Agresiones a enfermeras en centros de vacunación

Los ataques son verbales y obligan a reforzar con seguridad algún punto. Son causados por reticentes que se pinchan obligados por el certificado o personas con prisas y sin cita previa

28 diciembre 2021 15:50 | Actualizado a 29 diciembre 2021 06:51
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«Hay mucha crispación entre parte de la gente que se viene a vacunar. Se enfadan, quieren obtener el certificado al momento, porque solo se vacunan para poder ir a restaurantes, sin más motivación», reconoce Lluïsa Brull, presidenta del Col·legi d’Oficial d’Infermeres i Infermers de Tarragona (Codita). «El perfil de las primeras dosis ha cambiado. La motivación ya no es la protección propia ni siquiera creer en la inmunidad colectiva, sino el interés personal. Ahora la afluencia se ha estabilizado, pero durante unos días pasamos de poner 10 o 12 primeras dosis a unas 120. Se multiplicó exponencialmente la gente que iba a primeras dosis», explica Glòria Carol, vocal de Codita.

Ese boom se produjo por la obligatoriedad de presentar el pasaporte Covid-19 para entrar en discotecas, gimnasios, bares o restaurantes. A principios de diciembre, la administración de primeros pinchazos se duplicó en Tarragona. Esas primeras inoculaciones pasaron de 1.655 en la última semana de noviembre a 3.524 en la primera de diciembre, según los datos oficiales y públicos de Salut en la provincia.

«...Y ahora vienen con prisas»

El incremento provocó que muchas de esas personas acudieran sin la hora previamente seleccionada en la aplicación o la web. «Querían vacunarse rápido y venían sin cita y se acababan las vacunas, algunos podían irse sin ponérsela. Eso generaba malestar pero no entendemos estas actitudes. Venían a pedir el certificado ya con la primera dosis, y es algo que no tiene sentido, tanta premura cuando ha habido muchos meses para hacerlo. Hay que esperar a la segunda y después dejar pasar los días hasta que puedas tener el pasaporte», cuenta Glòria Carol. Solo había que ver los rostros de las colas para las primeras dosis de esos días: ciudadanos esperando con desgana, para vacunarse a regañadientes, como un requisito más para poder mantener el trabajo, salir de viaje o, simplemente, poder ir de fiesta.

Una enfermera de Tarragona reconoce haberlo pasado mal recientemente: «Lo que ha sucedido es que venía gente obligada, muy reticente, que en realidad no se quería vacunar, que acudía solo por el certificado, con prisas y exigencias». Es por eso que en alguna ocasión han recibido insultos y, según cuenta, han llegado a llamar incluso a la Guàrdia Urbana y a los Mossos d’Esquadra para que intervinieran.

También la defensa de Protecció Civil, con una presencia habitual de control en los puntos de vacunación, ha sido importante. «Es lamentable que tengamos que pasar por esto, después de toda la pandemia, cuando estamos doblando turnos, muy agotadas, y encima hay que aguantar actitudes de este tipo», añade esta enfermera, que apunta: «Lo que vemos, al final, es que la gente, la población en general, está muy cansada, pero nosotros también».

La costumbre de ir a vacunarse sin cita, que procedía del verano, cuando había dosis de sobra, también ha generado inconvenientes: «Tú tienes vacunas para los que van con cita, y dispones de una cantidad determinada para los que no llevan, pero eso se acaba. Eso ha hecho que gente que tuvo que esperar haciendo cola finalmente se quedara sin poder pincharse, y algunos se ponían violentos e incluso decían que se iban a quedar allí las horas que fuera para poder pincharse. Nos ha generado situaciones muy desagradables».

