurrida y «cuando nos hemos sentado, alrededor de las once, prácticamente no quedaba sitio. Pero estábamos preparados y hemos aprovechado hasta para desayunar aquí». Al finalizar las obras, hace un par de años, el Parc de Famílies de Reus estaba equipado con barbacoas. Pero el Ayuntamiento las retiró tras hallarlas varias veces vandalizadas y «ahora traemos la nuestra de casa», precisaba Jové.

En la zona hay «pista de básquet, ping-pong y un recorrido para las bicis. Los niños se entretienen todo el día jugando y nosotros pasamos el rato en un entorno bonito», señalaba la mujer. Por eso, el parque del polígono se está consolidando como uno de los puntos a los que los reusenses acuden a comer la mona si prefieren no salir de la ciudad.

A solo unos metros, la familia de Florencio Jiménez también había estado avispada para asegurarse una de las codiciadas mesas de picnic. Hacia las doce, el hombre ya iba calentando las brasas en la parrilla armada por él mismo. «Vivimos aquí al lado y la hemos traído para hacer algo de comer entre todos», comentaba. La abuela le advertía «¡Floren, ponte guapo!» y se apresuraba a sacar las monas. «Las tenemos de varios sabores, que somos muy delicados», bromeaba, y apuntaba que «están ya en porciones para no perder ni un minuto».

El despliegue de los Jiménez en el Parc de Famílies era algo así como una prueba piloto. «Otros años íbamos más lejos, a la playa, a L’Hospitalet... pero hemos decidido ponernos aquí, cerca de casa, a ver qué tal», relataba Florencio. «Tenemos suerte, porque se ha llenado y parece que hay que reservar sitio», añadía. Entre el buen tiempo y el lugar acogedor, la familia casi le daba ya el aprobado a la jornada antes incluso de hincarle el diente a la mona. Y es que lo del dulce «es lo único que siempre sale bien, seguro».

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