Que la pandemia de la Covid-19 -especialmente las épocas de confinamiento- ha influido negativamente en muchos de nuestros hábitos de vida no es nada nuevo. Hace tiempo que venimos escuchando que el hecho de encerrarnos más en casa nos ha perjudicado en nuestra salud, tanto física como emocional.
Los estudios que así lo demuestran se suceden. Los resultados de dos de los últimos han coincidido esta semana, demostrando que la pandemia ha incidido directamente en un aumento del sedentarismo de nuestros niños y adolescentes y, consecuentemente, en un incremento de la tasa de sobrepeso y obesidad entre los menores.
Un trabajo de investigación elaborado por la enfermera Teresa Antich, del Col·legi Oficial d’Infermeres i Infermers de Tarragona -donde analiza la actividad física de los adolescentes de un Área Básica de Salud de Montblanc- destaca el alto porcentaje de sedentarismo de los jóvenes de entre 13 y 14 años.
La muestra es de 278 pacientes, de los cuales un 44,60% son chicos y un 55,40%, chicas. En los primeros se observa que un 17,74% tiene sobrepeso y un 4,83% obesidad. Y en las jóvenes se observa una menor prevalencia de sobrepeso, que se sitúa en el 15,58%, aunque presentan más obesidad: un 6,49%.
Estas cifras, según la autora del trabajo, «sitúan a nuestros adolescentes en unas cifras de sobrepeso y obesidad por debajo de la media española, donde la prevalencia de sobrepeso y obesidad es del 25% y el 12%, respectivamente. Seguramente esto está relacionado con los hábitos de vida del medio rural, que suelen ser más saludables». No obstante, Teresa Antich, destaca desde un punto de vista negativo «el alto porcentaje de sendentarismo, que se sitúa en el 40,2%».
El estudio también permite observar que el joven o la joven que se activa, normalmente, practica dos o tres deportes a la vez. En este sentido, las actividades físicas más habituales son: fútbol/fútbol sala, que lo practican el 28,54% de los adolescentes; la BTT (13,59%), danza/ballet/aerobic (11,51%), baloncesto (11,31%), atletismo/cross/running (9,35%), patinaje (7,19%), natación (4,31%), hockey (4,16%), tenis/padel (3,59%), hípica (2,87%), ping-pong (2,15%) y taekwondo (1,43%).
Teniendo en cuenta que el estudio se ha llevado en una Área Básica de Salud de un municipio rural, como es Montblanc, Teresa Antich destaca «cómo el medio influye en la práctica del deporte. En este caso se observa un interés creciente hacia el running y el BTT, seguramente por la variedad de senderos de la zona, y a la vez, la baja práctica de deporte dentro de un gimnasio».
Diferencias económicas
Al hilo del elevado sedentarismo entre los adolescentes detectado en este estudio de esta enfermera, Save the Children ha hecho público esta semana los resultados del informe ‘Adiós a la dieta mediterránea: nutrición y hábitos saludables de la infancia en España’. En él analiza la incidencia de la pandemia y de la renta de las familias en la salud nutricional de los niños y sus hábitos saludables, comparando un sondeo a más de 2.000 familias realizado en octubre de 2021 con la Encuesta Nacional de Salud.
Los hábitos más sedentarios de los menores por la Covid-19 -por el cierre de aulas, comedores escolares y actividades de ocio y el aumento del uso de pantallas- han elevado al 28 % la obesidad infantil, que en los hogares con rentas más bajas alcanza al 32,5 % de los niños de 4 y 16 años y con mayores rentas al 19 %.
«Vivir en un hogar pobre duplica el riesgo de sufrir obesidad o sobrepeso, que en España ya tienen uno de cada tres niños tras la pandemia», asegura Andrés Conde, director general de la ONG, quien advierte de que la situación puede agravarse por la subida de precios de alimentos como verduras y frutas.
Los hogares con menores ingresos tienen menos posibilidades de acceder a los alimentos necesarios para una dieta equilibrada, de sufragar actividades extraescolares o de ocio no sedentario o de tratar problemas de salud, como los trastornos de conducta alimentaria o las patologías bucodentales, que los hogares con rentas altas, destaca el informe.
«La inflación se ceba con las familias más pobres, porque el encarecimiento de precios en los alimentos esenciales es más duro para las rentas más bajas», añade Conde. Además, «los barrios más pobres tienden a concentrar mayor número de restaurantes y establecimientos de comida rápida».
Las cifras que muestran la incidencia de la renta: el 18,1 % de los menores de familias con ingresos más bajos consume a diario comida rápida frente al 10 % de los de familias acomodadas; respecto a la actividad física o deportiva, la practican con regularidad el 71 % de los hogares con ingresos altos y desciende al 41 % en las familias de renta baja.
El responsable de la organización de defensa de la infancia incide en que la pandemia ha interrumpido la tendencia positiva de descenso de las tasas de obesidad, que se situaban en el 27,6 % y la ha elevado hasta el 28%, e insiste en que la situación inflacionista puede elevar esos porcentajes.
Más horas de pantalla
La pandemia ha sumado media hora más de uso de pantallas, que es el tiempo que los jóvenes han restado al sueño, explica el estudio.
Los niños que dedican más de dos horas al uso de móviles, ordenadores u otras pantallas ha pasado del 25 % al 42 %, que el caso de los adolescentes suman casi cuatro horas de uso al día.
El informe recuerda que son factores determinantes de la obesidad y el sobrepeso en la infancia, no solo la calidad de su alimentación, la actividad física que realizan o el número de horas que pasan durmiendo o frente a una pantalla, también factores ambientales, culturales y biológicos -si sus padres y madres son obesos tienen más posibilidades de sufrir exceso de peso-.
Jordi Salas, catedrático de Nutrición de la URV coincide con Save the Children en que «la pandemia no ha ayudad en nada a la hora de incidir en el aumento de la obesidad y el sobrepeso, tanto en niños como en adultos». Salas también corrobora que «las personas más perjudicadas en obesidad y en enfermedades suele ser la gente más necesitada o con un nivel socioeconómico y cultural más bajo. Las elecciones alimentarias son diferentes si dispones de dinero o no. Además, la obesidad está muy ligada con la posibilidad que tienes de hacer ejercicio o no. En este sentido, las personas con más nivel socioeconómico hacen más ejercicio, tienen más acceso a instalaciones deportivas, etc. También es cuestión de prioridades. En los países más desarrollados, la gente es más consciente de que se tiene que cuidar. En cambio, en los menos desarrollados, tienen otras preocupaciones, como de qué manera llegar a fin de mes o qué comer».
Es previsible que el actual momento de crisis económica tampoco ayude demasiado a frenar la obesidad infantil. «Está claro que cuanto más brecha económica haya, más problema habrá. En el contexto de recesión, las familias pobres son las que más sufren y tenderemos a empeorar, con más diferencia de la prevalencia de la obesidad entre ricos y pobres», sentencia Salas.