Llamamiento de Protecció Civil

El problema se ha diluido por fortuna en las últimas semanas, pero ha supuesto un golpe anímico para un sector ya de por sí psicológicamente tocado tras casi dos años de pandemia. A mediados de este mes, Protecció Civil de Reus, que está presente en el centro Mas Iglesias, hacía un llamamiento en las redes: «A los que no tenéis cita previa os pedimos paciencia, sabemos que hay mucha cola y hace mal tiempo, pero hay un orden de llegada y se tiene que respetar. Las exigencias y la mala educación no van a ningún lugar, porque eso no hará que se acelere el tiempo de espera». Y añadían: «Se abrió el centro en marzo, han pasado algunos meses, como para ahora ir con prisas. Por favor, insultos y exigencias no son formas».

El propio conseller de Salut, Josep Maria Argimon, se ha posicionado recientemente al respecto: «Los profesionales sanitarios están agotados y a veces se encuentran con ciudadanos crispados. Tenemos las manos que tenemos, así que hay que cuidarlas». En la Xarxa Sanitària Santa Tecla, también responsable de una parte de la vacunación, admiten que «se ha presentado gente sin cita para vacunarse al momento para tener el certificado más rápido».

En los centros no ha habido agresiones físicas pero sí verbales. También la necesidad de tener el pasaporte ha tensado la situación, sobre todo en los CAP, donde mucha gente que tenía problemas para descargarse el documento en la aplicación acudió para pedir ayuda. Hay que recordar que la web se colapsó y eso derivó a muchas personas a su centro de salud.

«Los certificados también colapsaron en su momento los centros de primaria, con gente que venía de malas maneras y con prisas. A veces no les podías dar el documento al momento y la gente no lo entendía», apunta Glòria Carol.

En el Palau d’Esports de la Anella Mediterrània, en Campclar, también ha habido problemas, aunque las últimas semanas han sido más calmadas. El Departament de Salut reconoce incidencias entre gente que iba sin cita y no pudo vacunarse, sobre todo a raíz de la obligatoriedad del certificado, cuando entró en vigor. Eso ha obligado a incorporar a un auxiliar de seguridad, que también hace labores de información.

Pero ese mal ambiente va más allá de los puntos de vacunación, para afectar también a la primaria. «Notamos que la gente está muy cansada y a veces la toma con nosotros. Hay mucha crispación, también porque los protocolos van cambiando, ahora toca confinarse, ahora no, o van al CAP y ven la sala de espera vacía», cuenta la doctora Mireia Garcia-Villarrubia, vicepresidenta del Col·legi Oficial de Metges de Tarragona (COMT). Esta representante reclama paciencia a la ciudadanía: «El conseller Argimon ya pidió mucho respeto al personal sanitario, porque estamos viviendo situaciones muy difíciles y la gente no lo acaba de entender».

Seguridad para los aforos

En los ambulatorios se ha contratado a personal de seguridad, no tanto para prevenir agresiones sino para controlar los aforos. Este tipo de afrentas suceden en una sexta ola que vuelve a poner contra las cuerdas al personal de primaria y, en especial, a la enfermería, que además asume una intensa labor de vacunación. En lo que va de diciembre se han inoculado en Tarragona unas 144.000 dosis contra la Covid, más del doble que el balance de todo el mes de noviembre (66.500) y cinco veces más que el saldo de octubre (28.800). La clave de estos aumentos está en los terceros pinchazos, que se han desvelado cruciales para contener la pandemia.

A eso se añade la saturación cronificada en la Primaria durante esta sexta ola que aún no ha llegado al pico. El volumen de esta oleada ya ha superado a la anterior, a la quinta, que fue un récord de contagios. Los CAP de Tarragona han alcanzado las 18.000 visitas semanales por Covid-19, casi cuatro veces más que hace un mes. Buena parte de ese trabajo recae en médicos pero también en esos trabajadores de enfermería que están exhaustos. Un último dato para ilustrar la situación extenuante: la realización de test en los CAP. El número de resultados positivos en antígenos a personas sintomáticas ha pasado de 654 en la primera semana de diciembre a los 3.331 de la última, cinco veces más.

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