Nunca se le había pasado por la cabeza dedicarse a la agricultura. Su abuelo era payés, pero murió muy joven, y su padre tiene una pequeña finca de viñedo con unos amigos, pero como afición. Al acabar la universidad, casi sin quererlo, esta targarina se instaló en el pequeño núcleo de Segura, una pedanía de Savallà del Comtat (Conca de Barberà) donde en invierno viven 14 personas.
Maria Marimon se siente orgullosa de sus tres hectáreas y media de viñedo, en las que ha plantado tres variedades diferentes. Espera, ilusionada, que el próximo año ya pueda tener su primera cosecha. Mientras, su principal fuente de ingresos es la casa rural que tiene en el mismo pueblo. Maria, con 26 años, es de las agricultoras más jóvenes de la Associació de Dones del Món Rural.
Nacida en Tàrrega, su padre y su abuela eran originarios de Segura, adonde ella acudía a pasar los fines de semana y los veranos a la casa pairal. Pero su vida siempre ha girado alrededor de la capital de L’Urgell. Estudió Ciències Ambientals en Barcelona y estuvo medio año en Praga de Erasmus para hacer las prácticas de laboratorio. Y allí conoció a Paolo –su actual pareja–, que estaba estudiando Ciencias Forestales.
Al terminar la carrera en 2019, Maria estuvo trabajando de educadora ambiental en Tàrrega durante un tiempo. Pero vio que aquello no era lo suyo. La casa pairal de Segura se quedó sin nadie. «Sería el momento de hacer algo. Es grande y vieja, y se irá desgastando», pensó. Mientras, seguía manteniendo la relación a distancia con Paolo. Finalmente, este, en octubre de 2020, vino a Segura y se fueron a vivir en la casa pairal, mientras hacían mejoras.
Maria tiene una finca de 40 hectáreas de cereal, que siempre ha cuidado un masovero. Estuvo mirando subvenciones que da el Departament d’Agricultura a los jóvenes payeses. «Por entonces mi idea era ser mitad agricultora, mitad ambientóloga». De las 40 hectáreas, cogió tres y media para plantar viña, «porque nos gusta y es una explotación que se puede gestionar perfectamente». Como está a 780 metros sobre el nivel del mar, eligió tres variedades diferentes. Primero plantó albariño, al cabo de un tiempo gewürztraminer –de origen alemán– y este año, garnacha blanca. En Segura, según explican los más viejos del pueblo, los vecinos tenían viña para hacer vino para consumo propio. Ahora todo es cereal.
Prueba piloto
Este verano arrancó los racimos de albariño y solo dejó diez hileras. Ayer fue a vendimiar. Este año hará vino en la bodega de su padre como experiencia piloto, «para hacer publicidad en algún restaurante de la comarca, para que lo prueben». Por ahora solo pueden pertenecer a la DO Catalunya, porque están en medio de las denominaciones de origen Conca de Barberà y Costers del Segre.
Esta joven agricultora es consciente de que montar una bodega tiene un alto coste, y más ahora, que comienzan. La solución es el Viver Celleristes de Barberà de la Conca, que gestiona Concactiva. Allí alquilarán un espacio, unos depósitos y embotellarán su vino. Y esperan que en tres o cuatro años puedan tener su bodega propia, que tendrá más capacidad que la producción de la finca actual –que espera que sea de unas 10.000 botellas– por si en el futuro la amplían. Es consciente de que durante el invierno la poda la podrán realizar ellos porque tienen tres meses para hacerla, pero que para vendimiar necesitarán contratar gente.
Maria y Paolo residen en otra vivienda que han arreglado en Segura y la pairal –totalmente reformada– la han convertido en una casa rural. Y les funciona muy bien, con clientes tanto catalanes como extranjeros. La idea pasa por hacer un pack de enoturismo para la gente que se aloje en la casa rural.
Ella está muy contenta por la decisión tomada sobre su futuro. Pero también es consciente de que «no es fácil, no todo es fantástico. Vivir en un pueblo pequeño y de la agricultura no es cómodo». Pero a pesar de todos estos inconvenientes asegura que «poder vivir de lo que tú cuidas es muy gratificante».