Manolo Escobar perdió el carro y cantaba su búsqueda. No sé si lo encontró. Pero durante años este canto melancólico ha azotado radios y televisiones hasta el aburrimiento. En Tarragona, los vecinos de Solimar cantan dónde estará su calle. Mejor digo, sus calles. Están hartos de falsas promesas. Hartos de que su barrio sea abandonado a la mala suerte de los ineficaces gobiernos municipales. Y creo que el canto es ya agónico como para que los alcaldables se pasen por allí a echar un vistazo y a realizar alguna solemne y pública promesa.
No en vano Solimar nació como urbanización de postguerra sobre el año 1958. Y ha seguido un patético, lento y agónico crecimiento, no con pocas vicisitudes ni carente, durante más de 60 años, de una «solución global» como urbanización inacabada. Hoy, carece de una concreción final de calles y de sus servicios básicos por los que se pagan contribuciones urbanas «de lujo» mientras todavía debe soportar líneas de alta tensión cerca de las casas, servicios de alcantarillado y agua demenciales y calles sin servicios, sin alumbrar ni asfaltar. Todo ello tiene una segunda derivada que son los robos puesto que el bosque, que está sucio, lleno de maleza y cerca de las casas, es un punto de observación y de huida fácil.
Los vecinos están hartos de esperar y protestar en silencio preguntandose qué ha sido del dinero de las contribuciones especiales que dicen, pagaron para terminar calles. Alguno, hasta me ha exhibido documentos de pago. Son atendidos en el consistorio con golpecito en la espalda y un cálido y educado «vuelva usted mañana» o un «tranquilo, que yo te lo arreglo». Y ya se sabe, la gente cree en la palabra hasta que se funde en un eco del pasado. Parece ser que esas contribuciones especiales se pagaron a finales de la década de los años 90. Y hoy, sus calles amanecen como lo llevan haciendo durante años: inacabadas, sin asfalto, todavía algunas con maleza y sin servicios básicos.
Las calles referidas
Les hablo de las calles Vora Mar y Vora Bosc. La primera debía circundar la N-340 en paralelo hasta la conexión con la carretera de El Catllar. Y la segunda debía conectar verticalmente la urbanización por su límite este con el bosque, de norte a sur de la urbanización hasta conectar con la N-340. Hoy, la calle Vora Mar no tiene servicios básicos y la calle Vora Bosc es, en su 50% tierra y pedregal, y en su tramo inferior es un espacio de maleza y suciedad sin todavía desbrozar, ni tan solo haber aperturado la excavación o caja de la calle. Y figuran como espacios de dominio público a efectos catastrales, derivados de actualizaciones de las ponencias respectivas donde se incorporan datos municipales sobre espacios o elementos de vialidad pública de propiedad municipal. Además, constan como calles con nombre y apellidos. Y derivan de una urbanización así proyectada y continuada durante décadas.
Vista cartográfica del catastro
A estas calles dan fachada varias viviendas, donde vive gente normal, digna, que paga también sus impuestos como cualquier ciudadano que exige no tener mierda delante de casa y sí seguridad, tanto a los incendios como a los robos. Hoy por hoy, la calle Vorabosc, junto a otras calles circundantes a Monnars, es el anuncio de un potencial y peligroso incendio ante la patética ubicación de maleza y árboles que acechan las casas. Se incumplen sistemáticamente las separaciones reglamentarias de masas forestales a urbanizaciones. Y nadie del consistorio aparece para hacer ni decir nada.
Así son señores los barrios llamados «de los ricos», donde hay gente normal como en otras barriadas de la ciudad. Gente anciana, niños pequeños y una masa social de ciudadanos de tarragona. Gente que en su día tuvo la ilusión de comprar una modesta casita del proyecto Solimar de 1958 sin aspiraciones burguesas sino de régimen vacacional de familias normales, incluso diría no pudientes.
Es lamentable que una estructura municipal llamada Consistorio no tenga en toda su estructura política y de «jefazos» la capacidad de movilizar lo que se llama el microurbanismo de barrio, destinado a resolver contingencias urbanas y de urbanización.
La calle Vora Bosc
Señoras y señores. Tarragona es un fracaso urbanístico por la falta de sentido común y consenso político sobre cómo debe crecer y unirse una ciudad. La misma asignatura pendiente es coser los barrios de Ponent que los de Llevant. No hacer las dos cosas y solo poner inversiones en barrios de Ponent debe ser categorizado como burla social.